Para comprender el accionar del Estado Islámico (ISIS) y su concepción global del Califato universal, indefectiblemente hay que retrotraerse a aquel efímero plan que sentó las bases del ISIS actual implantado en Irak en 2006.
La derrota a manos chiitas en las elecciones iraquíes, la represión y el sentimiento de abandono de los suníes explica -aunque no justifica- el desmedido apoyo que terminarían dando a la doctrina salafista, según la cual, cualquier persona que no comulgue con su visión sobre el Islam, sea musulmán o infiel, es declarado apóstata, lo que lleva a su inmediata condena a muerte.
A finales de 2004, Abu Musab Al-Zarqawi cambió el nombre de su organización por el de Al-Qaeda en el País de "los Dos Ríos" -nombre de Irak, en referencia al Tigris y el Éufrates- autoproclamándose Emir de Al-Qaeda en la Mesopotamia y, en 2005, asociado con otros movimientos del Consejo de la Shura de los Muyahidín, terminaría sentando las bases del primer proyecto moderno del Estado Islámico.
El Estado Islámico de Irak (ISI), como fue bautizado primigeniamente, nació sin que Zarqawi pudiera verlo: él fue abatido en un ataque estadounidense en junio de 2006. Aquí es donde aparece su joven sucesor egipcio: Abu Osama Al-Masri, quien se encargó de anunciar su creación, en octubre del mismo año. Sin embargo, Al-Masri no sería su líder, el elegido fue "Abu Bakr Al-Baghdadi", quien dio al grupo el rostro iraquí necesario para aglutinar los primeros apoyos en la Mesopotamia.
Aquel califato islámico llegó a extender su poder desde Mosul y Bagdad a las provincias suníes de Anbar y Diyala hasta Nínive, Salahadin, Kirkuk y Babel. Así, amplió exponencialmente los atentados en todo Irak: chiitas, cristianos, yazidíes, pero también sunitas se convirtieron en sus objetivos. Todos eran considerados infieles (Khuffars) a ojos de los herederos de Zarqawi.
Ese proyecto de califato comenzó financiándose con secuestros, donaciones exteriores y el control de instalaciones petrolíferas, conseguía armas saqueando las posiciones militares que tomaba y creó un completo proyecto de Estado con la burocracia que eso conlleva. Ello dio lugar a lo conocido actualmente como ISIS, cuando se incluyó porciones de territorio de Siria bajo su dominio.
El nuevo Califa, Al-Baghdadi, mucho más estratega que su antecesor Zarqawi reclutó adeptos de todo el mundo árabe, Europa, Australia y EEUU pero también exportó células e ideología a grupos afines en Libia, Túnez, Egipto y Gaza. El escenario de las "primaveras árabes" favoreció su expansión. La caída de Hosni Mubarak en Egipto impulsó el salafismo de la Hermandad Musulmana, aliada -hasta ese momento- de forma encubierta con Al-Baghdadi.
Los Hermanos Musulmanes tomaron el poder en Egipto a través de elecciones y Mohamed Mursi fue electo presidente. Fue allí cuando emergió nuevamente la influencia del joven discípulo de Al-Baghdadi: Abu Osama Al-Masri, el mismo que hoy es sindicado por las agencias de inteligencia occidentales y egipcias como el ideólogo del ataque terrorista que derribó el avión ruso de la empresa Metrojet con 224 personas a bordo en el Sinaí.
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Cercano al poder
Abu Osama Al-Masri dirigió el aparato de seguridad del presidente Mursi durante un año, en que -según la inteligencia egipcia- reclutó cientos de elementos radicales de Libia y Túnez. Con la caída de Mursi, encabezó las revueltas y la breve resistencia que fue aplastada rápidamente por las fuerzas armadas egipcias. Decenas de islamistas fueron encarcelados en El Cairo, entre ellos el propio presidente Mursi.
Con el ascenso a la presidencia del General Abdelfatah Al-Sisi; Sheikh Abu Osama Al-Masri pasó a la clandestinidad formando su grupo terrorista denominado "Ánsar Al Islamiyye" (soldados islámicos) también denominado "Ánsar Al-Shams" en mención a la región donde el grupo se extendió cuando en 2014 emitió un comunicado informando que ampliaba sus operaciones a zonas de Siria en apoyo del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS).
Con su aparición en la guerra civil siria, Abu Osama Al-Masri trató de tomar el control de un grupo menor, pero afín a sus postulados: Sheish al-Nusra, incorporándolo a un nuevo grupo denominado Estado Islámico de Irak y Levante (territorio que, en términos islamistas, incluye Jordania, Líbano, Palestina, Israel, Chipre y parte del sur de Turquía) proponiendo al grupo una evolución transfronteriza del ISIS. Pero el Frente Al-Nusra se negó a seguirlo.
Su doctrina salafista lo llevo a enfrentarse con el resto de los actores del conflicto sirio, pero ni siquiera la ofensiva generalizada de grupos armados, Al-Nusra incluido, a finales de 2014 minaron la fuerza de la organización de Abu-Masri quien publicitó a gran escala -aunque sus dichos nunca pudieron ser verificados sobre el terreno- sus combates y las bajas que sus hombres ocasionaron a los chiitas de Hezbollah.
A Moscú y los europeos no pareció molestarles la presencia de Ánsar Al-Islamiyye en Libia, en Egipto, ni siquiera en Siria, hasta que la violencia contra sus civiles se manifestó con el trágico ataque al avión de Metrojet.
Hoy, para Putin, el nombre de Abu Osama Al-Masri es el equivalente al enemigo público número uno de Moscú que, a pesar de haber hecho saber que agradece a Egipto la investigación y su buena voluntad para atrapar y castigar a los culpables por el ataque terrorista sobre el avión de bandera rusa. También ha dicho que ellos se encargarán de esa tarea de forma prioritaria.
Estas declaraciones rusas abren un escenario no solo de fricción con El Cairo, sino que amenazan con extender las operaciones de los aviones de combate de Moscú al espacio aéreo egipcio, lo cual puede generar una grave profundización de la crisis regional.