Constitución es un barrio en el que las esquinas guardan historias de sangre. Un barrio donde el sol del mediodía se derrite con las velas prendidas en el altar que los vecinos construyeron para Renzo Segundo Teseyra. Tenía 29 años y fue asesinado por narcotraficantes peruanos hace un poco más de dos meses.
Los enfrentamientos entre los jóvenes de la zona con los vendedores de drogas, principalmente de paco y cocaína, son constantes. Allí, es común coquetear con la muerte a diario y crecer recorriendo cárceles.
Según una investigación judicial a la que accedió Infobae, hay tres grupos de narcotraficantes que montaron un sistema de venta de drogas en hoteles de Constitución, puntualmente en las casi cuarenta manzanas comprendidas entre las avenidas Caseros, Entre Ríos, Garay y Lima. Venden en la calle y, en gran parte, el negocio se sostiene porque proveen paco a niños y adolescentes.
La Justicia investiga ahora la posible complicidad de los dueños de los hoteles, para determinar si obtienen sumas de dinero más allá del alojamiento "por convertir sus espacios comerciales en aguantaderos". Además, destacan que será importante "verificar si la obvia vista gorda que las fuerzas de seguridad hacen frente a este nítido panorama" está motivada por "la ineficacia y corrupción".
Los sumarios realizados por la Policía Federal en la zona dejan en evidencia la existencia de una red criminal resguardada en los hoteles de pasajeros que históricamente, por la cercanía con la provincia de Buenos Aires y la estación de trenes, son una parte inseparable del paisaje de Constitución.
Durante los últimos seis meses, en el hotel El Cairo, ubicado en Salta 1585, fue detenido un traficante que intentó huir de la policía y se comprobó que otro vendedor lo utilizaba como lugar para vivir y guardar la droga. A una cuadra, está el hotel de Salta 1661. No tiene nombre en la puerta. Allí, también fue capturado un hombre que vendía drogas.
Todos los puntos de venta están muy cerca. En Sáenz Peña 1759 está el hotel Residencial. En diálogo con este medio, un hombre que vive allí, y pagó una condena por robo en distintas prisiones, asegura que el panorama "es mucho más complicado que hace diez años, porque ahora te matan sin hablar".
En la esquina de ese alojamiento de pasajeros ejecutaron a balazos a Renzo Segundo Teseyra. "Lo mataron porque no quería que los tranzas vendan paco acá", dice otro vecino, que salió de la prisión hace tres meses y conocía al joven asesinado.
Por otro lado, en la puerta del comedor popular de Brasil y Sáenz Peña, una activista que limpia la vereda indica sin dudar que "el barrio está podrido".
La porción mínima de marihuana se consigue a partir de los cien pesos, al igual que la de cocaína, mientras que las dosis de paco oscilan entre diez y veinte pesos. Traficar desde hoteles que no piden documentación es beneficioso para las redes criminales, que mueven a sus hombres de un lado a otro en pocos minutos.
De día, el barrio es la mezcla del olor a marihuana en las esquinas y el eco del acento dominicano en las puertas de los conventillos. La mezcla de la música fuerte y las caras tristes de las mujeres que deben prostituirse en casas semiabandonadas. Constitución es la mezcla entre la alegría de los jóvenes que se la rebuscan con trabajos temporarios, y la tristeza por la muerte de los que arriesgaron demasiado.
La calle Pavón, entre Salta y Santiago del Estero, es uno de los puntos más transitados del barrio. Ahí está el hotel Faraón donde, entre febrero y julio, la policía detuvo a dos traficantes, y también fue a capturar a otros dos delincuentes. En la misma cuadra, aparte, hubo dos detenciones por vender estupefacientes en plena calle.
La metodología es simple: son cien metros donde hay más de diez prostitutas o travestis, que conectan al peatón con el vendedor.
La situación se repite cincuenta metros adelante, en dirección a la Plaza de la Constitución. Sobre la calle Salta al 1479, en un hotel sin nombre, fueron detenidos tres narcotraficantes en los últimos seis meses. Además, allí, capturaron a un ladrón.
"Aquí no hay magia ni especulación, hay atención derivada de la diferencia entre mirar y ver. Muchas veces el Estado mira pero no ve. A veces por ineficacia y desidia, a veces por corrupción", asegura en su informe el titular de la Fiscalía N°6, Federico Delgado.
Sobre la triangulación que hay entre los consumidores, los narcos y las travestis o prostitutas, Delgado señala: "El espacio público tiene sus propias reglas de gobernabilidad. Poco sabemos acerca de cómo es esa difícil interacción entre las fuerzas de seguridad y las personas en situación de prostitución".
De noche, los comerciantes que tienen sus locales abiertos atienden tras las rejas. "Es imposible trabajar sin seguridad mínima, te pueden robar varias veces en pocas horas", indica el dueño de un kiosco.
En la oscuridad, los adictos van y vienen. Cuando el sol cae, Constitución es la mezcla entre la desesperación y el jolgorio. Los que llegan de trabajar se relajan tranquilamente en calles donde no pasan autos. Algunos pasean en familia, otros toman vino con gaseosa y ríen, como en cualquier barrio.
Pero hay otro lado, que no está oculto. Callejones impregnados con el olor del abandono. Niños que se retuercen por la adicción. Los efectos devastadores del paco señorean las veredas. En la intersección de Brasil y Lima, a metros de la estación de trenes, un hombre llamado Juan vende pañuelos descartables junto a su esposa. Mira a los adictos, ir y venir. "Parecen murciélagos", dice.
Juan tiene una lágrima tatuada en la cara y un carnet de discapacitado colgado del cuello. Durante un robo, la policía le dio cinco tiros. Muestra los agujeros de las balas, recuerdo imborrable de los casi 16 años que estuvo detenido. Ahora, es vendedor ambulante. Vivió dos años en la calle con su esposa, Viviana, nacida en la Villa Zavaleta.
Viviana, por su adicción a las drogas, perdió un bebé y se contagió tuberculosis. Mediante tratamientos ambulatorios lograron recuperarse y alquilan una pequeña casa en el conurbano bonaerense. Planean tener otro bebé. "Ahí vienen los adictos que se curaron", les gritan, como burla, los adolescentes que fuman paco en la puerta de la estación de trenes cuando ven llegar a la pareja. Ellos trabajan en el mismo sitio todos los días.
Ignoran las burlas, conversan, resumen: "Los dos estuvimos pegados con esa droga que te mata, pero entendimos que la decisión era vivir o morir. Decidimos vivir, pudimos salir, hay lugares donde se puede ir para recuperarse. No es necesario morirse en la calle, no sirve. Lo único que nos queda es mirar para adelante, estamos bien".