La capital de Armenia, es una moderna ciudad europea que está creciendo a pasos agigantados. Grandes y nuevas obras arquitectónicas sorprenden en una metrópoli relativamente chica, que se puede recorrer perfectamente caminando. Sus años de pertenencia a la Unión Soviética han dejado huella en la arquitectura y sobre todo en su gente que maneja el ruso a la perfección.
Ubicada en el centro del país y a orillas del Rio Hrazdán, se la conoce como la ciudad rosa, debido a que gran parte de sus construcciones están realizadas con duff, una piedra volcánica local que da a los edificios un color rosa que por momentos muta al verde. Anchas avenidas con catedrales, teatros y una agitada vida nocturna. Parques y paseos que la vuelven fácil de caminar y recorrer.
La historia de Ereván es una de la más antiguas y para comenzar a entenderla hay que remontarse hasta el siglo VIII a.C. cuando se fundó la fortaleza de Erebuní en el año 782 a.C. Este nombre evolucionó reemplazando la b por v y convirtiéndose luego en Ereván. Fue habitada y dominada por romanos, persas y turcos. El 7 de junio de 1679, fue un trágico día en el que un devastador terremoto arrasó con la ciudad. En 1827 conquistada por Rusia. Fue la capital de la República Socialista Soviética de Armenia desde 1920 hasta 1991, año en que logra su independencia. Armenia fue el primer país en establecer la Cristiandad como única religión oficial en el año 301, convirtiéndose en el primer estado Cristiano de la historia del mundo.
Recorrer la ciudad es sorprenderse con una variada oferta de entretenimiento y cultura. La mayoría de los edificios son obras del afamado arquitecto armenio Alexander Tamanián.
La Plaza de la República es el lugar para comenzar a descubrir la ciudad. Una gran fuente musical rodeada por los edificios más representativos: la Casa de Gobierno, el Museo de Historia, y el famoso Hotel Marriot. Un claro ejemplo de la arquitectura típica armenia de los años 20. Si estás particularmente interesado en el arte no dejes de visitar la Galería Nacional que contiene más de 2.000 obras de arte y religiosas armenias, junto con colecciones europeas, japonesas y, por supuesto, rusas.
Muy cerca de allí se puede ir caminando hasta el Teatro de la Opera, uno de los edificios más armoniosos y estéticos de la ciudad. Aunque esté en armenio, presenciar la tradicional ópera Anush, permite vivenciar el sentir de los espectadores, quienes se emocionan al escuchar las melodías que les solían cantar en la infancia. La acústica del teatro es sobresaliente.
Cascade es un monumento que simula una cascada, fue construido en los años 70 y es el claro ejemplo del legado soviético. Una visita que se volvió obligada entre los turistas, con su afamado Paseo de los Esculturas al aire libre, con obras de arte que fueron donadas por distintos artistas latinoamericanos, y donde podemos ver el Gato de Botero. Sus 5 plantas ofrecen distintas galerías de arte. Desde la cima se puede tener una de las mejores vistas de la ciudad, junto con el ancestral Monte Ararat. En el mirador se destaca el monumento en conmemoración a los caídos en la Gran Guerra Patria de 1941-1945. Más atrás, en el Parque de la Victoria, el monumento a la Madre Armenia se puede apreciar desde varios puntos de la ciudad.
Si te gustan las compras y los mercados al aire libre, en Vernissage vas a encontrar las mejores artesanías locales. Relojes, antigüedades, instrumentos musicales, típicos souvenirs, vajillas rusas. Un bazar y mercado de pulgas que permite recorrerlo mientras se descubren a la vez obras de arte como la de Botero.
Llegar al monumento en memoria de las víctimas del genocidio es sentir de cerca el profundo dolor de este pueblo sufrido. El 24 de abril pasado se cumplieron 100 años de esta masacre, y el recuerdo permanece vivo en este monumento y en su vecino Museo del Genocidio. Una visita que permite conectarse con el sentimiento de dolor, desentrañando el simbolismo del monumento. Bloques de cemento, dos púas que evocan al Monte Ararat y una llama eterna que no permite olvidar.
No dejes de ir a cenar a lo de Gayene´s, donde la dueña, nos abre las puertas de su casa para deleitarnos con platos típicos de la cocina armenia. No puede faltar el lavash, tradicional pan local tipo pita. Mientras nos mira disfrutar el sabor de sus platos, toca en su piano música armenia, antigua o moderna. Es impresionante ver como lo hace sin partitura y de memoria. También agasaja al visitante con música de su país de origen. Por supuesto a nosotros nos deleitó con un buen tango a la perfección.
Ereván es conocida también por su variada oferta de bares. Se siente un amor al jazz que persiste en bares nostálgicos, mezclados con modernas discotecas donde suena música electrónica. La música de uno de los afamados armenios, Charles Aznavour, suena constantemente en hoteles y bares. Un final de recorrido perfecto.
Moneda: Dram Armenio
Aeropuerto: Zvarnots, ubicado a 15 kms. de la ciudad
Transporte Público: la ciudad es chica y fácil de caminar. Sin embargo, si querés movilizarte más rápido, podés usar el metro o algunos de los minibuses.
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