El historiador israelí Raanan Rein ya había sacudido los cimientos de cierta historiografía sobre el peronismo en obras anteriores, en las que discutía la caracterización de Perón como aliado de los nazis y de su gobierno como antijudío.
Ahora, en Los muchachos peronistas judíos. Los argentinos judíos y el apoyo al Justicialismo (Sudamericana, 2015), sostiene que en la década del 45 al 55, Juan Perón y su esposa combatieron el antisemitismo y desarrollaron una política de acercamiento al Estado de Israel. En contrapartida, muchos judíos apoyaron al peronismo activamente, incluso en la etapa de su gestación y ascenso al poder, y hasta ocuparon posiciones en el gobierno.
El libro de Rein contiene varias afirmaciones y datos novedosos -como que el presidente de la DAIA de aquel entonces llegó a afiliarse al peronismo- pero también rescata del olvido otros hechos inexplicablemente poco difundidos, como la existencia de una entidad comunitaria peronista, la Organización Israelita Argentina (OIA), y a personalidades de la colectividad que jugaron un rol destacado en el movimiento y en el gobierno peronista, como Pablo Manguel –el primer embajador de Argentina en Israel-, el escritor César Tiempo, director del suplemento cultural del diario La Prensa, un pionero de la radiofonía argentina como Jaime Yankelevich, o el rabino Amran Blum, a quien Perón nombró consejero para Asuntos Religiosos.
Destaca también el papel crucial de la Argentina como primer socio comercial del naciente Estado de Israel. Y la solidaridad de la Fundación Eva Perón con los judíos que iban llegando al nuevo país, en particular desde Europa.
"No cabe duda de que el régimen de Perón es uno de los mejores que jamás tuvo América Latina y su continuidad es una de las condiciones para que esta región importante del mundo salga de un atraso de generaciones": este juicio corresponde a un artículo del diario israelí Maariv del año 1955 y, si bien la prensa de aquel país no era unánime en su juicio sobre el peronismo, citas como ésta son algunos de los hallazgos del libro de Rein, basado en una exhaustiva revisión de fuentes, tanto argentinas como israelíes, y que en conjunto dan una imagen de los vínculos del gobierno de Perón con la colectividad judía argentina y con el Estado de Israel, muy distante, casi opuesta, a estereotipos de larga vida. Al punto que, como contó Rein a Infobae en esta entrevista, no faltó quien le sugirió la "inoportunidad" de este libro...
El profesor Raanan Rein, vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, se dedica al estudio del peronismo desde hace un par de décadas. Es autor de Peronismo y populismo: Argentina 1943-1955; Juan Atilio Bramuglia, bajo la sombra del líder (un estudio sobre las segundas líneas del primer gobierno peronista), Entre el abismo y la salvación: el pacto Perón-Franco; Argentina, Israel y los judíos (sobre el período 1947-1962) y Los bohemios de Villa Crespo (sobre el Club Atlanta). Este último título anticipaba un nuevo interés de Rein que ahora se concreta en un libro del que es compilador: La cancha peronista. Fútbol y política (1946-1955).
A continuación, la entrevista con Rein, durante su paso por Buenos Aires:
-El suyo es un libro que hace caer muchos mitos. Pero que Perón no era nazi, ni fascista, ni antisemita, eran afirmaciones que usted ya había desarrollado en trabajos anteriores. En cambio, leer que, después de la caída de Perón, hubo referentes de la comunidad judía perseguidos por peronistas o que en 1952 la DAIA publicó un obituario elogioso de Eva Duarte y más tarde, en 1974, una recopilación de discursos de Perón, o que la Argentina era el principal socio comercial de Israel en 1950, resulta novedoso y sorprendente. ¿Por qué cree usted que estos, que son hechos, permanecen tan ocultos?
