El patio del penal de Caseros vuelve a vivir. La dirección de arte de Underground, la productora de Sebastián Ortega y Pablo Culell, fue al menos meticulosa: construyó en el patio una serie de más de 20 ranchos de aglomerado y cartones, entre altares del Gauchito Gil. La idea de la escenografía fue formar una villa dentro de un penal, el nivel más bajo en el sistema de castas de una prisión ficticia. Y se ve al menos creíble.
Ortega y Culell conocían bien Caseros: filmar allí fue la clave de su éxito consagratorio, "Tumberos", su fábula carcelaria de 2002 que ubicó a América en el mapa del rating. 13 años después, hubo que trabajar un poco; se necesitó reparar los techos llenos de filtraciones, entre otras reparaciones. La sala de computadoras es una ruina, viejos monitores y servers juntan polvo y óxido; un árbol de moras salió de la nada a pocos metros del patio. Pero el ambiente opresivo de los pasillos y las rejas sigue: el clima está intacto.
A trece años de "Tumberos", de cara a éxitos recientes como "Viuda e Hijas" o "Historia de un Clan", Ortega y Culell buscaron veracidad e impacto para nueva serie, una suerte de regreso a las fuentes. "El Marginal", un unitario co-producido con la TV Pública de 30 capítulos con fecha de salida a definir, bajo una idea original de Adrián Caetano –uno de los creadores de "Tumberos", precisamente– con libro de Guillermo Salmirón, refleja la historia de un policía caído en desgracia interpretado por Juan Minujín al que un juez federal se le ofrece un trato peculiar: infiltrarse en un penal dirigido por Gerardo Romano, una suerte de César tiránico en el texto, para desbaratar a una banda de secuestradores que tomaron a su hija desde el penal mismo. También hay un interés romántico, una trabajadora social interpretada por Martina Gusmán. La trama tiene un giro perverso: el juez federal tiene una larga guerra con la banda de secuestradores. El rapto de la hija del juez es una vendetta por una "mejicaneada", el robo de 100 kilos de cocaína en un operativo. Ya preso, el personaje de Minujín es librado a su suerte.
No solo el penal de Caseros es el baño de realidad en la serie, en una producción meticulosa a cargo de Gullermo Errico y Vanina Martorilli. Hay extras pagos; gente de la Villa 31, otros ex presidiarios directamente, con tiempo cumplido en la cárcel de Marcos Paz. El personaje de Minujín cae preso para entrar al penal en un operativo en la Villa 31 misma: se filmó en locación cerca del Playón Este, a pocas cuadras de la terminal de Retiro, donde hierve un conflicto que mezcla a narcos peruanos y paraguayos bajo la sombra del peligroso "Ruti" Ramos Mariños, enemigo de Marco Estrada González en la 1-11-14 del Bajo Flores. Culell, director de producción y contenidos de Underground, apunta en diálogo con Infobae: "Tiene un nivel de violencia alto. Ya en el primer capítulo se apuñalan. Es un policial de género en una cárcel. Tienen que estar los roles dramatúrgicos bien asentados, un héroe no es el que está del lado del bien. No queríamos volver a hacer algo tan grandilocuente, tan épico. Es una serie clásica".
¿Cómo se llega a esta idea?
En realidad se llega a esto por dos razones. Primero, tuvimos una posibilidad de hacer una co-producción con la TV Pública; tenían ganas de trabajar con nosotros hace mucho tiempo. Sebastián, desde que hicimos "Tumberos", siempre quiso volver a hacer algo en la cárcel. Había tenido una gran repercusión pública, quedó como un programa que marcó una época. Pero "Tumberos" expresó a una sociedad post-crisis, con una mediatización muy alta del delito. Caetano, en un planteo más lírico, planteaba qué era el bien y qué era el mal, quiénes estaban adentro y afuera.
En "El Marginal" ese planteo se repite.
