Eugenia Almeida: "No creo en los héroes en la literatura"

La aclamada escritora cordobesa habló con Infobae sobre su nueva novela, "La tensión del umbral", en la que se prueba en el género policial

Hace una década, Eugenia Almeida juntó unos pesos e imprimió su novela "El colectivo" y, sin ninguna esperanza, la mandó por correo desde su pueblo cordobés Unquillo hacia España para participar en un concurso. Esa decisión le cambiaría la vida. Su primer libro ganó el Premio Internacional de Novela "Dos Orillas" organizado por el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón y con el premio accedió a ser traducida a cuatro idiomas. Cinco años después, Edhasa la publicó en Argentina y críticos y lectores le dieron una cálida bienvenida (lleva editada tres ediciones). "La pieza del fondo" es su segunda novela y en abril de este año dio a conocer su primer libro de poesía "La boca de la tormenta".

Este mes Edhasa distribuye una nueva obra de Almeida, "La tensión del umbral", que marca su debut en el género policial. Como lo dictan las reglas del género, la historia se inicia con un cadáver: una mujer se mata en la puerta de un bar y a partir de ahí el misterio llegará hasta la última página. Un periodista, Guyot, intentará desentrañar las razones e indagará en las conexiones oscuras entre policías y personajes poderosos y criminales que no tendrán pruritos para sembrar de muertos su camino. Como en sus libros anteriores, Almeida trabaja sobre los silencios que atraviesan una comunidad, compone una polifonía narrativa a través de múltiples personajes y narra con la destreza y la precisión de los que saben mirar el cuerpo social. La autora reflexiona sobre el poder y sobre los mecanismos sociales que llevan al suicidio en una novela que lleva la tensión hasta la última línea.

"La tensión del umbral" no sólo es un libro que los lectores esperaban: es muy posible que también sea una de las obras que marquen el 2015.

Es difícil pensarlo a lo largo de los años. "El colectivo" lo terminé en 2005 pero la publicación en Argentina llegó en 2010 y entonces ahí hay un recorrido más reciente. Estoy feliz de poder seguir proponiendo cosas y poder presentarla con Edhasa, que es una editorial que siento que me respalda y me acompaña que ha hecho todo este recorrido conmigo.

Con "El colectivo" tuve una suerte particular porque ganó un premio que implicaba la traducción a cuatro lenguas y eso hizo que algunos editores europeos pudieran conocer el trabajo y se interesaran por "La pieza del fondo", que es mi segunda novela y ahora por esta, que no sé si sale este año o en el primer trimestre del año que viene en Francia. El tema de las traducciones es apasionante porque ahí aparece ese otro personaje que es el traductor, al cual uno le confía todo para que haga posible un libro en francés o en cualquier otro idioma. Es muy interesante la devolución, con "El colectivo" me pasó al principio cuando hice una gira por algunas ciudades europeas que pensaba que era una historia argentina y decía ¿qué pasa que en esta historia se enganchaba la gente? y venían lectores y me comentaban algo. En ese recorrido empecé a ver los países en donde había sido traducido: en España no hace falta explicar lo que ha sido una dictadura, creo que tienen el récord de duración; en Grecia también habían pasado lo mismo; en Portugal igual; en Francia no había una dictadura pero tiene su historia con Argelia o con el régimen de Vichy. Hay historias que nos involucran a todos de alguna manera y que las historias que se repiten por ahí van cambiando las modalidades de país en país. Por ejemplo, a mí me gusta Kundera y uno podría decir que "La Broma" es una novela típicamente checa. O no, podría ser típicamente argentina también.

Las tres cosas que mencionás tienen que ver con una forma de ver el mundo. Creo que hay una cierta sensibilidad que tenemos mucho y que se relaciona con el silencio, con la posibilidad de hacer silencio para escuchar, de poder detenerse para ver lo que sucede. De hacer espacios, si estoy toda yo ocupando el espacio, no hay nada de afuera que me pueda tocar, no hay espacio para que entre lo otro. Respecto de lo cronológico, desconfío mucho no sólo en la literatura sino también en la vida en general, de esta estructura ordenada de pasado, presente y futuro. Las cosas que pasan todo el tiempo están violando esa estructura, que es una estructura que nosotros tenemos para estar tranquilos y creer que podemos predecir que lo que hemos hecho en el pasado va a afectar el presente. Es como esa vieja cosa que percibí en la infancia como un mandato, al bueno le va bien y con el paso de los años uno ve que el mundo no está regido por ese tipo de justicia o ese tipo de ordenamiento, como pasado, presente y futuro. En países donde pasan cosas fuertes, los ecos no se los puede pensar como hace treinta años pasó una dictadura, por ejemplo y ahora pasa tal y tal cosa. Las cosas son mucho más acuáticas, estoy pensando en algo que va corriendo y va metiéndose en las grietas y va a atravesar lo que sea.

