Hoy lo puede contar pero fueron tres horas de angustia y agonía. Él y el joven al que salvó –luego supo que era un norteamericano- se desangraban juntos en su departamento sin poder salir, porque la policía había acordonado la zona. Los terroristas seguían dentro del teatro con cientos de rehenes. Por teléfono, una médica amiga lo instruyó sobre cómo aplicar los torniquetes en su herida y en la del turista que había rescatado.
Aunque ninguna de las heridas de ambos había afectado órganos vitales, sino brazo y pierna, habían perdido mucha sangre.
Aquel viernes 13 de noviembre, Psenny estaba leyendo en su departamento, pero tenía encendido el televisor, como "ruido de fondo" y porque quería luego ver un "téléfilm". Eran las nueve y media de la noche. Cuando escuchó los primeros tiros, creyó que venían de la tele, hasta que se hicieron más intensos y repetidos. Entonces se asomó a la ventana de su departamento que da a la parte de atrás del teatro Le Bataclan.
Por instinto periodístico empezó a filmar, mientras preguntaba a la gente que corría: "¿Qué pasa?"
Acostumbrado a que la salida de artistas y de público de esa sala de conciertos puede ser la ocasión de peleas, pensó primero que se trataba de un altercado. De todos modos, instinto de periodista, empezó a filmar. En el video que hizo se lo oye gritarle a la gente que corre: "¿Qué pasa?, ¿qué pasa?".
Se dio cuenta de que era algo más grave que las habituales peleas que había visto en otras ocasiones: la gente salía en desbandada, otros se tiraban por las ventanas y algunos se derrumbaban en el piso tras correr unos pocos metros.
Esa estampida terrible dura unos diez minutos. Pero mientras filmaba, lo llama un colega para avisarle que había ataques terroristas en París y que el Bataclan era uno de los escenarios. Era la escena que él estaba registrando (ver video).
Cuando cesa el tiroteo en la calle, Psenny decide bajar, con la idea de abrir la puerta de su edificio para que la gente pudiera refugiarse en el hall y en el patio interno.
Se asoma a la calle, no ve a los tiradores, pero sí a un joven de remera roja, herido, tirado en el piso. Otra persona que estaba allí y a la que no volvió a ver lo ayudó a arrastrar al muchacho –luego supo que su nombre era Matthew- al interior del edificio. Cuando fue a cerrar la puerta, sintió un estallido y algo en el hombro. Vio saltar la sangre y en ese momento se reinició el tiroteo.
Cundió el pánico en el hall. Un matrimonio vecino los auxilió, llevándolos a él y a Matthew hasta su departamento en el 4° piso. Psenny llamó a su amiga médica para que lo instruyese en los primeros auxilios. "Matthew me preocupaba, porque vomitaba, estaba muy pálido, aunque consciente. Llamé al diario y les dije que estábamos encerrados en ese departamento y que era absolutamente necesario que nos evacuaran para poder ir al hospital".
Pero durante el tiempo que duró la toma del Bataclan, unas tres horas, la policía prohibió toda salida o entrada de cualquier persona en las calles adyacentes.
"Mi angustia era pensar que nos íbamos a desangrar porque nadie podría venir a ayudarnos"
"Empezó entonces una larga espera de tres horas, durante las cuales, a pesar de los torniquetes y algunos calmantes que pudimos tomar, la cosa se empezaba a complicar para nosotros. Mi angustia era pensar que nos íbamos a desangrar y que nadie podría venir a ayudarnos. Pero finalmente vimos el fin de la toma con la entrada de la policía al Bataclan por televisión y entonces nos asomamos a las ventanas para pedir auxilio", contó Psenny a un colega de Le Monde.
Cuando por fin Daniel y Matthew fueron evacuados y asistidos por las ambulancias ya era la una de la mañana del 14 de noviembre.
Cuando le preguntan si siente orgullo por lo que hizo, Psenny dice con humildad que actuó "instintivamente" y que tampoco "fue un kamikaze de ir a buscar heridos bajo las balas", sino que lo hizo cuando pensó que "la cosa se había calmado". "Fue por un lado el reflejo profesional de filmar un acontecimiento que puede ser noticia, y por otro lado el reflejo humano de no dejar que alguien se muera delante de uno", reflexiona.
"Salvamos una vida, salvamos a la humanidad, y la vida que es más fuerte que la barbarie", dice.
"Se puede ser testigo y actor a la vez, pero fueron las circunstancias las que lo hicieron; si no hubiesen cesado los tiros, tal vez no habría ido a buscar a Matthew", concluye, lejos de todo alarde.
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