El papa Francisco volvió a rechazar a Nicolás Maduro

El jefe del régimen venezolano intentó saludar al Papa en medio de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, el Pontífice evitó el encuentro. Ya había rechazado reunirse con él en Cuba

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Nicolás Maduro, el jefe del régimen de Venezuela, estaba en la segunda fila de la Asamblea General de las Naciones Unidas y, viéndose tan cerca del papa Francisco, quiso tener un contacto de primera mano que no estaba previsto. Sin embargo, el venezolano volvió a ser rechazado por el Pontífice. Tal como pasó en Cuba, Francisco se negó a mantener un contacto con el presidente venezolano. Lo mismo sucedió en La Habana cuando desde Caracas manifestaron su intención de tener un acercamiento. En esa ocasión la negativa fue rotunda y Maduro no viajó a la capital de los Castro.

Pero el traspié cubano no resultó suficiente para que el chavista resignara sus ambiciones de saludar al Papa y tomarse una imagen con él. El sorteo de las ubicaciones en el pleno de la Asamblea le dio otra oportunidad: le había tocado la segunda fila, justo pegado a uno de los pasillos centrales. Ubicación privilegiada. Cerca, muy cerca de su objetivo. Junto a él, estaban la canciller Delcy Rodríguez y la hija del fallecido Hugo Chávez y embajadora venezolana ante la ONU, Gabriela Chávez,.

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El Papa comenzó su discurso tras una larga recorrida por las instalaciones de la ONU junto a Ban Ki-moon. Esto aumentó la ansiedad de los presentes en el recinto principal, ávidos por escuchar el mensaje del hombre que está en el centro de los comentarios políticos, religiosos y sociales de todo el mundo desde que se inició su derrotero por Cuba y los Estados Unidos.

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Finalmente Francisco ocupó su atril, fue presentado y dio un discurso en el que abarcó múltiples temas. A Maduro se lo vio ansioso, apoyado con sus codos sobre su posición y con los brazos cruzados.

Nadie se imaginaba que su ambición por llegar a Francisco lo llevaría a romper el protocolo de la ONU al finalizar la alocución del Papa. En medio de los aplausos, mientras Francisco se retiraba a continuar con su frondosa agenda, pugnó inútilmente por acercarse, en una actitud fuera de lugar.

Basta imaginar qué hubiera pasado si el magnetismo del Papa hubiera generado la misma reacción del resto de los presentes para tomar noción de lo vergonzoso de su actitud, totalmente fuera de lugar para un jefe de Estado.

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