La gira del papa Francisco por América Latina no sólo tuvo convocatorias masivas a sus misas al aire libre, reuniones con los poderes presidenciales del continente o muestras de la fe popular que transita a las masas locales. También hubo espacio para la demostración de descontento y queja. Así sucedió el 9 de julio en Bolivia, cuando un grupo de varias decenas de personas vestidas con remeras amarillas intentó acercarse al Papa para pedirle que intercediera -así rezaban sus carteles y banderas- por la "amnistía de presos, exiliados y perseguidos políticos". La policía boliviana impidió que se acercaran al lugar desde donde daba misa el hombre anteriormente conocido como Jorge Bergoglio, y dieron marcha atrás. En conferencia de prensa explicaron que su pedido de amnistía se refiere a los 38 acusados por el caso de terrorismo y presunto plan magnicida contra Evo Morales que fuera intentado llevar a cabo en Santa Cruz en abril de 2009 y en cuyo desbaratamiento cayera bajo las balas de las fuerzas de seguridad el líder del grupo subversivo, Eduardo Rosza Flores.
"Fue un montaje del gobierno", acusan los familiares de los acusados, cuya mayor parte pertenecía a núcleos dirigentes de los organismos cívicos del departamento de Santa Cruz, que en aquel entonces se encontraba en medio de una fuerte disputa con los sectores partidarios del presidente Evo Morales. "Se trató de un acto de provocación", asegura el abogado Gary Prado, cuyo padre Gary Prado Salmón -que participara del operativo de detención de Ernesto Guevara en el trópico boliviano en 1968 y que luego fundara el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, una agrupación de tinte socialdemócrata de izquierda- es uno de los acusados en prisión domiciliaria. El juicio que en la actualidad se lleva a cabo en la capital La Paz, para saber la verdad de los acontecimientos, se estructura alrededor de una de las intrigas políticas más potentes y novelescas de la era de los gobiernos "bolivarianos" en Sudamérica.
El 16 de abril de 2009 el cuerpo desnudo del boliviano-húngaro Eduardo Rosza Flores había quedado tendido en el suelo de su habitación del hotel Las Américas, en el centro de Santa Cruz, en medio de un charco de sangre producido por las balas que había recibido. Cerca suyo también yacían los cadáveres de Arpad Magyarosi, de nacionalidad húngara, y Michael Martin Dwyer, irlandés. La policía había irrumpido a los tiros en las dos habitaciones donde se encontraban las tres personas que resultaron muertas junto a otros dos extranjeros -Mario Tadic, croata, y Elod Toaso, húngaro, que fueron detenidos y llevados a La Paz. La información oficial indica que la policía llegó al hotel a alrededor de las cuatro de la mañana, desactivó las cámaras del hotel y borró las grabaciones de video y, luego de dinamitar las puertas, la emprendió a los tiros contra los supuestos terroristas. Se los acusaba de haber realizado un atentado contra la casa del cardenal católico Julio Terrazas el 15 de abril mediante la colocación de una bomba en la puerta (Terrazas no se encontraba en su residencia ya que estaba de viaje) y de planificar una conmoción desestabilizadora en el país mediante la secesión del departamento de Santa Cruz y el asesinato del presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera.
Así terminaba su agitada vida Eduardo Rosza Flores, nacido en 1960 en Santa Cruz, Bolivia, hijo de un militante del Partido Comunista y de una mujer católica. La actividad política de su padre había determinado que se exiliaran en Chile, de donde debieron partir hacia Hungría cuando Augusto Pinochet derrocó al gobierno de Salvador Allende. Rosza Flores fue enviado a estudiar a Moscú, donde terminó rompiendo con las políticas del "socialismo realmente existente", según declaró luego, ofuscado por los privilegios de la casta dirigente, aunque habría sido contactado por la inteligencia húngara, de la que fue agente según informes de los servicios de informaciones británicos que se revelaron en un informe de la BBC de 1992 sobre ciertos acontecimientos de la guerra de los Balcanes.
