"Cada cabeza que se levanta desencadena nuevas ráfagas"

Testimonio de un joven que, tras tener al tirador a menos de dos metros, pudo escapar del Bataclan por un ducto de ventilación. "Sobre el techo, nos abrazamos. Pero los tiros siguen. No estamos a salvo"

AFP 163

Este texto fue escrito 24 horas después del atentado contra la sala de conciertos Le Bataclan, por Benoît, un joven que se encontraba en la sala con su hermano. Fue enviado a la revista Slate por su cuñado, Fabrice Colin, quien cuenta que la noche del atentado su mujer recibió un breve sms de Benoît, que sólo decía "Je t'aime". Sorprendida, demora unos segundos en darse cuenta de que es una despedida. Encienden el televisor y ven el horror en vivo: en el Bataclan hay terroristas disparando contra el público, y los dos hermanos de su esposa están allí.

A la madrugada, se produce el reencuentro: ambos están a salvo, pero en shock. Cuentan una y otra vez lo sucedido, y Fabrice alienta al mayor de ellos a ponerlo por escrito.

Este es el relato de lo vivido por Benoît y su hermano M.

Primero son fuertes chasquidos encadenados.

La música se detiene. Los chasquidos siguen.

Nadie entiende lo que pasa. La gente en los balcones se pone de pie. "Es en el show. Son unos tarados".

Delante de nosotros, el ingeniero de sonido verifica su consola y termina por iluminar la sala.

Los tiros de kalashnikov tapan los gritos. Los músicos arrojan sus instrumentos y huyen del escenario.

La gente se amontona, tratando de llegar a las salidas de emergencia del foso, adyacentes al escenario.

Las ráfagas no cesan, pero el ritmo se hace más lento a medida que suenan las descargas.

Cada cabeza que se levanta desencadena nuevas ráfagas.

Los gritos no se apagan. Se oye ruido de pasos sobre el escenario, luego de cuerpos.

En el balcón terminamos por escondernos entre las filas de asientos.

Cada cabeza que se levanta desencadena nuevas ráfagas.

M. y yo tratamos de dirigirnos hacia la salida de la derecha, reptando. Muchos se quedan en el suelo, congelados, petrificados, mudos.

Nos hablamos con M., para tranquilizarnos, para localizarnos entre los asientos. Y estar seguros de que nuestra progresión es homogénea.

M. llama al 112, termina por conseguir un interlocutor que hace mil preguntas en medio de los tiros. Se corta la llamada.

Llegados al final de la hilera, le digo a M.: "Vamos, lánzate hacia la puerta".

Esa puerta que creemos es una salida de emergencia.

Somos muchos los que llegamos hasta ahí. Yo paso y me detengo. En el tropel, sostengo la puerta para tratar de agarrar a mi hermano. La gente se lanza una sobre otra, para evitar los tiros que no sabemos de dónde vienen.

Así quedó el interior de la sala Le Bataclan, tras los atentados del 13 de noviembre 163

Frente a frente

M. no está. Agachado, me quedo junto a la puerta, manteniéndola abierta y empujando a la gente con tanta fuerza como deseos tengo de ver a mi hermano entre ellos.

Pero él no está en la oleada.

Los tiros siguen con tanta intensidad como los gritos. Es decir, cada vez menos frecuentes, cada vez más precisos. Nadie habla. Sólo los gritos y las balas hieren el silencio.

Mis ojos se levantan un poco más y ven al asaltante, con el fusil en bandolera

Mis ojos recorren el pasillo de pocos metros y dan con M., agazapado detrás de un asiento, listo para saltar. Luego me dirá que un tirador, que apuntaba al foso, se le acercaba peligrosamente, a menos de dos metros.

Mis ojos se levantan un poco más y ven al asaltante, ahora con el fusil en bandolera.

A espaldas de mi hermano. Frente a mí.

Mi hermano entre nosotros. Se me corta el aliento. Vamos a morir aquí y ahora.

El asaltante dice: "Todo saldrá bien, no se inquieten".

Cosa surrealista, el terrorista, sin apuntarme, me hace señas de cerrar la puerta de salida frente a la cual me encuentro, sin que yo sepa si está dispuesto a dejarme ir o no.

Me levanto y le suplico que deje pasar a mi hermano y a mi vecino.

Los dos últimos del pasillo, que no ven a este hombre detrás, reptan, saltan y se encaminan a la puerta de forma tan poco académica como lo dicta su elevado instinto de supervivencia.

Dejándolos pasar, me hace nuevamente seña de cerrar la puerta.

Los tiros siguen. Cierro la puerta detrás de mí y de mi hermano tan rápido como puedo.

