Aeropuertos en alerta tras la tragedia del Sinaí

Varios países han tomado recaudos tras la caída del avión repleto de rusos en Egipto, atribuida por el equipo de investigación a una bomba del Estado Islámico. En Turquía, rezan en los aviones

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Los rígidos controles de seguridad
Los rígidos controles de seguridad en el aeropuerto de Estambul 163

Sin maletas, excepto los bolsos de mano, veinte mil ciudadanos británicos y otros tantos rusos han sido evacuados de la ciudad turística de Sharm el Sheikh, Egipto. Los servicios de inteligencia de ese país, de los Estados Unidos, del Reino Unido y de Francia sospechan que una bomba pudo haber derribado el Airbus 321-200 de la compañía rusa Kogalymavia en el que viajaban 224 personas, en su mayoría de nacionalidad rusa, el 31 de octubre, con destino a San Petersburgo. No hubo sobrevivientes. Un grupo afín al Estado Islámico (ISIS), que bien pudo aprovechar como excusa la incursión rusa en la guerra de Siria, se atribuyó el supuesto atentado.

Tanto los Estados Unidos como otros países han reforzado las medidas de seguridad en los aeropuertos. En el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, de la ciudad argentina de Ezeiza, por ejemplo, no era habitual que los pasajeros se quitaran el calzado y los cinturones antes de pasar por el escáner, algo habitual en otras latitudes. Eso ocurrió la medianoche del viernes. En Estambul, escala para continuar a Riad y los países árabes, lo usual tuvo esta vez otro significado: en el avión hubo un profundo silencio cuando, después de recitar los recaudos de seguridad, una voz en off masculina leyó con tono de plegaria algunos párrafos de El Libro de la Oración Musulmana. Lo hizo en árabe, turco e inglés.

En Estambul, una voz en off masculina leyó con tono de plegaria algunos párrafos de 'El Libro de la Oración Musulmana'. Lo hizo en árabe, turco e inglés.

En Turquía, a su vez, varios militantes del ISIS han sido detenidos en las últimas horas en prevención de la cumbre del G-20, prevista para el 15 y el 16 de noviembre. Otra cumbre, la de los países árabes y de América del Sur, se realiza en estos días en Riad. Frente al desplazamiento de mandatarios y monarcas de diversos confines, las medidas de seguridad se han intensificado en forma disimulada en los aeropuertos, de modo de no cumplir con el afán del terrorismo de infundir miedo, más allá de que el grupo afín al ISIS haya sido el responsable de la tragedia del Sinaí. No por nada Barack Obama convalidó la hipótesis y tanto David Cameron como Vladimir Putin dispusieron el retorno de los ciudadanos de sus respectivos países.

En Arabia Saudita –cuyo reino observa con lupa desde el acuerdo nuclear de Occidente y Rusia con su archienemigo en la región, Irán, hasta el desenlace de la guerra siria, en la cual le ha bajado el pulgar al presidente Bashar al Assad–, los ministros de Exteriores árabes y sudamericanos barajaron en los pasillos meras conjeturas sobre la tragedia del Sinaí mientras, en el recinto, debatían sobre las relaciones entre ambos bloques. Los árabes pusieron una condición: que los gobiernos sudamericanos abracen la causa palestina y reconozcan el Estado en cierne con los límites previos a la guerra de 1967. En medio del caos regional, los nuevos enfrentamientos entre Israel y Hamas cobraron luz propia.

Si bien los investigadores egipcios de la tragedia del Sinaí procuraron bajarle decibeles a la sospecha de un atentado, la grabadora de la cabina del avión registró un fuerte ruido a bordo 24 minutos después del despegue. ¿Explotó el motor, el tanque de combustible o una bomba? En eso terciaron los investigadores franceses, convencidos de que no se trató de un fallo técnico.

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En su cuenta de Twitter, ISIS señaló que detrás del desastre había una bomba, no un misil. La respuesta ha sido el éxodo masivo de ciudadanos británicos, rusos y, en menor medida, de otros países de Europa occidental, dispuesto por sus gobiernos.

Los rusos, cuyo gobierno violó el derecho internacional en Ucrania con la anexión de la península de Crimea, apoyó el acuerdo de Occidente con Irán e intervino en Siria, representan casi un tercio de los turistas que visitan Egipto cada año. El daño, más allá de la tremenda pérdida de vidas, tiene varios ribetes, haya sido un atentado cometido por la filial local del ISIS, dirigida por el predicador egipcio Abu Osama al Masri, o una venganza de los Hermanos Musulmanes, al cual pertenece el efímero presidente egipcio Mohamed Mursi, sucesor del faraón Hosni Mubarak tras su caída en la Primavera Árabe. Lo derrocó el general Abdel Fatah al Sisi, actual mandatario de Egipto. Está en prisión, condenado a muerte.

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