A fines de la década del 80 fue designado corresponsal en Hungría del diario La Vanguardia, de España, y de la BBC, de Londres, para los que cubrió los intensos acontecimientos del fin del "comunismo" en Europa. En agosto de 1991 llegó a Croacia en medio de la sangrienta guerra de los Balcanes, abandonó el periodismo y se convirtió en jefe de una brigada internacional pro-croata compuesta por 300 milicianos, muchos de los cuales eran mercenarios profesionales. Fue condecorado por el gobierno croata luego de la guerra y su división fue disuelta en 1994. Por ese entonces comenzó su conversión al islamismo -terminaría sus días como vicepresidente de la comunidad musulmana húngara. Escribía y publicaba libros de poemas, algunos de tono homoerótico. Para ese entonces Rosza ya había tomado contacto con el venezolano Carlos Illich Ramírez, conocido como "El Chacal", detenido en Sudán en 1994 por la inteligencia francesa, y que había sido el terrorista internacional más buscado en todo el mundo por décadas. Rosza Flores se convirtió en parte de su círculo íntimo y realizó viajes de supuesto tenor humanitario a Sudán e Indonesia.
A partir de la asunción de Hugo Chávez, el gobierno venezolano reclamó la liberación y repatriación de Illich Ramírez, un objetivo incumplido pero que mantiene organizaciones bolivarianas que sostienen el pedido a las autoridades francesas. El periodista español Antonio Salas -que practica un polémico método de investigación que implica la infiltración bajo identidad simulada en las redes que estudia- se había infiltrado en la comunidad musulmana ligada a grupos denunciados como "terroristas" desde 2004 y había logrado convertirse en el principal asesor informático y vocero en las redes sociales de Carlos Illich Ramírez. De este modo conoció a Rosza Flores, a quien entrevistó para su revista "Los caminos de Bolívar", que editaba en España y Venezuela y de claro tinte prochavista. Allí Rosza Flores muestra su ideario que conjuga islamismo, antiestalinismo y apoyo a la lucha armada y los procesos de liberación nacional. En su libro "El palestino" (editorial Planeta) en el que relata su infiltración, Salas cuenta cómo al enterarse de la muerte de Rosza Flores "El Chacal" Illich Ramírez descartó un afán magnicida de su colaborador basándose en que Rosza era "pro-Morales". Mientras tanto, Evo Morales anunciaba el fin del complot y la muerte de los supuestos terroristas desde Venezuela y en conferencia con Hugo Chávez y Raúl Castro.
Luego del desbaratamiento y muerte del grupo de Rosza Flores y la detención de los extranjeros en La Paz, se sucedieron una serie de detenciones basadas en el testimonio de quien fungiera como chofer del grupo llamado Ignacion Villa Vargas, que relacionó a Rosza con altos dirigentes cívicos de Santa Cruz de connotada acción opositora al gobierno de Evo Morales. Al mismo tiempo, se difundía una entrevista televisiva realizada en Hungría en la que Rosza aseguraba que viajaba a Bolivia para organizar "la defensa de Santa Cruz" y la creación de un "ejército" cruceño. La revelación del plan subversivo en la televisión podría resultar un acto extravagante para un líder terrorista. Mientras tanto, los cruces de llamadas brindaron más detenidos, entre ellos el militar retirado Gary Prado Salmón, de intervención política progresista.
"Primero me detuvieron a mí, porque había cruces de llamadas con un celular que está a mi nombre, pero que usaba mi padre -cuenta a Infobae Gary Prado, abogado de varios de los acusados como partícipes del supuesto complot. Luego lo detuvieron a él, pero las llamadas realizadas fueron porque Rosza se presentaba como periodista y, como tantas veces le ocurría a mi papá, le pedían una entrevista para hablar sobre la detención y muerte del Che. Rosza Flores se presentaba de este modo ante muchos dirigentes santacruceños y quedaba entonces el registro de las llamadas o encuentros".
En diciembre de 2010 el fiscal Marcelo Soza presentó la acusación contra 39 ciudadanos acusados de ser miembros de un grupo armado que realizó el atentado en la casa del cardenal Terrazas. El juicio oral comenzó en Tarija en diciembre de 2012, aunque de los 39 imputados sólo 20 presenciaron el juicio, ya que el resto partió al exilio. En Uruguay, Alejandro Melgar, uno de los acusados, permanece detenido en espera que se resuelva su pedido de extradición.
