El crecimiento y el desarrollo de las economías en la era de la comunicación y la información son colosales. El caso de Estonia es particular, porque fue un país que tuvo dominación danesa, sueca, ocupación alemana con el nacionalsocialismo y dominación rusa. Se independizó de la ex Unión Soviética en 1991, ingresó a la Unión Europea en 2004, adoptó el euro como moneda en 2011 y hoy está llamado a convertirse en el Silicon Valley europeo.
La ciudad apuesta por las nuevas tecnologías. Su búsqueda es ser la capital de la Europa electrónica. A partir de diciembre de 2014 cualquier persona del mundo puede abrir una cuenta bancaria en el país, crear un negocio o trasladar el que tiene a cambio de rebajas impositivas para aprovechar las ventajas de infraestructuras digitales estonias. A través del E-bussiness Register se concede la residencia digital en el día a los extranjeros que lo deseen por 50 euros. Esto lo ha llevado a convertirse en el país con más start up per cápita del mundo con sólo un millón y medio de habitantes.
Aun en Argentina, sin haber pasado por las complejidades políticas estonias, estamos lejos de esto, ya que para abrir una empresa se requieren 14 trámites legales. A su vez, los procesos de liquidación de empresas estonias se pueden hacer por internet. En Argentina, en promedio la demora es de dos años y siete meses.
Es muy interesante estudiar el caso estonio, porque mientras la economía analógica está en su madurez, la economía digital está en pleno crecimiento. En el caso de su capital, Tallin, aprovecha el contexto de cambios sociales, culturales y económicos para desarrollarse luego de haber estado pegada a una economía comunista por decenios. Para 2025, el país aspira a contar con 10 millones de e-estonios (es decir, siete veces el tamaño de su población). Las ventajas fiscales lo podrían convertir en un nuevo Delaware (Estados Unidos), donde se encuentran las empresas de tecnología. En 1991 sólo el 50% de su población tenía una línea telefónica. Este país rechazó la propuesta de la telefonía analógica y desarrolló su telefonía digital. En el año 1998 todas las escuelas tenían conexión a internet. La conectividad se considera un derecho humano a partir del año 2000. Hoy goza de una de las velocidades de banda ancha más rápidas del mundo.
A nivel minorista desarrolló el sistema Maksa Mobiiliga (pago con el teléfono inteligente). En los centros comerciales de Estonia los comercios poseen un sticker azul y amarillo que indica que ahí se puede pagar con el móvil. A su vez, crearon el E-Prescription que es un sistema a partir del cual todos los registros médicos se almacenan en línea. De esta manera, farmacias, médicos y hospitales del país están conectados y no se requiere la receta médica en soporte papel. Cuando sus ciudadanos van a comprar los medicamentos, la autorización médica ya está en línea para que el farmacéutico la vea para vender la medicación correspondiente. Sus ciudadanos pagan por las plazas de estacionamiento a través de sus celulares y sus impuestos en línea en menos de cinco minutos.
De acuerdo con el informe del Banco Mundial, Argentina tiene un nivel del 64,7% de conectividad a internet. Según el eMarketer, un 74% de los usuarios argentinos de smartphones utiliza estos dispositivos para acceder a internet y no se observan diferencias significativas entre los distintos niveles socioeconómicos. Actualmente, el parque de smartphones en Argentina es de 11,5 millones de equipos, lo que equivaldría al 28,5% de conectividad de la población a través de este medio. En 2015 Argentina va camino a liderar en América Latina el uso de redes sociales desde móviles, con un 95% de penetración, por encima de Brasil, que llegará al 75,5 por ciento.
Es decir, a nivel de su economía minorista, el país tiene la infraestructura necesaria para avanzar en el desarrollo de sistemas que mejoren las transacciones de bienes y servicios, optimicen sus tiempos y disminuyan los costos. Las debilidades de nuestro contexto son los márgenes de intermediación que ganan los operadores tanto de pago, a través de terminales electrónicas, como las digitales, lo cual conspira contra el crecimiento de la tasa de adaptación de estos sistemas por parte del sector minorista y la tasa de uso por parte del consumidor local.
Los secretos para lograr el desarrollo estonio a nivel tecnológico se encuentran en su programa ProgeTiiger, a partir del cual la programación de computadoras —una habilidad básica en esta nueva era— se enseña en las escuelas junto con las matemáticas y la historia. A su vez, a través del sistema E-escuela, tanto las clases, las tareas como las comunicaciones con los padres se realizan en forma digital. Desde 2012 en las escuelas los chicos aprenden diseño 3D y robótica. Las industrias de alta tecnología representan en la actualidad alrededor del 15% de PBI. En 2013, 19.166 nuevas empresas se crearon en el país, un aumento del 3% respecto de 2012, según los datos estadísticos estonios. Y 2.200 de esos negocios eran autónomos. Tehnopol es un centro de negocios en la ciudad capital que cuenta con más de 150 empresas de tecnología. En este lugar programadores estonios desarrollaron Skype, que ahora es utilizado por las empresas en todo el mundo. En 2005, fue vendido a eBay por 2,6 mil millones de dólares. También en Estonia se desarrolló Kazza (una red de intercambio de archivos).
Mientras en Argentina, Salta y la ciudad de Buenos Aires adaptaron el voto electrónico, sumado a sólo cuatro ciudades del Chaco en la última elección, en el caso de Estonia en 2007 se convirtió en el primer país en permitir el voto electrónico para sus elecciones generales. A su vez, la política y la tecnología digital forma parte de su sistema de gestión para la optimización de sus tiempos a través del E-cabinet, que es un sistema donde se comparte la información relevante y programada sobre las sesiones de Gobierno en una especie de Twitter mediante el cual los ministros pueden retirar cada tema y votar su posición. Esta implementación redujo las reuniones de gabinete que eran de cuatro o cinco horas a entre 30 y 90 minutos.Incluso, en el 2007, Estonia se convirtió en el primer país en llevar a cabo elecciones generales en las que podía votarse a través de internet.