¿Por qué el ejercicio puede detener el envejecimiento?

Un estudio conjunto entre las universidades de Mississippi y California descubrió una relación "felizmente" opuesta entre la actividad física y el deterioro celular. Los detalles

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Parece casi una cuestión lógica, de sentido común, pero ahora –además– la ciencia comenzó a dar las primeras razones para que en el futuro se pueda afirmar que hacer ejercicio retrasa el envejecimiento.

Todo surgió de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Mississippi y la de California en San Francisco, quienes indagaron en la relación entre el ejercicio y los telómeros, en una amplia franja etaria.

En la actualidad, la ciencia comenzó a determinar la edad biológica de una célula a través de la longitud de los telómeros: los tapones diminutos que se encuentran en el extremo de las cadenas de ADN y que lo protegen del daño durante la división celular y la replicación.

Los telómeros, como las células, envejecen por factores como obesidad, tabaquismo, insomnio y diabetes.

El primer indicador científico sobre esto se produjo cuando descubrieron que los deportistas de élite tenían los telómeros más largos que las personas sedentarias de la misma edad. Lo mismo sucedía con las mujeres mayores que tienen el hábito de caminar o realizan algún tipo de ejercicio, aunque sea moderado, por sobre aquellas que no hacen nada.

Con esta base, los investigadores de las universidades de Mississippi y California acudieron a un banco de información de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, de la que reunieron datos de alrededor de 6.500 participantes, de entre 20 y 84 años.

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Las personas participantes de la encuesta respondieron a preguntas anuales sobre su salud, incluidos sus hábitos de ejercicio, realizaron un examen de salud en persona y, además, proporcionaron una muestra de sangre, que fue utilizada para medir la longitud de los telómeros en las células blancas.

Luego los clasificaron en cuatro grupos, en función de cómo habían respondido a las preguntas sobre el ejercicio.

Los interrogantes hicieron referencia a los distintos tipos de ejercicios más comunes, como si habían levantado pesas, si realizaban caminatas, corrían o andaban en bicicleta. Cada persona que aceptaba realizar al menos uno de esos ejercicios sumaba un punto y así sucesivamente su hacían más de un tipo. Luego, los investigadores compararon la longitud de los telómeros de cada persona.

Los resultados fueron evidentes: por cada punto que alguien ganó de cualquier tipo de ejercicio, sus riesgos de tener telómeros inusualmente cortos disminuyeron significativamente.

Las personas que realizaban una actividad tuvieron un 3% menor de probabilidad de tener telómetros muy cortos con respecto a los sedentarios. A medida que una persona hacía más ejercicios el margen fue ampliándose: los que reportaron dos tipos de ejercicio tenían un 24%; los que hacían tres tipos de ejercicio, 29%, y los que habían participado en los cuatro tipos de actividades tenían un 59%.

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"La mediana edad puede ser un momento clave para iniciar o mantener un programa de ejercicios si se desea evitar que los telómeros se encojan", dijo Paul Loprinzi, profesor asistente de salud y ciencias del ejercicio en la Universidad de Mississippi.

Loprinzi fue co-autor del estudio junto a Jeremy Loenneke, también de la Universidad de Mississippi, y Elizabeth Blackburn, profesora de la Universidad de California en San Francisco, quien en 2009 obtuvo el Premio Nobel por el descubrimiento de la naturaleza molecular de telómeros.

Sin embargo, para Loprinzi la investigación "no demuestra que el ejercicio realmente causa cambios en la longitud de los telómeros", sino que "solo que las personas que hacen ejercicio tienen telómeros más largos".

Además, el estudio tampoco puede identificar qué cantidad de ejercicio es necesario para mantener el largo de los telómeros. "La encuesta preguntó solamente si una persona realiza o no ejercicios, ni con qué frecuencia", dijo Loprinzi.