Sabemos que la capacidad de ahorro local, y, por ende, el financiamiento local, es central en todo proceso de crecimiento sostenido. Ello requiere estabilidad de precios, entidades financieras sólidas y volcadas a prestar al sector privado, personas y empresas, con eficiencia operativa y tasas razonables.
El desarrollo del mercado de capitales con nuevos instrumentos, con transparencia, con seguridad, es fundamental para recuperar la capacidad de ahorro y para alejarnos definitivamente de las crisis financieras internas, que en los últimos 20 años han golpeado fuertemente y por tres veces a los ahorristas y depositantes.
Estas citas forman parte del mensaje de asunción del entonces presidente Néstor Kirchner ante la Asamblea Legislativa, el 25 de mayo de 2003. Y resultan más que apropiadas para proyectar cómo revitalizar el mercado local de capitales a partir de 2016.
Las palabras del ex presidente han sido premonitorias. Con un mercado de capitales estrecho, subdesarrollado y en ausencia de crédito hipotecario, los sectores productivos que requieren financiamiento de largo plazo, como ocurre muy especialmente con el Real Estate, están a la expectativa de un cambio de escenario que permita nuevas estrategias de negocios y tomar decisiones de inversión más allá del corto plazo.
El caso del Real Estate constituye un buen ejemplo de la problemática que es preciso modificar. Supongamos que se realizara una encuesta de mercado bajo el supuesto de que el escenario económico para 2016 fuera una extensión del actual o similar, y se indagara hoy sobre qué probabilidades existen de que: 1) La demanda de viviendas pase de su bajo desempeño a un crecimiento dinámico y 2) El negocio de Real Estate se transforme en un destino atractivo para inversores con excedentes de pesos, que hoy buscan hacerse de dólares como reserva de valor. No sería aventurado suponer que en uno y otro caso la probabilidad de estos eventos resulta cercana a cero.
A diferencia de los productores de bienes de consumo durables (línea blanca, automotores) o servicios (como el turismo), que tienen la ventaja de contar con planes de financiamiento en 12 cuotas o más (fondeados a través de planes con subsidio oficial o fideicomisos con descuento de cupones en el mercado, a plazos de 12-24 meses), el negocio de Real Estate y el de otros sectores productivos que requieren un horizonte de largo plazo no disponen de productos financieros y flujos para completar el circuito que va de la inversión inicial a la realización del producto o el servicio en el mercado.
¿Cuáles serían entonces las condiciones e instrumentos que permitirían saldar una asignatura pendiente de larga data en Argentina, como lo son el financiamiento de la vivienda mediante préstamos hipotecarios de largo plazo y contar con un stock de capital disponible para fondear proyectos de envergadura y alto impacto social?
Para ello se requieren, por un lado, tres condiciones básicas y, por otro, avanzar con la implementación efectiva y plena de la nueva ley de mercado de capitales, otorgándole el alcance federal planteado desde su gestación.
Las condiciones sine qua non son: 1) Que la moneda local recupere su función básica de reserva de valor y no solo de medio transaccional; 2) Que los individuos y las familias adquieran el hábito de ahorrar en moneda local en lugar de atesorar moneda extranjera; 3) Que el ahorro se invierta en activos de mediano y largo plazo en el sistema financiero y en el mercado de capitales local, de modo que los préstamos y las colocaciones estén calzados con instrumentos de plazos similares.
Estas condiciones básicas no se verifican en Argentina y resulta difícil, si no imposible, pensar en inversión de largo plazo sin un mercado de capitales amplio y profundo. El mercado de capitales local apenas representa un poco más del 10 % del PIB; y el sistema bancario tiene más de 400.000 millones de pesos colocados a un plazo promedio muy inferior a 360 días.
Con estas condiciones, no sería sin embargo una utopía ni una expresión de deseos suponer que una reducción sistemática de la inflación a un dígito entre 2016 y 2017 podría expandir los plazos de los depósitos a más de un año en forma paulatina y que el mercado de capitales podría actuar como un canal de financiamiento productivo de envergadura, a través de la oferta de instrumentos que hoy apenas se utilizan.
Entre ellos, los fideicomisos financieros para desarrollo inmobiliario con oferta pública, los fondos de inversión directa, los equity funds, y otros esquemas de uso extendido en países maduros y de la región, que permitan el listado de nuevas empresas que abran su capital al ahorro local.
Este objetivo debería ser factible en un plazo relativamente breve en un país con un nivel de ahorro interno tan significativo como el de la Argentina, si no fuera porque buena parte de este se encuentra fuera del circuito económico formal, y teniendo en cuenta que la repatriación de capitales en un volumen significativo para comprometerse en proyectos no financieros requiere de varios años para concretarse.
Tomemos nuevamente el ejemplo el sector de Real Estate. En un mercado "normal", la primera fase del desarrollo inmobiliario es usualmente financiada por inversión privada o institucional a través de la colocación de títulos valores en el mercado de capitales.
Esta etapa suele incluir la participación de los bancos de inversión en fideicomisos financieros, la adquisición de cuotas parte de fondos de inversión directa, o bien como underwriters (suscriptores) de un porcentaje significativo de la emisión para garantizar la ejecución de las obras. Por su parte, el financiamiento al comprador suele estar apoyado en préstamos hipotecarios de largo plazo, que no existe en Argentina.
Como conclusión, necesitamos un cambio de la cultura de ahorro –la inversión constituye la plataforma requerida del nuevo mercado federal. Se ha avanzado de modo significativo en los acuerdos entre los distintos actores del mercado (Comisión Nacional de Valores, mercados, bolsas, agentes, caja de valores, calificadoras, idóneos), pero resta aún la tarea de implementar el sistema de delegaciones y agencias en todo el país, además de asegurar la competitividad operativa del sistema de interconexión, evitando sobrecostos que finalmente se trasladan al consumidor financiero.
La ley 26.831 de mercado de capitales, sancionada a fines de 2012, constituye una de las principales herramientas de políticas públicas para el desarrollo económico de las últimas décadas y ofrece el marco adecuado para generar soluciones. Pero requiere velocidad y efectividad en su implementación plena, y resulta entonces indispensable que las nuevas autoridades impulsen su implementación en todo su potencial a partir de 2016.
Es fundamental generar un programa nacional que motive el listado de nuevas empresas en los mercados, corporativas y pymes, e incremente fuertemente el volumen, aportando liquidez y transparencia, factores clave de todo mercado que pretende su desarrollo y su maduración.
El autor es Doctor en Ciencias Económicas. Ex Director de la Comisión Nacional de Valores.