Maldivas, el paraíso del otro lado del mundo

El país de las infinitas aguas turquesas seduce con viajes a la naturaleza más pura. Uno de los rincones más mágicos y pausados del planeta, ideal para descubrir desde el aire, la tierra y lo profundo de sus aguas

Mohamed Shameem

En el mapa son apenas unas manchas diminutas entre tanto celeste. En el imaginario colectivo es un edén en la tierra: aguas insuperablemente cristalinas, arena blanca como el talco, vegetación exuberante, un fondo marino a pura vida... y lejos, quizás demasiado lejos.

Hace algunas décadas esa paz paradisíaca -y a todo confort- estaba en Bora Bora. Hoy, está en el Océano Índico; precisamente en las Maldivas y sus 1900 islas, 100 de las cuales fueron copadas por los resorts. Esto significa que cada resort tiene su propia isla privada, detalle que le suma al destino esa mística sensación de estar cara a cara con la naturaleza, aunque con todas las comodidades incluidas. Porque claro, acá no faltan los spas equipadísimos, ni los chefs de primer nivel que combinan platos asiáticos con lo mejor de la cocina occidental; ideal para los paladares sibaritas.

Ahmed Zahid 162

Cada isla tiene su propio arrecife de coral que la protege de los vientos y los oleajes fuertes, porque sí, la belleza de estas tierras es frágil y vulnerable. Ya en el 2004, el tsunami asiático se llevó a más de 80 personas y devastó varias islas. Hoy, los meteorólogos alertan su desaparición por el calentamiento global –y considerando que se trata del país más bajo de la tierra, la advertencia resulta bastante creíble-. Así que no demoren demasiado en sacar ese pasaje de avión.

Aunque hay una razón más para atravesar dos océanos, y es el hecho de descubrir una cultura ecléctica y milenaria que combina el Islamismo, con creencias supernaturales, con el budismo, con música africana; todos elementos que trajeron consigo los viajeros asiáticos, árabes y africanos que aquí plantaron bandera. A esta mezcla queda agregarle las costumbres heredadas de haber sido una colonia portuguesa, holandesa y británica, sucesivamente. El resultado de la sinergia: la cultura maldiva y un pueblo hospitalario, sonriente, pausado.

Sin embargo, hasta el año pasado estaba casi prohibido el contacto entre isleños y extranjeros, pues así las autoridades "estaban preservando la cultura local". Pero ahora, los locales pueden tener sus propios hoteles y recibir a los viajeros en sus casas, intercambiando experiencias y formas de vida de todo el mundo.

Hussain Sinan 162

Sobresale entre todos, el Soneva Funshi en el Atolón Baa, que sin resignar confort en lo más mínimo, nos invita a disfrutar de este eco-lodge sacado de cuento. Se trata de 65 villas de madera y un complejo gigante donde no vas a encontrar nada hecho de plástico o metal: todo acá fue elaborado con fibras naturales. Además, los platos se hacen a partir de lo que hay en sus huertas orgánicas y de lo que traen los pescadores locales todos los días.

Por su parte, el resort favorito del jet set se llama One & Only Reethi Rah, está implantado en una de las islas más grandes y cada habitación –de más de 250 metros cuadrados y con su propia pileta- tiene acceso directo a la laguna.

Porque claro, al jet set le encantan los paraísos perdidos en el mapa. ¿Sus habitués? El magnate ruso Roman Abramovich y su mujer Elena Perinova, que por las Maldivas acaban de pasar, Tom Cruise, Novak Djokovic, Kate Moss, Penélope Cruz y Javier Bardem....y Ia lista sigue.

Mohamed Hamza Hassan 162

Todos los hoteles cuentan con la posibilidad de hacer desde windsurf, kitesurf, esquí acuático hasta parasail, kayaking o un paseo en catamarán. Además, estas islas se han convertido en una auténtica meca del surf, con olas de entre 1 y 2,5 metros, sobre todo entre junio y septiembre.

Sin embargo, Maldivas se descubre mejor en lo profundo. Incluso son montones los que llegan con solo con el objetivo de bucear. Será tal vez por la claridad de las aguas, que lo dejan ver todo hasta 50 metros de profundidad. Será por sus miles de especies de peces, o los 20 tipos de ballenas y delfines, o por las mantarrayas y los tiburones ballena, que pueden alcanzar los 15 metros (tranquilos, que solo comen plancton). Será, tal vez, por todo eso junto. Pero lo cierto es que quienes acá han buceado, no encontraron en el mundo un fondo tan vivo en fauna marina como este.

Queda todavía pasear de isla en isla –hay 800 deshabitadas- y disfrutar de los tratamientos de spa con aceite de coco maldivo virgen y métodos curativos ancestrales. Queda embarcarse en una pesca nocturna y deleitarse con una parrillada de mar. Queda todo por hacer, en este lugar tan calmo como inverosímil, de fondos multicolores, de bambús y cocoteros, de salpicones de arena en un eterno océano turquesa.

Colaboración: Paula Momm