Levantar el cepo cambiario, una medida difícil pero indispensable

Desde octubre del 2011, las restricciones para acceder a la divisa extranjera han sido un dolor de cabeza para ahorristas, productores y turistas. Por qué resolver este problema es esencial para volver a crecer

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Desde hace ya casi cuatro años, y muy especialmente en los últimos meses, el cepo cambiario, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte del mundo civilizado (sólo Angola, Mongolia, Nigeria, Sierra Leona, Sudán y Uzbekistan tienen tipos de cambios múltiples), se ha convertido en uno de los campos de debate más candentes de la economía argentina.

Así, por un lado, los heterodoxos se abrazan a un cóctel keynesiano-estructuralista-marxista cuyo rasgo esencial es un profundo desprecio por el sistema de precios, la economía de mercado y muy especialmente el respeto de las restricciones de presupuesto. En este sentido, el cepo no es más que una herramienta que intenta ocultar –sin éxito- los efectos colaterales de una política económica desatinada, la cual buscan justificar señalando que estas son las tensiones propias del crecimiento y que para colmo de males, el mundo se ha desplomado cayéndosenos encima (algo difícil de explicar con tasas de interés en el mundo en torno al 0% y los términos de intercambio en niveles récord).

Por otro lado, los economistas ortodoxos, guiados por la evidencia empírica internacional en los temas de crecimiento (por eso son ortodoxos), adhieren no sólo por una eliminación del cepo, sino que además están a favor de políticas económicas equilibradas. En este sentido, siguiendo los resultados presentados por el reconocido economista norteamericano William Easterly en el capítulo 15 del "Handbook of Economic Growth", economías con baja inflación crecen 3 puntos porcentuales más que las que tienen una inflación elevada. A su vez, la presencia de mercados paralelos -lo que sucede cuando existe un cepo- cuesta 2 puntos en la tasa de crecimiento. Por otra parte, el déficit fiscal implica un lastre de 1,5 puntos, mientras que el cierre comercial de la economía detrae otros 1,5 puntos. Naturalmente, ante estos resultados, queda claro que durante los últimos 12 años, el manejo de la política económica se ha esforzado por matar al crecimiento, donde, pese a las mejores condiciones internacionales de la historia, dado que Argentina hace cuatro años que no aumenta su PIB (por lo que cae en términos per-cápita) pareciera ser este el mayor "logro" de la gestión K.

Así, en esta línea de análisis, la defensa del cepo es sólo el reflejo de una visión totalitaria sobre el funcionamiento de la economía, cuya contrapartida es la incapacidad para el diseño de una política que promueva el crecimiento, el desarrollo y el bienestar del país. No comprenden que el mercado no es ni un lugar, ni una cosa, ni una asociación. Este proceso de cooperación social que denominamos mercado es el resultado de un conjunto de actuaciones humanas que buscando el bien individual conducen al mayor bienestar general y así, cuando el Estado, por medio del uso de la fuerza intenta sustituir las acciones voluntarias por la coacción se generan dos tipos de efectos: (i) directos; e (ii) indirectos.

Respecto al primero de los casos, cuando no hay intervención y la sociedad es libre, cada uno procederá de la manera que considere que hará máximo su bienestar, por lo que la intervención coercitiva que impida la realización de los intercambios libres deriva en un menor bienestar. Esto es, si los agentes quieren atesorar sus ahorros en moneda extranjera, no es porque tienen una pasión por los próceres extranjeros (y si la tuvieran no habría nada de malo en ello), sino porque desde el momento de la nacionalización del BCRA en 1945 (para convertirlo en la fuente predilecta de financiación del déficit fiscal) la inflación promedio fue del 168% y con ello se destruyeron cinco signos monetarios (al tiempo que se le quitaron 13 ceros a la moneda).

