Cada tanto aparece una mujer entre los terroristas islámicos, como la francesa de origen marroquí Hasna Ailt-Boulachen. Trascendió que era la primera que se había inmolado en Europa. Eso ocurrió durante las redadas en el barrio Saint-Denis, de París, después de los atentados del viernes 13 de noviembre. No había sido ella la suicida, sino un hombre. La pionera pudo haber sido la iraquí Sajida Mubarak Atrous al-Rishawi, ejecutada en Jordania tras ser condenada por un intento fallido de hacerse volar en un hotel de la capital, Amán. Había recibido la orden del líder de Al-Qaeda en Irak, Abu Musab al Zarqawi, en 2005. Llevaba un cinturón repleto de explosivos. No detonó.
En las filas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), así como en comunidades sunitas regidas por la más impiadosa interpretación del Corán, las mujeres "deben seguir estrictamente las directrices de la sharia (ley islámica)". Lo aconseja la guía práctica de la Brigada Khansaa de ISIS, unidad femenina encargada de hacerla valer. Ellas deben permanecer en casa. Su "función fundamental" consiste en animar a sus maridos y criar a sus hijos sin dejarse tentar por "instrumentos del diablo, como las peluquerías y los salones de belleza". Sólo pueden combatir si el enemigo ataca su país, no hay hombres suficientes para protegerlo y los imanes dictan una fetua (edicto).
Fuera de ese oscuro submundo, en sociedades estables como las de la península Arábiga, también se aplica la sharia. Amal no se queja. Se llama igual que la abogada que contrajo matrimonio con el actor norteamericano George Clooney, pero, a diferencia de Amal Ramzi, no nació en una sociedad tolerante como la libanesa ni se educó en Gran Bretaña, sino en Arabia Saudita. A pesar de ello, como directiva del Centro Rey Abdulaziz para el Diálogo Nacional, Amal lidia con las críticas del exterior contra la opresión femenina en su país, centradas en las prohibiciones para realizar determinadas actividades que se dan por descontadas en Occidente, como salir de sus casas sin permiso del marido, conducir vehículos o votar en las elecciones.
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