La corrupción se encuentra en niveles críticos en América Latina y está entre las regiones más afectadas del mundo. Y esto tiene efectos concretos. Un país que la ataca efectivamente puede incrementar su Producto Bruto Interno (PBI) hasta en un 300%. También mejora la salud y la educación. Y ataca la desigualdad. Cuanta más corrupción, más desigualdad.
Los datos y sus conclusiones se desprenden de la base de datos de los indicadores de gobernabilidad elaborados por investigaciones del Banco Mundial y el propio Daniel Kaufmann, presidente del Natural Resource Governance Institute (NRGI).
"Hay vulnerabilidades en América Latina en cuanto cómo se usan (o 'desvían') fondos públicos presupuestarios, sobornos en las licitaciones públicas y en decisiones judiciales", aseguró Kaufmann.
De los seis indicadores que componen el índice de gobernabilidad, dos son especialmente sensibles a lo que hacen las autoridades ante el desvío de fondos públicos: el del Control de la Corrupción y el de la calidad del Estado de Derecho, clave para mejorar el frenar los casos de sobornos.
Venezuela aparece como el peor de la región y uno de los peores del mundo: de 209 países analizados, figura en los puestos 199 y 208 en cada uno de estos indicadores. Y, Argentina, 140 y 171, respectivamente. "Durante los últimos 15 años, la Argentina no ha mejorado, al contrario", detalló Kaufmann.
–¿Por qué la corrupción, un tema tan importante, aparece en la agenda sólo cuando la economía cae?
–En Brasil, Chile y Guatemala es número uno en la agenda, por lo que varía mucho en el continente y el mundo. En primer lugar, depende de cuánta importancia les dan la ciudadanía y los empresarios. Países que están muy mal por razones económicas tienen otros temas en agenda. El segundo punto es que, cuando surge un escándalo importante sobre la corrupción, hay más conciencia por parte de la ciudadanía. El otro aspecto importante es la tolerancia de la ciudadanía en cuanto a la impunidad y la corrupción. Hay cierta disminución en la tolerancia en casos como el brasileño, chileno y Guatemala. Hay países donde el problema de impunidad y corrupción ha sido tan histórico, por tanto tiempo, que quizás toma más tiempo para que la tolerancia disminuya. Un punto más que cabe recalcar es la calidad y la independencia del sistema judicial. Brasil, por ejemplo, tenía un nivel de corrupción relativamente alto, hasta que hace 10 años comenzó a fortalecer la calidad del Poder Judicial. Que Marcelo Odebrecht esté preso hubiera sido impensable hace una década. Y ahora se fortaleció el Poder Judicial. Chile tuvo una tradición de un sistema judicial independiente. El caso guatemalteco tuvo una ayuda extranjera. Es importante un sistema judicial independiente.
–¿En qué momentos aflora el tema en la agenda pública?
–Varía. Un punto importante es que cuando hay un escándalo es una gran oportunidad para que surja el tema en la opinión pública, pero sobre todo cuando ese escándalo es nuevo, cuando no existió desde siempre. Un ejemplo es el caso Petrobras, en el que toda la dirigencia está involucrada. Cuando tienes otros países, como Venezuela, donde esto estuvo ocurriendo durante mucho tiempo, los casos no se convierten en emblemáticos tan fácilmente. Los casos chilenos (Penta y Caval) en otros países no serían noticias. Un shock económico negativo puede ser importante porque la ciudadanía se pregunta: ¿qué hicimos durante la época del auge y que estamos haciendo ahora? Las crisis de Brasil y la caída del cobre en Chile lo demuestran.
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–¿Qué desafíos enfrentan los países más corruptos de la región?
–Venezuela es de los países más corruptos no sólo de América Latina sino de todo el mundo. La Argentina sale con muchos desafíos pero no tantos como otros casos de la región. Relativamente hablando, el sistema judicial en Argentina no es percibido como independiente o particularmente fortalecido como en Brasil y Chile. También hay un tema de la importancia relativa de distintos temas. En este momento, en la Argentina lo más importante es la economía por razones obvias.
–¿Cómo se puede medir la corrupción en forma efectiva?
Las mediciones de corrupción están basadas en percepción ciudadana con encuestas; otras son encuestas de empresarios del Foro Económico Mundial; y la tercera fuente importante son las organizaciones que basan sus datos en base a expertos. Recopilamos todo eso y, con un método estadístico, las agregamos todas. Tienen un margen de error pero con el conjunto de todo eso tenemos datos fiables.
–¿Qué impacto tiene esto sobre la gobernabilidad?
–Controlar la corrupción importa para el desarrollo económico del país. Un país que mejora en el control de la corrupción en forma realista causa un incremento en el PBI de hasta tres veces: del 300%. Pero eso lleva tiempo. Eso es lo que llamamos el "dividendo de la nueva gobernanza". Lo hemos visto en Chile, Botsuana y África, lugares que eran mucho más corruptos hace 30 años, mientras que otros que no controlaron la corrupción se quedaron atrás. También mejora la salud, la educación y otros aspectos sociales. Ataca la desigualdad. Cuanta más corrupción, más desigualdad.
–¿Cómo se la puede combatir?
–Lo primero es reconocerla. Decir "Houston, we have a problem". No debe ir gente de afuera y decirle al país lo que debe hacer. Cada cosa hay que hacerla de acuerdo a la realidad del país. Hay que cambiar el funcionamiento de la democracia interna de los partidos políticos. Pero hay que ser realista y dar incentivos a los países para cambiar su sistema. En algunos empiezan con reformas políticas, pero en otros es más realista empezar con la reforma judicial, con la meritocracia en la designación de jueves, la transparencia de los fallos. También está la Policía, sobre todo en países donde la corrupción está relacionada con el narcotráfico. El otro tema crucial es el tema de las licitaciones en los contratos públicos. Esa es un área pendiente: hay mucha corrupción. Tiene que haber más transparencia, empezando con la ley de acceso de información. En el área de la sociedad civil se puede avanzar bastante.
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