Pero sin hacer una bajada tan ideológica. De 2002 para acá es otra la realidad. "El Marginal" es un policial de género, pero no se busca hacer una radiografía social de un punto de vista ideológico, sí de lo que uno ve en el aquí y ahora. Cuando la TV Pública nos ofrece esto, Sebastián piensa intentar lo mismo que se hizo con "Tumberos". América TV estaba cuarto cuando se hizo el programa. Creemos que si uno va a un canal que no tiene niveles de audiencia muy alto, al menos hacer algo llamativo, provocador, genera un interés en ese canal. Más allá de que tenemos ganas de contar historias de que nos llama la atención. Y estaba la posibilidad de volver a hacer unitarios, con esta cuestión de fomento a la industria audiovisual. Las emisoras privadas muy difícilmente pongan dinero en un unitario, por la cuestión de recupero y costo-beneficio, no es negocio. Solo es negocio si vendés el formato al mundo.
¿Se busca otra plataforma más allá del aire? Hoy un unitario vive y es exitoso en Netflix, por ejemplo.
No lo sé. Al ser una producción económica de la TV Pública más allá de nosotros, tienen también injerencia en cómo se va a mostrar. Seguramente va a haber alguna plataforma del Estado y después se verá. TNT, que nos apoyó en "Historia de un Clan", está interesada. Las compañías internacionales on-demand, que reformulan el negocio, permiten que estos formatos se sigan haciendo. Un poco fue eso; la oportunidad de un unitario con apoyo estatal y contar historias que nos cautivan.
El género policial, al menos en periodismo, siempre es consumido por el público. ¿Vieron una avidez para lanzar una serie así?
Dentro de los géneros mundiales, el policial está entre los primeros. También depende de cada sociedad de qué modo se representan y lo que sucede en cada momento. Hay algo que tiene que ver con el morbo, de saber, de meterte, al estar todo tan expuesto. Uno vive cosas como si estuviesen al lado de su casa. Hay una identificación en lo que siente que sucede alrededor.
Para Juan Minujín, "el policial siempre tiene algo que atrae. El policial social, más todavía, en países donde lo social está mezclado con el delito. La calidad de la serie va a llamar la atención. Mi personaje se mueve en un ámbito carcelario donde todo tiene precio, un entramado social parecido al mundo exterior. No sólo está el capanga y sus súbditos. Se ve la corrupción en todos los planos. En los penitenciarios, en los presos y en la Justicia". Encontró algo enriquecedor, por otra parte, en trabajar con ex presos y gente de la Villa 31: "Son compañeros de trabajo. Cada uno tiene su historia y vamos hablando. Sufren mucho el prejuicio".
El personaje del juez federal, a simple vista, se convierte en el villano real de la serie. ¿Es una crítica al Poder Judicial? La conclusión parece obvia, de cara a una serie emitida y producida por la TV Pública, tras años de conflicto entre el kirchnerismo y ciertos magistrados de Comodoro Py. Minujín dice: "La crítica no es solo al Poder Judicial, no puntualmente. La crítica es a todo el sistema que abarca, Justicia, presos y policía. Sí se habla de la corrupción". Culell, por su parte, niega que haya una crítica puntual: "El juez representa el poder corrupto, o parte de ese poder. Sufre el secuestro de su hija, producto de una mejicaneada a dos narcos. Lo que se cuenta es una absoluta ficción".
El productor también niega que la TV Pública, tras negociaciones para el programa con directivos como Tristán Bauer y Martín Bonavetti, haya pedido tener injerencia en los libros "justamente porque la serie no hace una bajada. Es una ficción absoluta. No hay una crítica dirigida a lo que sucede en la Argentina. Quizás es una crítica a la naturaleza del poder o la naturaleza humana. También, no podemos ser ingenuos, hay una relación con el narcotráfico, cierto sector del poder y de la sociedad. Está dentro de un contexto. Obviamente leen los libros, pero no hubo ningún tipo de observación, sino una libertad total".