Una de las cosas que explico en Los muchachos peronistas judíos, es que al caer Perón la dirigencia de la comunidad hizo un esfuerzo sistemático para borrar la memoria de este apoyo judío al peronismo; eran los tiempos de la Revolución Libertadora, cuando también las autoridades nacionales hicieron un esfuerzo para desperonizar a la sociedad. Sin embargo, en el caso de la comunidad judía, tuvieron más éxito. Además, muchas veces la gente lee o piensa la historia en clave de la actualidad. Y como en los años 70 se notaba un ala derechista en el peronismo, se empezó a pensar en el primer peronismo, el de los años 40 y 50, como si incluyera a gente del estilo de López Rega u otros. Así que en la mente de mucha gente judía, y no judía, está presente este mito de la supuesta hostilidad de los judíos hacia el peronismo y del supuesto antisemitismo de Perón. Yo insisto en que este mito tiene muy poco que ver con las realidades sociales de la Argentina de los años 40 y 50.
-Esto lleva a pensar en lo difícil que es desmontar un mito una vez que se ha instalado...
Es cierto. Una de las cosas que me llevaron a escribir este libro tiene que ver con alguna mirada sobre la colectividad judía que la diferencia de algún modo del resto de la sociedad argentina. Mi suposición inicial en cambio era que, como la colectividad judía en este país es ante todo argentina, cualquier división, polarización o conflicto que caracteriza a la sociedad argentina, necesariamente también debe atravesarla en una u otra medida, aunque ello también tiene que ver con las clases sociales, las ideologías políticas, los lazos familiares... pero me parecía imposible que el peronismo, que dividió la sociedad argentina en su conjunto, no hubiese tenido también un impacto profundo en el seno de la colectividad judía argentina.
"En los años 40, muchos judíos todavía pertenecían a la clase obrera y a la clase media baja"
Otra cosa que es importante para mí enfatizar en éste y en otros libros míos es que en Argentina como en Estados Unidos, la mayoría de los judíos nunca se han afiliado a las instituciones comunitarias. Entonces, si uno estudia la historia de la comunidad judía nada más que a través de la DAIA, la AMIA o la Sociedad Hebraica, va a conocer solamente una parte de este rompecabezas, de este cuadro. Hay que arrojar luz también sobre las experiencias de los judíos no afiliados a las instituciones comunitarias y en este sector mayoritario de la comunidad el apoyo al peronismo era aún mayor que dentro de la parte organizada. Aun así, hasta logré encontrar un documento que demuestra que el mismísimo presidente de la DAIA de entonces, Ricardo Dubrovsky, se había afiliado al peronismo. Así que, a través del estudio de la trayectoria de varios individuos y grupos, puedo afirmar que muchos judíos, no digo la mayoría, pero muchos, sí apoyaron al primer peronismo, algunos incluso desde sus inicios, antes de la llegada de Perón al poder. Sobre todo en el movimiento obrero.
Aquí también hay que tener en cuenta que cuando hablamos de los años 40, sobre todo la primera mitad, muchos judíos pertenecían todavía a la clase obrera y a la clase media baja. Como dije antes, la gente tiende a pensar en el pasado en términos del presente, y la mayoría de los judíos hoy pertenecen a la clase media y alta. Pero en aquel entonces, así como muchos otros obreros y gente de clase media baja apoyaban al peronismo, lo mismo pasaba con los argentinos de origen judío.
-Otro aspecto metodológico interesante de su trabajo es que subraya el hecho de que, contra la tendencia a identificar la posición de la diáspora judía o de sus organizaciones con la posición del Estado de Israel, no son lo mismo.
Sí, sí, a veces entran en conflicto los intereses de la comunidad local y los de Israel. Es cierto y es lamentable esa identificación porque no es cierto para todos los judíos y a veces para la mayoría de los judíos aquí y en otros países, como en Estados Unidos. Los judíos, como cualquier otro grupo étnico, tienen distintos lazos con su madre patria.
"No es el momento oportuno para publicar un libro de este tipo, me dijeron algunos"
-Su libro va en el sentido contrario a la corriente actual, porque en este momento en Argentina hay una suerte de revival de la literatura antiperonista. ¿A qué cree que se debe?