En el techo

En el cuartito al que accedemos, de tres metros por dos, hay una escalera sin salida, un conducto de ventilación de tres o cuatro metros de alto y la puerta hacia el horror.

Mi hermano bloquea la puerta con sus piernas. Y espera que la muerte venga a golpearnos

M. y yo la trabamos con ayuda de un extinguidor. Mi hermano la bloquea con sus piernas. Y espera que la muerte venga a golpearnos.

Detrás de nosotros una treintena de personas se ayudan a trepar por el conducto y gente que está en el techo atrapa con dificultad las manos húmedas y asustadas de las víctimas del ataque.

Una a una, las personas van siendo evacuadas de esta trampa mortal. Seguimos sosteniendo la puerta. Durará varios minutos el pánico, la cólera, el miedo de hacerse disparar a través de la puerta.

Ya no quedan más que cinco o seis en el cuartito. Agarro a mi hermano por la fuerza y lo coloco en medio de esta escalera humana gritándole que hace demasiado tiempo que sostiene la puerta y que eso ya no sirve para nada. Estoy petrificado por la idea de salir sin él, ya sea indemne o con los pies para adelante.

Se niega: "¿Quién la va a sostener? Entramos últimos, nos toca a nosotros".

Acto de nobleza o angustia paralizante, no le dejo opción y lo posiciono entre los próximos a subir. Contrariado, termina por dejarse llevar.

Los jóvenes alrededor nuestro entienden la situación y lo eyectan de la exigua sala por la apertura que da al techo.

No sabemos nada de los atacantes, su nombre, sus motivaciones, su plan

Una vez arriba, aúlla: "¡Saquen a mi hermano!" Paso después de los que lo siguieron a él. Sobre el techo, nos abrazamos. Pero los tiros continúan. No estamos a salvo.

No sabemos nada de los atacantes. Su nombre, sus motivaciones, su plan. Hay que moverse.

Trepamos al techo del Bataclan, deslizándonos en la noche.

Una silueta enorme y rectangular nos interpela con voz grave: «Vengan, acá estarán seguros».

Dudamos un poco, pero, ¿tenemos opción realmente?

Nos acercamos y percibimos una ventana abierta con una iluminación muy débil.

La espera

Entramos cada uno a su turno en una minúscula habitación donde dos chicas asustadas nos preguntan si hemos visto a su amigo. Avanzamos dentro del departamentos, sumergido en la oscuridad y abarrotado con las decenas de personas que habían subido por el conducto de ventilación.

Tenemos un reflejo tonto pero que parece tranquilizarnos: meternos en la buhardilla del departamento hasta llegar a una chimenea. Ya hay varias personas allí. M. se tapa con una colcha, me pongo a su lado, detrás del muro. En ese momento, estamos persuadidos de que los asesinos van a seguirnos para ejecutarnos en este departamento que no es más que el tercer piso del Bataclan.

Empiezo a enviar mensajes de amor a mis allegados. M. hace lo mismo. "Te quiero". "Esto es la mierda".

Más Noticias

Racing goleó al Cruzeiro y es el nuevo campeón de la Copa Sudamericana

La Academia se impuso 3-1 a la Raposa con los goles de Gastón Martirena, Maravilla Martínez y Roger Martínez y cortó una racha de 36 años sin títulos internacionales

Iron Maiden en Colombia: este sería el setlist de la icónica agrupación de heavy metal en El Campín, de Bogotá

La banda inglesa iniciará su paso por Sudamérica en la capital del país, el próximo domingo 24 de noviembre, en la que se convirtió en una de las presentaciones más esperadas y anticipadas del año

Sicarios asesinan a conductor de la línea ‘El Rápido’ en SJM: testigos relatan aterrador ataque

El crimen ocurrió mientras el chofer dejaba y recogía pasajeros en un paradero. Los disparos también alcanzaron a un pasajero. La empresa ya había recibido amenazas de extorsión, y los conductores protestan exigiendo mayor seguridad ante estos ataques.

Analizan suspender al juez federal Marcelo Bailaque, sospechado de conexiones con un poderoso narco de Rosario

El Consejo de la Magistratura sesionará próximo martes. Además de sospechas de favorecer al capo Esteban Lindor Alvarado, se lo investiga por incumplimiento en los deberes de funcionario público, prevaricato y posibles maniobras de corrupción

Juan Fernando Quintero hace historia en el fútbol colombiano: logró importante marca con Racing

Aunque el colombiano salió con molestias en su tobillo en la final de Copa Sudamericana, consiguió un hito difícil de alcanzar para los cafeteros