La semana entrante, el comando de campaña del PRO, integrado, además de Mauricio Macri, por Marcos Peña, Emilio Monzó, Jaime Durán Barba, Jorge Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal y Nicolás Caputo –el ex intendente Carlos Grosso, cada vez más cercano a Vidal, asesora como "outsider"- terminará de definir la estrategia territorial que empezarán a desplegar hacia el 25 de octubre.
La primera conclusión a la que arribaron después de los polémicos sucesos de Tucumán es que el norte es ingobernable, y que no van a fatigarlo como pensaban. Prefieren profundizar en la fiscalización. Michetti se encargará del centro del país –Córdoba, La Pampa, Santa Fe, Mendoza y parte del Conurbano bonaerense-, con una novedad. La senadora está en la búsqueda de una especie de casa rodante confortable, que deberá adaptar a su discapacidad, para recorrer las provincias. Incluso les confesó a sus íntimos que habría convencido a Macri de sumarlo a su aventura rutera por el interior. Suena impracticable por el tiempo físico, si se tiene en cuenta que en las semanas previas a las PASO el jefe de Gobierno porteño eligió moverse en helicóptero por el Conurbano bonaerense.
Mientras avanzan y ultiman detalles con el Frente Renovador, desde el PRO también terminan de debatir la conveniencia de insistir en la fiscalización con el sistema de voluntariado ideado por el influyente secretario General, que no habría funcionado como pensaban. En la provincia de Buenos Aires, donde Macri consolidó su performance electoral en las primarias, fue mucho más útil la fiscalización rentada que el voluntario puro.
En territorio bonaerense será donde el macrismo vuelva a concentrar gran parte de su campaña, con pronósticos ambiciosos. En la primera sección electoral, por ejemplo, donde perdió por 282.000 votos con el Frente Para la Victoria, los analistas del PRO aseguran que Macri necesita aumentar el 27 por ciento de las PASO al 35 por ciento. En la tercera sección, la más adversa, donde la derrota fue por 649.000 votos, el anhelo es pasar de 23 al 33 por ciento. En el interior, del 37 al 45 por ciento.
Aunque por lo bajo hay otra preocupación un tanto más delicada: terminar de resolver la ingeniería financiera. Solventar una campaña presidencial no requiere solo de muchos millones de pesos, sino de cómo justificarlos.
Los contactos directos y fluidos entre Macri y Sergio Massa empezaron unos días antes de la sospechada elección en Tucumán, y después del análisis minucioso y exhaustivo de los resultados de las PASO del 9 de agosto. Mauricio Macri y Sergio Massa se convencieron de que ahora sí se necesitan. Por conveniencia. Nunca por convicción.
"Estamos trabajando en conjunto, sí", reconoció ayer el jefe de Gobierno porteño, que antes de las primarias le había cerrado la puerta hasta el hartazgo a un eventual acuerdo con el Frente Renovador. En la última semana, además de la conferencia de prensa junto a Margarita Stolbizer, Ernesto Sanz y José Cano tras la elección tucumana, Macri y Massa hablaron y se intercambiaron mensajes de texto a diario, en paralelo a las incesantes negociaciones entre dirigentes de primera línea del PRO y del Frente Renovador.
Uno de esos negociadores, un importante ministro porteño, le aseguró a Infobae que los diálogos están centrados casi con exclusividad en la fiscalización, principal preocupación de la oposición por estos días, más aún tras el escándalo tucumano. Desde el PRO y el FR explican que existen avances en la idea de fiscalizar en conjunto de cara a octubre, una estrategia osada si se tiene en cuenta que la desconfianza entre macristas y massistas sigue latente.
En realidad, el acuerdo podría encasillarse en el rubro "logística", como el de la impresión de boletas. Desde el PRO abundan incluso que podría haber una ayuda financiera a la campaña de Massa -flojo de fondos- por una sencilla razón: Macri necesita que el ex intendente de Tigre no sufra una fuga de votos porque podrían migrar hacia Daniel Scioli. Las presidenciales de octubre arrojan una novedad incómoda para el candidato de Cambiemos: le duele la enemistad con el ex motonauta, y lo obliga a acercarse a Massa, de quien desconfía. Scioli, que a esta altura de la campaña había planeado independizarse, se transformó en el más ortodoxo de los kirchneristas. Y Macri, que se había propuesto encarar el camino hacia octubre rodeado de puros, ahora entabla una suerte de alianza implícita con el ex intendente de Tigre. La realidad supera a la ficción.