Me llama la atención, sí, entre otras cosas, por algunos comentarios que empiezan a llegar a mi buzón de correo electrónico, como: "no es el momento oportuno para publicar un libro de este tipo", "tenga en cuenta que alguna gente puede usar y abusar de este libro para sus fines políticos", etcétera. Es cierto, pero yo tengo que hacer mi trabajo de historiador y, como tengo ya muchos libros publicados, sé que una vez que un trabajo se publica, uno ya no tiene control sobre cómo la gente lo va a interpreta o usar, con comillas y sin comillas. Para mí lo importante es que la gente lo lea y que discuta los argumentos que están incluidos allí; no es que tengan que estar completamente de acuerdo conmigo, pero sí creo que uno no puede entender el presente sin acercarse también al pasado, uno no puede entender el apoyo de distintos judíos al peronismo de los 70, o el apoyo de distintos judíos –quizás otros- al menemismo de los 90 o la presencia judía en el actual gobierno. Lo que pasa con mis libros es que hay descontentos de ambos bandos. En el caso de libros anteriores, peronistas y antiperonistas, y en éste, de judíos que se oponen al actual gobierno de Cristina Kirchner, pero también judíos que apoyan al actual gobierno.
-Con frecuencia el enfoque o la intención de estos libros es más polemista que académica. En este caso, el que quiera rebatir su tesis va a tener que trabajar porque se trata de una investigación muy exhaustiva.
El libro está basado en una gran variedad de fuentes, primarias y secundarias, escritas y orales, y voy a decir algo más general: precisamente por el hecho de que la historiografía de la Argentina del siglo XX está tan manchada de partidismo de un tipo o de otro, eso nos deja a los historiadores extranjeros algún margen para hacer nuestro propio aporte. Nuevamente, no es que los historiadores argentinos hablen con una sola voz, ni que los extranjeros lo hagan; tengo colegas y amigos, europeos y norteamericanos, que investigan sobre peronismo y no todos coincidimos en nuestras interpretaciones. Pero lo importante para un historiador, cuando empieza una investigación, es hacer borrón y cuenta nueva, dejar de lado las suposiciones comunes, volver a las fuentes y ver qué pasaba efectivamente.
"La década con menos incidentes antisemitas en toda la historia argentina fue la década peronista"
-Hay otras afirmaciones que usted relativiza o contextualiza: por ejemplo que en los motivos de la neutralidad argentina, que es anterior al peronismo, influyeron intereses externos –como los de Londres que no quería que se cortasen los suministros argentinos, algo que no suele decirse- o la atribución a Perón de simpatía hacia el nazismo cuando el reciclado de cuadros de la Alemania nazi fue obra de muchos países.
Precisamente por eso yo siempre estoy a favor de una perspectiva comparativa al analizar distintos procesos y fenómenos, porque si uno no analiza lo que pasaba en otros lugares puede quedar preso de estereotipos y tildar o catalogar determinadas políticas y posiciones, determinadas figuras públicas, de una forma distorsionada.
-Su libro muestra también que a veces la imagen de una personalidad pública no está construida sólo por lo que hizo o no hizo, por lo que dijo o no dijo, sino que hay campañas activas de desinformación; y en el caso de Perón las hubo tanto desde Inglaterra como desde Estados Unidos.
Lo que choca es que, para analizar el tema del antisemitismo, yo revisé los informes de la DAIA a lo largo de varias décadas y encontré que la década con menos incidentes antisemitas en toda la historia argentina, del siglo XIX a hoy, fue la década peronista, pero aún así se mantiene esta imagen de antisemitismo. Si uno lee los discursos de Perón, son muy claros y tajantes con respecto a su rechazo al antisemitismo. En el año 1953, empieza una ola antisemita en la Unión Soviética, y uno de los primeros líderes en el mundo -subrayo: en el mundo- en criticar a la URSS por este antisemitismo fue Perón. La embajada de Israel en Argentina estaba emocionada, encantada, mandaba cables allá diciendo "no lo van a poder creer, Perón dijo esto y esto". Las relaciones con el Estado de Israel eran excelentes. Es cierto que Argentina se abstuvo en la votación sobre la partición de Palestina, pero una vez que se estableció el Estado de Israel fue el primer país latinoamericano en abrir una embajada, en mandar un embajador, además judío, Pablo Manguel [N.de la R: en la foto, del brazo con Perón], que cuando nació su hijo en Tel Aviv lo llamó Juan Domingo; ¡Juan Domingo Manguel!
