Mauricio Macri dice que ya no quiere ser presidente para demostrarle a su padre, Franco, que él puede solo. Que esa etapa ya pasó. Que ya no existe esa competencia eterna entre padre e hijo: "Ya no, ya no...", repite el jefe de Gobierno porteño. "Lo que pude hacer en Boca me confirmó que tenía la capacidad, en especial que podía liderar sin depender de él. Y en la Ciudad, más todavía. Ahora ya es un tema de la vocación de ayudar", jura el candidato presidencial de Cambiemos. A principio de año, Macri padre había asegurado que su hijo sería "un gran presidente", aunque un año antes también había confesado que el sucesor de Cristina Kirchner tenía que "salir de La Cámpora". Una histórica puja interna que según el líder del PRO se acabó.
Macri está seguro de que la presidencia de Boca Juniors entre 1995 y 2007 y la jefatura de Gobierno porteño desde su salida del club xeneize hasta la actualidad no llegaron solo por ese desafío a la conducción familiar. El verdadero impulso de su vida pública, dice, hay que buscarlo en los quince días que le siguieron a la madrugada del 24 de agosto de 1991. "Son experiencias límite. El maltrato, la vejación, es horrible. Pero si lo lográs superar, que no es fácil, porque lleva mucho esfuerzo personal, finalmente a mí me cambió la vida en todo sentido. Si yo no hubiese sido secuestrado, tal vez mi vida pública no hubiese existido", recuerda el candidato. Ese sábado, tres delincuentes lo sorprendieron en la puerta de su casa, en Tagle al 2800; lo tomaron del cuello, le propinaron un puñetazo en la cara y lo metieron en un féretro en el que apenas cabía, dentro de una camioneta Volkswagen blanca. Vivió un infierno de doce días en el sótano de una casona de la porteña avenida Garay.
"Empezás a convivir con esa nueva realidad de tener que estar en un lugar en el que entraba una cama y un inodoro; la cadena que salía del piso que iba a dos grilletes que yo tenía, un lavatorio y un agujero en el techo por donde bajaban la comida dos veces por día. Si vos me decís que iba a sobrevivir a todo lo que viví en esos quince días, digo 'no, termino en un manicomio o ahorcándome'. Pero al final hay una voz adentro tuyo que te dice 'qué te importa la tapa que acaba de pegarte en la cabeza, tu claustrofobia, si posiblemente te maten'", cuenta Macri. Lo liberaron el 6 de septiembre de ese mismo año, previo pago del rescate. Sus captores formaban parte de la infame "banda de los comisarios".
La anécdota del bigote
Esa vez, Macri pensó que lo mataban. Y hace cinco años, creyó que se moría. Culpa de una de sus pasiones frustradas, el canto, y un bigote de plástico que le cortó la respiración por unos cuantos segundos. "Dije: ¿me estaré muriendo el día de mi casamiento? ¡Qué patético!", se ríe ahora el jefe de Gobierno, que al igual que los otros cinco candidatos presidenciales desnudó su intimidad frente a Santiago del Moro, en el ciclo especial de entrevistas del conductor para Infobae, a días de las elecciones.
La tarde noche del sábado 20 de noviembre de 2010, Macri y Juliana Awada sellaron su amor en el campo familiar de él en Tandil. Cuatro días antes habían pasado por el registro civil. El líder del PRO quiso sorprender a su flamante esposa con una esforzada imitación de Freddy Mercury, mítico cantante de Queen. La presencia del entonces ministro de Salud porteño, Jorge Lemus –uno de los tantos invitados a la fiesta, entre dirigentes políticos, familiares, amigos y famosos–, evitó la tragedia. "Quería cantar en vivo. Me puse un bigote de plástico y, cuando empecé a cantar, en un momento dado tomé aire y el bigote se me metió adentro. Yo quería seguir cantando y no me salía la voz. Y me cuentan mis amigos que estaban ahí enfrente que empecé a ponerme pálido, ¡pálido!, y caí redondo, no podía respirar. Lo único que recuerdo era al ministro Lemus metiéndome una miga de pan para tragar el bigote. Lo tuve que tragar, por ahí sigue ahí adentro. Me acuerdo como si fuese hoy, y cuando más me asusté fue cuando vi la cara de pánico de Juliana, que lloraba", rememora el candidato de Cambiemos, ahora entre risas.
