A cualquier hora del día, en los incontables y similares accesos a la Villa 31 de Retiro, hay vecinos que caminan apurados rumbo a la estación de trenes o la parada del ómnibus. Con zapatos lustrados y camisa surcan el ripio desnivelado, rumbo a sus trabajos. En el recorrido, por los pasillos angostos que decora la cumbia, se cruzan con un desfile de adictos listos para entrar a las zonas más oscuras del barrio en busca de una dosis.
Marihuana, cocaína, paco. El sistema de venta es similar al de la meca del comercio porteño de drogas: la Villa 1-11-14, del Bajo Flores. En la 31, también hay centinelas apostados en las esquinas, que darán la voz de alerta si hay caras desconocidas, o saldrán al cruce de quien levante sospechas.
Los vecinos se niegan a ser entrevistados, aún anónimamente, pero reconocen de forma unánime que las bandas se expanden y el comercio alcanza a niños de 9 o 10 años. Los policías apostados en las entradas al barrio aseguran el mismo dato: jóvenes que deberían estar en la escuela primaria circulan drogados durante las horas más peligrosas, que transcurren antes del amanecer. Los agentes también coinciden en que, con el día, cierta calma vuelve a reinar.
Según pudo corroborar Infobae, la ubicación de los reductos donde se comercializa la droga no responde a patrones específicos. Sino que están desperdigados en distintas zonas.
En las calles principales que llevan al corazón de la villa hay oferta de paco. Son grupos pequeños de consumidores, que reciben a adictos de otros barrios, y a cambio de droga los conducen hasta una casilla específica. Esa zona, donde las banderas rojas y blancas cuelgan desde las ventanas, es habitada mayoritariamente por vecinos peruanos.
Ezequiel, un niño adicto de 12 años, suele dormir en el piso de la estación del ferrocarril San Martín. Abandonado a su propia suerte, sin padre ni madre, fuma un cigarrillo y dice que los consumidores de su edad evitan el Bajo Flores "porque hay pibes más grandes que te roban la droga". También cuenta que, allá, los controles policiales son más exhaustivos que en Retiro. "La 1-11-14 sale mucho en televisión, hay más milicos", agrega otro adicto que lo acompaña.
Bajo la Autopista Illia, casi sobre las vías de los trenes, en una área donde el grueso de las familias provienen de Paraguay, se ofrece marihuana con la misma mecánica que un cocinero ofrece sus alimentos en cualquier puesto de comidas. Junto a las puertas de las casas hay dos personas, algunos con pistolas en la cintura, que toman mate o cerveza en mesas improvisadas. Miran fijamente a todos los que transitan por ahí. Chiflan y ofrecen la droga. El corredor, uno de los principales, tiene sus límites en la avenida Ramos Mejía al comienzo y en un depósito de contenedores sobre la calle Carlos Mugica, en el extremo final de la villa.
Sin embargo, uno de los puntos territoriales que actualmente se presenta como el más conflictivo es habitado por personas de distintas nacionalidades. Hay argentinos, bolivianos, inmigrantes africanos. Es un pequeño parque abandonado, al que los vecinos bautizaron como "Plaza de los lápices". Llegar ahí es difícil. Y vivir, aún más.
En la Fiscalía N°6, de Federico Delgado, recibieron las denuncias sobre la zona. Una de ellas, alertaba sobre grupos de narcotraficantes que "desalojaban a las familias para utilizar las viviendas como puntos de venta o aguantaderos".
Allí, no operarían pequeñas bandas territoriales, sino grupos organizados que utilizan la zona para instalar un mercado de microtráfico, mientras, al mismo tiempo, se valen de la geografía local para acopiar grandes cantidades de droga. "En los últimos enfrentamientos protagonizados por integrantes de esa banda, se detectaron armas de gran calibre", aseguran los agentes encubiertos.
En el resumen de la investigación, a la que tuvo acceso este medio, el fiscal Delgado narra: "El personal policial que participó en las investigaciones reflejó un panorama para nada alentador. Ni más ni menos, se ha montado en ese sector de la Villa 31 una suerte de 'estado paralelo' en el que la violencia y la intimidación han suprimido las normas que prevalecen en un estado de derecho".
Según los datos de la investigación, el área es controlada por una organización criminal conocida como los "Sampedranos", cuyo principal líder se encuentra detenido.
La Villa 31 es utilizada como centro para guardar droga por su cercanía a la terminal de colectivos. El transporte 'hormiga', mediante el cual muchas personas trasladan cantidades casi indetectables, es una modalidad utilizada sistemáticamente.
Durante julio, al menos cuatro personas fueron detenidas en colectivos provenientes de la frontera. Este martes, en Gualeguaychú, Entre Ríos, Gendarmería capturó a un hombre y dos mujeres que viajaban en un colectivo de la empresa "Río Uruguay". Su destino final era Buenos Aires y llevaban 54 kilos de marihuana. Por otro lado, el 6 de julio, en la localidad bonaerense de Zárate, fue interceptado un hombre que viajaba desde Misiones a Capital Federal con 9 kilos de marihuana en dos mochilas.
La cantidad de operativos y la variedad de drogas dan cuenta de que el método es efectivo y seguro, aún pese a los secuestros de estupefacientes. Durante julio, agentes federales apostados en la localidad de Rafaela, Santa Fe, incautaron 46 kilos de cocaína en dos colectivos: uno venía de La Quiaca, Jujuy, y el otro de Salta capital.
Actualmente, la Justicia investiga una cadena de al menos cuatro homicidios en la villa de Retiro cometidos durante junio y julio, que estarían relacionados con tráfico de drogas.