Por otra parte, en cuanto a los efectos indirectos, estos están dados por los impactos no deseados sobre el resto del sistema. Así, frente a la pérdida de reservas que estaba tomando lugar en el año 2011, las autoridades, en lugar de dejar que se manifestara el sistema de precios, decidieron poner en funcionamiento el aparato represivo del Estado estableciendo el cepo cambiario. El CEPO equivale a fijar el precio de la moneda extranjera debajo del equilibrio, que no sólo arroja un exceso de demanda en dicho mercado, sino que su contrapartida es un exceso de oferta en el resto del sistema. Así, en el mercado de bonos se deprimen los precios y con ello suben las tasas de interés. En el mercado de dinero, aún con un aumento artificial de la demanda por no poder drenar los pesos contra reservas (money overhang), las necesidades de financiamiento del fisco generan un exceso de oferta que deriva en una tasa de inflación elevada acorde a los registros mundiales. Por otra parte, en el mercado de bienes se retrae el nivel de actividad económica por habitante, cuya consecuencia en el mercado de trabajo es la destrucción del empleo privado, caída en el salario real y deterioro de las condiciones laborales. Es casi una obviedad que todos estos efectos están presentes en Argentina desde el año 2011, al tiempo que de la pésima gestión de la política económica nos ha privado de contar con un nivel de reservas que debería oscilar entre los USD 90.000M y los USD 120.000M.

Por lo tanto, dados los efectos negativos que tiene el cepo cambiario sobre la economía, es por demás importante su inmediata eliminación, ya que dicha acción, al eliminar el exceso de demanda en el mercado de moneda extranjera, traería aparejado la eliminación de los excesos de oferta en el resto de la economía. Bajaría la tasa de interés, la presión inflacionaria sólo estaría dada por la emisión fiscal, el nivel de actividad se repondría y con ello mejoraría el nivel de empleo y los salarios reales.

Sin embargo, la liberación del mercado de moneda extranjera con un fuerte sobrante de pesos y exiguas reservas (las que en términos netos podrían hacerse nulas hacia final del año), donde el precio de los activos (dólares para el mercado financiero) ajusta de modo instantáneo y el de los bienes lentos (dólares comerciales), hacen que un desarme apostando a "la buena onda del mercado" sea muy peligroso. Para ello, resulta clave que previo al levantamiento del cepo se absorba el sobrante de pesos mediante la colocación de un título en moneda extranjera, el cual debería ser suscripto libremente en moneda local. A su vez, dicha medida debería ser acompañada por un arreglo de los conflictos en materia internacional, eliminación del desequilibrio fiscal, la recomposición de los precios relativos y una reforma monetaria integral que contribuya al crecimiento económico.

Obviamente, los keynesianos-estructuralistas-marxistas se opondrán a dicho esquema de salida del cepo donde los precios expresen la voluntad de los agentes y acusaran con querer aplicar la doctrina del shock, poniéndose el traje de los defensores del pueblo. Sin embargo, la búsqueda de una salida gradual, si no tiene un ajuste fiscal, seguirá generando estancamiento en el PIB, mayor emisión monetaria, un creciente sobrante de pesos, una mayor tasa de inflación, continuas devaluaciones y mayor brecha, lo cual hará que nunca se pueda salir del cepo y que cuando se salga se reproduzcan situaciones como las de 1959 y 1975. A su vez, si se reconoce que el déficit fiscal es la madre de todos los males que deriva en emisión monetaria e inflación, hacer el ajuste sin eliminar el cepo implica aumentar el nivel de ahorro respecto a la inversión, por lo que dado el exceso de oferta en el mercado de bienes ello conducirá a una recesión significativa. Naturalmente, los heterodoxos apostarán a conseguir el financiamiento que permita financiar los desequilibrios que muestra la economía, asumiendo que los acreedores estarán dispuestos a poner el dinero duro sin reparar en la inconsistencia del sendero temporal del programa.

Por lo tanto, para aquel que resulte electo Presidente, si decidiera estar acompañado por esta familia de "economistas", le sugiero que también le pida a Papá Noel y a los Reyes Magos para que le aporte financiamiento, ya que será más probable que logre fondos de estos últimos que de un conjunto de acreedores racionales.