Escapada a Colonia: qué recorrer en sólo un día

Cerca de Buenos Aires, un destino perfecto cruzando el Río de la Plata para cambiar el aire. Casas coloniales y murallas de piedra, algunos de sus encantos

Guardar

Nuevo

  162
162

Colonia del Sacramento, es el nombre que recibe esta pequeña ciudad capital del Departamento de Colonia en Uruguay. Su costa mira directamente a Buenos Aires y es por eso que se llega fácil y en poco tiempo. En embarcaciones privadas o en barco de pasajeros que salen tanto de Puerto Madero o Tigre (este con destino a Carmelo, al lado) con buenas frecuencias diarias.

Los paquetes promocionales de viaje suelen ser de dos o tres días máximo (incluyendo los alrededores) ya que es tan pequeño el lugar que no requiere más tiempo. También una nueva modalidad que se impone es la de ir a pasar el día y en pocas horas conocer sus puntos turísticos, almorzar y si queda tiempo relajarse mirando el río. Todo esto es posible con algún medio de transporte y sin duda el preferido para ello es la bicicleta (o moto si no hay buen estado físico).

La libertad que da la bici y con un costo bajísimo, es ideal para ir parando en cada lugar, hacer fotos, compras, descansar y volver al ruedo las veces que uno quiera. Todo queda cerca pero los mejores lugares se despliegan horizontalmente, mirando la costa, de ahí que para conectar los puntos haya que pedalear bastante.

  162
162

Se puede llevar la propia bici (aunque cobran un adicional en el pasaje) o directamente alquilar una allá apenas se baja del barco. Los precios son bajos y generalmente el Day Tour las incluye.

Todo comienza con la obligada visita a la oficina de turismo que está ahí mismo saliendo del puerto, pegada a la terminal de ómnibus. Sus representantes son realmente muy amables y hospitalarios y brindan mapas de recorridos bien señalizados con todos los lugares imperdibles, más una pequeña reseña de cada punto. En ese mismo sitio advierten sobre los sitios donde alquilar la bici para comenzar el paseo sin estrés.

Para ubicarse espacial e históricamente hay que saber que Colonia fue fundada en 1680 por Manuel Lobo, quien fuera gobernador de Río de Janeiro en la época y se independizó en 1825 luego de varias disputas. Queda a 177 km de Montevideo, capital uruguaya y sus límites están determinados por el Río de la Plata y el Río Uruguay. Es un punto estratégico desde donde moverse a su vecina Carmelo (a 77km), los viñedos del interior y otros pueblos encantadores como Nueva Helvecia o Conchillas. Casi todo siguiendo la ruta 21 que nace allí.

A simple vista llama mucho la atención su curioso trazado, siempre de frente al río y el paisaje urbano. Esto es porque pasó de dominio varias veces, de ahí que tenga edificaciones de estilo colonial típicamente portugués y viviendas de porte español, afortunadamente muy bien conservadas. Tan es así que fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad en 1995 y es sin duda uno de los sitios más reconocidos del país. No hay visitante que se resista a sus encantos naturales, mucho menos al patrimonio histórico tan espléndido que la caracteriza.

La travesía comienza descubriendo la ciudad por su parte más antigua, que no es una zona comercial típica, tan solo se ven casas antiguas, cafés, bares, museos, restaurantes y pequeños hoteles. Para ir tomando nota en caso de hacer noche o pensar el almuerzo.

Las calles son adoquinadas, un dolor de cabeza para el ciclista pero a baja velocidad y con el entusiasmo del paseo es soportable. Luego saliendo del centro histórico todo es pavimento (pero con subidas y bajadas).

La primer parada es la "Puerta de la Ciudadela" (o puerta de campo, como también se la conoce) que queda frente a la actual Plaza de 1811. Esta entrada de piedra con un puente es la que daba acceso a la ciudad detrás de los muros de defensa. Para más datos, fue creada en 1745 a pedido del gobernador Vasconcelos, uno de los mayores constructores de Colonia.

Dejando la bici a un costado (no hay peligro de robos allí), al atravesarla, se recorren los restos de muralla de la antigua fortificación, subiendo por un extremo y bajando por el otro, desde donde además se ven las primeras construcciones de la época colonial.

Muy cerca de ahí se llega a la mágica "Calle de los Suspiros", que debe su nombre a varias historias, aunque la más popular advierte que esa era la zona de burdeles y prostíbulos donde iban los marineros. Es una calle muy angosta de piedra, con casas muy bien conservadas que pueden visitarse. Una de ellas es la galería de arte que recibe el mismo nombre de la calle y reúne a los más destacados artistas uruguayos. Las flores y las vistas del río en cada cruce de calles, son el marco perfecto para fotografiar sin prisas.

A metros del lugar, asoma la Plaza Mayor, la más grande y antigua. Y como no podía ser de otra manera, a su alrededor se agrupan bares y restaurantes, parada obligada para disfrutar las vistas del barrio histórico.

  162
162

En este sector, algunas casas típicas están abiertas para las visitas como la Casa Nacarello o la Casa del Virrey, al igual que la Basílica del Santísimo Sacramento con sus fabulosas cúpulas azulejadas y la Iglesia Matriz, la más antigua del país, justo frente a la Plaza de Armas.

El paseo lleva al faro de la ciudad, construido en 1857 (entre los restos del Convento de San Francisco Xavier) para alumbrar la bahía. Durante el día se puede recorrer y subir las largas escaleras para llegar hasta lo más alto, donde se obtiene la mejor panorámica.

Como toda ciudad antigua, Colonia tiene una gran cantidad de museos en los que bucear un poco por su historia. Ya de por sí, muchos de ellos se encuentran dentro de antiguas y asombrosas casas. Si hay tiempo o mucho interés, alguno se puede recorrer.

El Museo Portugués, es uno de los que alberga mayor cantidad de antigüedades relacionadas con el período fundacional de la ciudad, al igual que el Museo Español, que cuenta la historia de los primeros ibéricos que allí se instalaron en 1770.

El Museo Municipal Dr. Bautista Rebuffo, integra una vasta colección de curiosidades surgidas de donaciones particulares. Y las culturas originarias también tienen su lugar en el Museo Indígena Roberto Banchero, donde apreciar las huellas que dejaron en toda la región aquellos pobladores pre hispánicos.

El favorito es el Museo del Azulejo, que funciona en una pequeña casa de piedra de 1750 con sus paredes y pisos originales. En él se ve una amplia colección de azulejos artesanales de origen francés, español, portugués y catalán donados por el artista Carlos Paez Vilaró. Todos ellos dan cuenta de la enorme cantidad de inmigración que recibió la ciudad y explican el origen de los azulejos azules y blancos que están por todos los rincones indicando el nombre de las calles. Un souvenir que nunca está de más llevarse y que venden en la feria artesanal.

Saliendo de esta parte antigua, hay mucho más que ver hasta llegar hasta las playas más anchas en la zona franca y las playas de la rambla, hacia el norte.

Primero hacia el este, una parte que no es tan visitada por los turistas son las grandes y tranquilas playas que se encuentran pasando el puerto. Los bosques y senderos van llevando hacia los mejores parajes como la playa Ferrando (a 2km) de arena blanca y agua muy clara que parece mar. Ideal para el chapuzón merecido (si el tiempo acompaña) o una remojada de pies antes de desandar el camino hacia el otro extremo.

La estructura se mantiene bastante firme, aunque rajada y en algunas partes rota, pero al menos se puede apreciar desde afuera su una estructura de estilo moro que tuvo su esplendor con la corridas de toros tan famosas en Europa.


Guardar

Nuevo