Quizás ahí lo que esté jugando sea algo de la educación y de mi infancia: el tratar de tener siempre presente que no hay protagonistas y extras en la vida y en el mundo. Las historias siempre son colectivas, siempre se van construyendo en base a diferentes voces, a diferentes cosas. Esto no es algo que yo planeé, no es que digo voy a escribir una historia y voy a tener varios personajes y que uno no pueda decir cuál es el protagonista, cuál es el central, sino que es un poco la manera en la que pienso la vida. Es algo que me sale.

No creo mucho en los héroes, creo en una sucesión de pequeños gestos y de decisiones que vamos tomando en el cotidiano que construyen realidad. Un héroe implica pensar en una historia contada por una voz, un único protagonista y me parece que las cosas se construyen comunitariamente.

Apasionante. La intensidad a la que me obligaba la disfruté mucho. En general, trabajo sin planes y voy viendo lo que pasa a medida que va sucediendo, y eso implica en un policial volver mucho hacia atrás y corregir mucho, porque el género exige ciertas cosas que en mis otras novela podía dejarlas pasar. Fue un trabajo mucho más exhaustivo y diferente. Siento como si hubiese hecho otra cosa que no fuera escribir un libro, como si necesitara una palabra diferente para esto.

Apareció. De entrada no lo pensé, sí el libro inicia con una imagen que puede ser la típica de un policial, hay un cadáver y hay un misterio. No se me ocurrió que venía por ahí. Cuándo comenzó a desarrollarse la historia para mi evidentemente era este formato. Soy muy lectora de policiales, es un género que me gusta y que he leído mucho y de muy diferentes tipos.

No lo pensé estrictamente relacionado con la historia argentina, pero sí en pensar el tema del suicidio. Cuándo uno lo piensa, siempre lo piensa como el ámbito de lo más íntimo, es un gesto tan personal y privado. Hay muchos suicidios que son sociales. En este caso, es un suicidio muy raro pero no está puesto en duda que sea un suicidio, pero es un suicidio que implica algo que no es del ámbito de lo privado solamente. El tema del suicido es un tema que me preocupa, que me convoca y sobre el que he leído mucho porque me parece un acto inexplicable, no en el sentido de no admisible, inexplicable en el sentido de que estamos acostumbrado a que nuestras acciones puedan justificarse. En el suicidio al estar ausente el principal protagonista de la acción, sólo puede haber versiones alrededor de eso. Los que hablan siempre son los que quedan, no el que se fue.

Me interesan todos los circuitos de poder que no están estrictamente explicitados. Si me dicen la Presidente tiene el poder, sí por supuesto lo tiene porque ganó las elecciones, pero me interesa ver esos circuitos de poder que no están a la luz, que no se rigen bajo nuestro régimen democrático, de los cuales no participamos y de los cuáles muchas veces somos o víctimas, o mercancía.

Foucault lo vio muy claramente hace mucho tiempo y con mucha claridad. Vio muchas cosas: los dispositivos de prisión, el tema de la locura, la sexualidad...

Este personaje que es Guyot está persiguiendo eso y es curioso porque no dice quiero saber la verdad, dice quiero entender. Es de otra órbita eso. Es muy difícil entender ciertas cosas, para empezar un suicidio, pero además es muy difícil hacer una lectura absolutamente lúcida de la realidad. Así como dicen que percibimos un 7% de los estímulos que podemos recibir porque el cerebro necesita tener un límite para procesar, si percibiéramos todo estallaríamos. Estoy pensando en "Funes el memorioso". Pobre que no puede olvidar que es lo que necesitamos para poder recordar algunas pocas cosas. En eso nuestra capacidad de entendimiento está limitada. A veces uno quiere entender en términos humanos lo que es inentendible. Hay un momento en la novela donde uno de los personajes dice el suicidio no tiene explicación, es puro acto. Muchas veces queremos procesar desde la comprensión, pero la comprensión juega con reglas raras, es la racionalidad.

Sí, es algo que a mí me gusta como lectora de policiales. Una vez que subiste no podés bajar, en otro tipo de novela uno puede moverse un poco, pero aquí algo que exige el género es que si uno llegó a un grado de tensión, si la afloja el lector se puede ver defraudado. Pero más allá de la regla del género, a mí me gustan las novelas que mantienen esa cosa tirante hasta el final y, además, me parece que en la historia y en la vida hay tensiones que no se resuelven nunca.