A pesar de eso, del brutal trastorno psicológico por sus días en cautiverio y de las horas cruciales que lo separan del 25 de octubre, Macri duerme tranquilo. "No tomo nada", confía. Solo terapia, hace por lo menos veinte años. "Trato de que cuando llego a casa, se acabó el trabajo. Estoy en casa y soy marido y papá. Trato de leer. Leer me baja. Leo historias noveladas. Estoy terminando la de Alfonso, el emperador de Brasilia, rey de Portugal. Trato de engancharme en historias que me saquen. No estoy en un momento para leer libros que me desafíen, sino que me saquen del momento en el que estoy viviendo. Lo logra por ejemplo una película en el cine, por eso me gusta mucho ir al cine. Una película con la que me morí es Amigos inseparables. Esa película la vería 200 mil veces", explica. Se refiere a la historia entre un francés millonario, tetrapléjico, y su ayudante personal, un senegalés con antecedentes penales que acude a la entrevista laboral en la que espera ser rechazado.
El ex presidente xeneize no fuma ni toma. Es abstemio. Casi ningún vicio. Solo esa pasión frustrada por el canto y por el baile, que patentó con esos pasos de las últimas elecciones. Macri jura que no es demagogia ni estrategia de marketing. Un bailarín amateur, poco agraciado. "Me gusta la bailanta. Me gusta bailar. Me engancha la cumbia, me divierte. Es cero demagogia, siempre fui así. Era de los que iban a las fiestas. Siempre había uno que organizaba, ponía el 'Wincofon' y me ponía a bailar. En mi época todavía había fiestas, no se iba al boliche, se bailaban lentos. Si César Banana Pueyrredón hubiese sido un artista americano, Sting no existe", exagera.
Macri tiene cuatro hijos: Agustina, Gimena y Francisco –hijos de su primer matrimonio con Ivonne Bordeu–, y Antonia, de casi cuatro años, fruto de su matrimonio con Awada. El jefe de Gobierno no tiene términos medios. Con sus tres primeros hijos, dice, era un inmaduro. No entendía nada. Con Antonia, en cambio, se pasó para el otro lado. "Soy un padre abuelo, experto en Temaikén –por el reconocido zoológico ubicado en la localidad bonaerense de Escobar–. Desde el año que duerme conmigo y con Juliana, no se quiere ir, yo duermo en el medio de las dos. No me importa nada, me encanta", se entusiasma. Años atrás, era muy distinto. "Me casé muy joven, a los 22 años. Tuvimos a Agustina ahí nomás, y después vino Gimena, y Francisco, y yo no estaba preparado. A esa edad no entendés nada, no fue planificado. Pero había amor, se siguió adelante. Mi vida no existiría sin ellos tres, con lo cual es increíble que todo lo que pasó fue porque Dios lo decidió. A pesar de la inmadurez, amor les di siempre. Comparando con el ahora, uno claramente tiene otra capacidad de observación, de disfrute. Cada detalle de lo que hace Antonia me babeo, me divierto. Con los otros no lo hice", se sincera Macri.
Hubo una mujer en la vida del candidato presidencial que le trajo más de un dolor de cabeza, pero de la que conserva los mejores recuerdos: Isabel Menditeguy, su ex esposa, su compañera durante 13 años. "Un gran amor, tengo los mejores recuerdos de ella", cuenta el líder del PRO. Una relación intensa pero conflictiva, producto del alto perfil bajo de la mujer. "Ella era fóbica a la prensa, con lo cual generaba más atracción en los medios, por lo que viví un infierno con ese tema, una locura. Tal vez por culpa de la política se pudrió todo. Se puso a estudiar mucho, con lo cual creyó que sabía de política, y me empezó a querer bajar línea. Había un conflicto permanente", recuerda.
¿Viagra?
Si algo se le reconoce al candidato presidencial de Cambiemos es que, a su lado, siempre tuvo mujeres bellas. Uno de sus principales activos como para dilapidarlo con alguna infamia que alguna vez hirió de muerte a su ego. Como aquella columna satírica de uno de los principales columnistas dominicales del más importante de los matutinos que publicó, en broma, el recorrido interno del bigote imitación del líder de Queen que el jefe de Gobierno se tragó en su fiesta de casamiento. El columnista escribió, jocoso, que el bigote se había topado dentro del cuerpo del postulante presidencial con "una lluvia de 'Viagras' dentro del estómago", según rememora el líder del PRO, que llamó entre furioso y divertido al autor de la columna: "Fue un poquito mucho, ¿una lluvia de 'Viagras'?".
En todo caso, explica Macri a las carcajadas, habría que ser más cauto: "Un 'Viagra' de vez en cuando... digo, alguno puede tomar, ¿o no?".
Texto: Federico Mayol (@fedemayol)