-Ustedes denuncian que hubo irregularidades en el proceso, ¿a qué se refieren? -pregunta Infobae a Prado.
-El tipo hacía cosas rarísimas. Llegó a traer a una decena de húngaros, rumanos, croatas pero que se fueron yendo hasta que quedó el grupo de cinco. No era un grupo clandestino, estaban registrados en hoteles con sus verdaderos nombres, participaban de la vida social. Rosza compraba armas y dejaba rastros de las compras de esas armas. Llegó a comprar una pistola del año 33 en 1500 dólares, algo inexplicable. Guarda archivos de todos sus mails como archivos de texto separados en su computadora. Y se junta con gente para proponer su plan de defensa de Santa Cruz, un plan militar absurdo, medieval, que implicaría convertir a la ciudad en un castillo como se hacía en las batallas del feudalismo. No tiene sentido. En mi concepción, Rosza viena a Bolivia en el rol de agente provocador, un método muchas veces promovido por la inteligencia cubana, en este caso, con el fin de desarticular a la oposición. Llega a Santa Cruz, se ofrece a la dirigencia radicalizada, contamina a mucha gente con sus llamadas y visitas, elabora un plan absurdo de defensa de la ciudad. Yo creo que su próximo paso era desaparecer.
En el interín, Villa Vargas, el chofer que denunció los vínculos de la dirigencia cruceña, fue llevado, según su testimonio, a la frontera argentina para que huyera del país y evitara su detención de la mano de Carlos Núñez del Prado. Antes, se había comprobado mediante fotos y testimonios que un asado organizado por Villa Vargas en el que había estado Rosza con los miembros de su grupo, también había participado Walter Andrada, un jefe policial de elite que encabezó el ultimamiento de Rosza. Al regresar a Bolivia desde la Argentina, Villa Vargas cambió su declaración inicial para denunciar que los nombres de los dirigentes le habían sido dictados por Núñez del Prado, funcionario del ejecutivo boliviano. Sin embargo, en abril de este año volvió a cambiar su declaración para autoinculparse en un juicio abreviado, se retractó de las declaraciones y quedó en libertad. Lo mismo hicieron los dos sobrevivientes de la intervención policial, que volvieron a Croacia y Hungría. Infobae intentó comunicarse sin éxito con los protagonistas del caso. Ninguno de los acogidos al juicio abreviado de autoinculpación hizo declaraciones a la prensa, desde su nueva situación de libertad.
Marcelo Soza, fiscal del caso, renunció a su puesto y se exilió en Brasil en 2014, desde donde denunció que el caso había sido armado desde la vicepresidencia boliviana liderada por Álvaro García Linera, con la infiltración del grupo de Rosza por parte de la policía bajo órdenes de la vicepresidencia. Soza se vio superado, según argumentó en su declaración ante el organismo brasileño que decide el estatuto de "refugiados", por las presiones del gobierno y cuando temió por su vida decidió el exilio.
Los familiares de los detenidos y exiliados por el caso no pudieron entrevistarse finalmente con el papa Francisco para pedirle apoyo en su reclamo de amnistía. Quizás varios de los acusados hayan participado de movimientos desestabilizadores: en el momento de la muerte de Rosza la tensión entre el gobierno y los departamentos de la así llamada Media Luna, entre los que se encuentra Santa Cruz, y que exigían su autonomía había alcanzado ribetes de una violencia inusitada. Se tomaban con grupos de choque autonomista edificios públicos del gobierno central, se llevó a cabo masacre contra grupos de autodefensa campesina favorables al gobierno, la tensión planteaba la posibilidad de su incremento y transformación en enfrentamiento civil. No sucedió. Y quizás un hecho que haya logrado evitar esa conflagración fue el incidente Rosza, ya que luego de las acusaciones de magnicidio la oposición cruceña tuvo que retroceder, mientras su dirigentes eran detenidos o partían al exilio. ¿El fin justifica los medios? Es dudoso. Tal vez habría que preguntarle al papa Francisco, de formación jesuita, una orden que hizo célebre ese apotegma, que quizás no tenga actualidad, si es que la hubo tenido.