Un problema de empoderamiento

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Dejame contarte sobre Eugenia. Durante varias generaciones, las mujeres de su familia han vivido al ritmo del glaciar que se encuentra en las alturas de su aldea en la cordillera de los Andes ecuatorianos. En el invierno, cuidan de sus animales y ven cómo el glaciar crece con el hielo y la nieve. Durante el verano, sacan agua de los arroyos glaciales para regar sus cosechas en la ladera.

Su glaciar es la estrella de la historia de sus orígenes, el tema de sus oraciones y el lugar de encuentro favorito de risueños adolescentes. Y se ha reducido a la mitad de su tamaño en el transcurso de la vida de Eugenia.

Es difícil entender la complejidad del impacto que tiene el cambio climático en el mundo en desarrollo sin escuchar la historia de la lucha de una mujer. El deber de Eugenia es darle de comer a su familia, sobre todo ahora que la decadencia de la agricultura y el turismo ha enviado a los hombres a centros urbanos en busca de empleos. También es su deber contestar las preguntas de su hija, quien se pregunta cómo podrán seguir viviendo en una ladera que ya no puede servirles de sustento.

En los próximos años, Eugenia y su familia podrían convertirse en unas de las aproximadamente 26 millones de personas que han sido desplazadas por el cambio climático. De esas personas, 20 millones son mujeres. Las mujeres constituyen el 70% del total de personas pobres del mundo y el 70% del total de agricultores del mundo, dos de los grupos más vulnerables al cambio climático.

Los peligros del cambio climático se agravan por la desigualdad de género, que hace que las mujeres sean más propensas a morir en desastres naturales, menos propensas a tener acceso a alimentos durante una escasez y más vulnerables a cualquier tipo de agresión y violación cuando fenómenos meteorológicos extremos las obligan a viajar lejos para tener acceso a bienes de primera necesidad.

En diciembre, el mundo se unirá en la Conferencia Climática de la ONU (COP 21, por sus siglas en inglés) para comprometerse a ponerle un límite a la contaminación que causa el cambio climático que amenaza las vidas de mujeres como Eugenia. En toda Latinoamérica y en el mundo entero es fundamental que los dirigentes que se comprometan sean conscientes de que estas modificaciones que afectan el cambio climático tienen un gran impacto en las mujeres, y que garantizar su seguridad y bienestar debe ser parte de la solución.

Hay muchas Eugenias. Como ella, las mujeres de Brasil sufren y sufrirán graves repercusiones, mientras las áreas semiáridas y áridas se enfrentan a una disminución de recursos hídricos debido al cambio climático. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) halló que el aumento de las lluvias en la región del sudeste de Brasil ha afectado el uso de la tierra y el rendimiento de las cosechas, además de haber producido mayor frecuencia e intensidad de inundaciones. El IPCC también descubrió que los incrementos de las lluvias en el sudeste de las Pampas argentinas han afectado el uso de la tierra y el rendimiento de las cosechas, además de haber producido mayor frecuencia e intensidad de inundaciones.[E1] Estos cambios han obligado a las comunidades a cambiar la agricultura por la pesca, un área tradicionalmente dominada por los hombres. Millones de personas han huido a las ciudades.

En Latinoamérica, al igual que en el mundo en desarrollo, la mujer domina la fuerza laboral agrícola y frecuentemente controla los bancos de semillas nativas que podrían ser la clave para alimentar a un planeta en calentamiento. Como principales proveedoras de agua, las mujeres podrían tener en sus manos el poder para que un programa de manejo sustentable de agua triunfe o fracase. Las tecnologías con bajas emisiones de carbono que proporcionan electricidad, bombas de agua y tecnologías de comunicación podrían permitirles más tiempo libre para dedicárselo a nuevas oportunidades de educación y empleo.

En Norteamérica, las mujeres pueden utilizar su poder —de hecho lo están utilizando— como consumidoras y defensoras para crear el cambio que necesitamos. Ellas controlan el 80% del poder adquisitivo de Estados Unidos y son sumamente conscientes de la importancia que tiene proteger a sus familias. Pueden dirigir la transición hacia una economía limpia que proteja a las familias y cree empleos nuevos y no tradicionales para ellas, desde trabajos de nivel básico hasta oportunidades empresariales.

La participación de la mujer es clave para lograr que se adopten medidas cooperativas con respecto al clima a nivel mundial. Un estudio de 130 naciones encontró que aquellos países que cuentan con más mujeres dentro del Gobierno son más propensos a ratificar acuerdos internacionales relacionados con el medio ambiente. Hermanas, hijas y madres en todo el mundo se alzan en contra de los estragos del cambio climático y están listas para tomar medidas. Las mujeres luchan contra la desigualdad y siguen avanzando en busca de soluciones. Cualquier nuevo acuerdo climático debe darles prioridad a la igualdad de género y al empoderamiento de la mujer como principio rector.

Nos vemos en París.

La autora es directora de La Onda Verde de NRDC. También, fundó y dirige Voces Verdes y el equipo de asociaciones para el Natural Resources Defense Council (Consejo para la Defensa de Recursos Naturales).

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