Las "cortadoras". Así se conoce a las mujeres que llevan adelante una de las prácticas más sangrientas de algunos países de África: la mutilación genital femenina (FGM, por sus siglas en inglés). A pesar de estar prohibida, Kenia es donde se realiza la mayor cantidad de intervenciones de este tipo.
Este tipo de prácticas se llevan a cabo por cuestiones religiosas o culturales y existen tres formas: la remoción total o parcial del clítoris; la ablación del clítoris y el labio interno; el estrechamiento del orificio vaginal. Este último es el más sangriento de todos: incluye los dos anteriores y la unión de los labios externos.
La periodista Nima Elbagir, de la cadena de noticias CNN, tuvo contacto con dos de estas "cortadoras", quienes le relataron cómo es el brutal procedimiento que mutila a las niñas. Como resulta lógico, el corte no se realiza a la luz del día o en un hospital en condiciones higiénicas óptimas. Por el contrario, suele hacerse de forma clandestina y en situaciones extremas.
"Hawa" y "Fatima", como fueron identificadas las "cortadoras", describen una escena cotidiana en sus vidas. La niña es llevada en secreto a una habitación absolutamente precaria, se la acuesta sobre un plástico que la "aísla" del suelo, se toma una hoja de afeitar y se la mutila. Una botella de alcohol etílico servirá para desinfectar la zona e intentar detener el sangrado. Para la "operación" también suelen usarse otro tipo de objetos para ejecutar la escisión: vidrios, cuchillos y hasta tijeras. Cualquier elemento cortante es válido.
"Sentamos a la niña, alguien le coloca una capucha y la acuesta en el suelo, después cortamos, cortamos tres veces, luego pones el alcohol... en la herida", graficó una de las encargadas del procedimiento a la CNN. Y aclara: "El alcohol es un poco doloroso, pero frena el sangrado".
La mujer también explicó por qué les impiden gritar y las obligan a taparse la boca cuando tienen puesta la capucha obligatoria. "No deben gritar, porque si lo hacen, sus compañeras las despreciarán". "Se tiran hacia atrás y soportan el dolor. No pueden hacer ruido para que las otras niñas no piensen en ello", añadió la "cortadora".
"Limpiamos la herida cada mañana con alcohol etílico, después de dos semanas le sacamos los puntos y vemos si la herida sanó. Ahí le permitimos caminar por la casa un poco. En la tercera semana debería estar bien, pero no puede hacer muchas actividades hasta un mes después, cuando estará bien para volver a su rutina diaria", explicaron.
Las familias someten a sus hijas a este brutal hecho para evitar que sean marginadas. Es una cuestión social, justifican. Además, creen que la práctica podría evitar la promiscuidad. En la actualidad más de un millón de mujeres que viven en Estados Unidos y Europa fueron sometidas a ablaciones en países africanos.
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