-Otra novedad es su tesis acerca de que esta amistad de Perón con la colectividad judía y el Estado de Israel formaba parte de una posición más general sobre la conformación socio cultural de la Argentina y que esto pudo ser uno de los factores del conflicto con la Iglesia Católica.
Tiene que ver con una visión algo distinta de Perón acerca del lugar de los grupos de inmigrantes y sus descendientes en la sociedad argentina y por eso la necesidad de una posición más pluralista y más tolerante. Si uno mira los textos escolares publicados durante la década peronista ve un cambio, desde una visión de la Argentina como una nación católica hacia una de la Argentina como un país pluralista. Yo cito por ejemplo en un capítulo del libro un diálogo que aparece en un texto escolar para 2º grado del año 1953 ó 54, que es una conversación entre dos chicas, Ester y Beatriz; Ester es judía y Beatriz, católica. Beatriz le dice a Ester algo más o menos así: "¿Sabés que en la nueva Argentina de Perón hay lugar para todos?, y si le vas a decir a la maestra que la semana que viene no vas poder venir al colegio por la fiesta judía, la maestra lo va a entender porque en la nueva Argentina de Perón hay lugar para todos..." Esto es interesante porque durante el conflicto con la Iglesia Católica, a fines del 54 y primera mitad del 55, sí había comentarios y carteles de nacionalistas católicos hablando de la influencia judía sobre el peronismo. El blanco preferido era el ministro del Interior, Angel Borlenghi, que no era judío, pero lo llamaban "Bolensky". Y la figura del rabino Amran Blum, que fue nombrado consejero de Perón en asuntos religiosos, también molestaba mucho a los católicos en este país.
Esto explica luego en parte el esfuerzo de la comunidad judía organizada por despolitizar y alejar de distintos cargos a las figuras de judíos simpatizan del peronismo que dirigían por ejemplo el Hospital Israelita o el Tribunal Rabínico, para que nadie sospeche de un apoyo de judíos al peronismo. Sin embargo mi libro muestra que, dentro del movimiento obrero, en los medios de comunicación, entre los intelectuales y los hombres de negocios judíos, sí había un apoyo bastante importante. Pero por mucho tiempo no les convino a determinados peronistas ni a determinados judíos hacer mención de este apoyo. Por ejemplo, del hecho de que en el sindicato más importante de entonces, la Unión Ferroviaria, el secretario general, Rafael Kogan, puso todo su peso para que ese gremio apoyara a Perón ya en el año 54. Uno de los fundadores del Partido Laborista fue Angel Yampolski, del sindicato de la carne, o gente de la Confederación de Empleados de Comercio, como David Diskin o Abraham Krislavin, que luego fue Subsecretario en el Ministerio de Interior, y muchos más que recién empezamos a identificar.
Lo mismo pasó entre los intelectuales. Para mí la figura de César Tiempo –su verdadero nombre era Israel Zeitlin- es emblemática para entender la relación del primer peronismo y los judíos. Y es una historia trágica, porque en los años 30 César Tiempo había sido un héroe para la comunidad por su lucha contra el director de la Biblioteca Nacional, Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría). Pero cuando acepta dirigir el suplemento cultural del diario La Prensa, las dirigencias institucionales empiezan a ignorarlo, no comentan sus libros en las revistas judías, no lo invitan a dictar conferencias. Es marginado al mismo tiempo por la comunidad judía organizada y por muchos intelectuales argentinos no judíos que se oponían al peronismo.
-Y después de la caída de Perón fue perseguido...
Sí, pero mantuvo su adhesión al peronismo hasta su muerte. En el tercer gobierno de Perón fue nombrado director del Teatro Cervantes. Otros judíos peronistas también fueron perseguidos después del 55. El rabino Amran Blum tuvo que exiliarse en los Estados Unidos; Abraham Krislavin, en Uruguay, el popular cronista deportivo Luis Elías Sojit, en Brasil hasta el 58; volvió con Arturo Frondizi; Manguel estuvo preso, y luego exiliado. Muchos tuvieron que pagar un precio muy alto por esta identificación o lealtad.
[En la foto, Eva Perón recibe a Golda Meir, entonces ministra de Trabajo de Israel. Abril de 1951]