Al igual que en otras oportunidades en nuestra historia, el principal problema que enfrenta la economía argentina hoy es la restricción externa. Esto es, la falta de dólares genuinos generados por las exportaciones para atender la corriente de importaciones que requiere la industria argentina, en forma de materias primas, partes y piezas y bienes de capital para abastecer el consumo de la población.
En este sentido, la caída de más de 20% en el último año de los precios de las materias primas que la Argentina exporta generó un faltante de divisas en torno a los US$10.000 millones. En simultáneo, la situación en Brasil, que sufrió una fuerte devaluación de su moneda y se encuentra actualmente en medio de las inconsistencias generadas por el intento de reestablecer el equilibrio fiscal a través del ajuste nominal, ha impactado fuertemente sobre el complejo automotor local, con caídas de más de 25% en las ventas al exterior.
Al mismo tiempo, el tipo de cambio real ha sufrido algún retraso este año, especialmente considerando que los países con los que Argentina comercia han atravesado procesos de devaluación que han puesto a nuestro país en una situación más desfavorable.
Es por ello que en la agenda del próximo gobierno lograr remover la restricción y reforzar las reservas aparece como prioridad de la política, partiendo de la inédita situación de solvencia que exhibe el sector público con una deuda en el mercado a PIB que se ubica en torno al 10%, uno de los niveles más bajos en el mundo.
En primer lugar, debe apuntarse a conseguir la liquidación de las exportaciones del sector agropecuario a través de la eliminación de los impuestos que pesan sobre las exportaciones de las economías regionales, los cereales, el maíz y la reducción en las alícuotas que recaen sobre el complejo sojero.
También resulta relevante generar algún mecanismo con incentivos definidos a la repatriación de capitales que los argentinos tienen fuera del sistema financiero, considerando que a fines de 2014 la estimación se ubica en la zona de US$200.000 millones, casi ocho veces las reservas del BCRA.
En simultáneo, resulta prioritario activar líneas de crédito del exterior que ayuden a una mejora rápida en la liquidez del BCRA, donde puede contarse con financiamiento de otros bancos centrales (como el Banco Central de Brasil) u organismos multilaterales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento.
Está claro que la Argentina debe tender a lograr un mercado único de cambios con un régimen de flotación administrada para facilitar el ingreso de inversiones del exterior, pero también está claro que buscarlo en forma inmediata no sería demasiado conveniente en el contexto actual.
Posiblemente, el mejor camino para lograrlo sea reforzar el nivel de reservas, para evitar que, en el momento que se levanten los controles, se produzca una espiralización del tipo de cambio y su consecuente impacto sobre los precios de los alimentos que componen la canasta básica. Más allá de que el tipo de cambio eventualmente puede volver a un nivel normal desde el overshooting inicial, cuando el proceso termina los precios internos no vuelven porque son inflexibles a la baja.
Está claro que el desafío consiste en instalar una agenda nueva, luego de años de una agenda de crecimiento basada en un consumo sostenido en el aumento del salario y el empleo. A partir de esta última, la nueva agenda debe estar basada en un salto en la tasa de inversión que permita aumentar la productividad y el empleo de calidad. La inversión y el aumento en la productividad de los sectores transables son las que permitirían apuntar a un aumento sostenido en las exportaciones y el agregado de valor, generando las divisas genuinas requeridas para sostener el consumo desde los altos niveles alcanzados y evitar o bien los retrocesos que caracterizaron los ajustes tradicionales de las últimas décadas, o bien volver a iniciar ciclos insostenibles de endeudamiento.
iEconomista. Asesor de Daniel Scioli/i