Bela Lugosi y la maldición de Drácula

Fue el protagonista de la primera gran cinta de horror sonora en Hollywood, símbolo de la fusión entre fama y tragedia. Una figura plagada de misterio y drama, el prototipo de la estrella caída en desgracia

Bela Lugosi (1882-1956) tomo su apellido como homenaje a la región que lo vio nacer (Lugos, un pueblo perteneciente al por entonces imperio Austro-Húngaro y hoy parte de Rumania). Su verdadero nombre era Bela Blasko, un apellido demasiado normal (según el intérprete) para triunfar en las tablas. Y es que desde muy joven, Bela tenía muy claro que lo suyo era la actuación. Una aspiración que pronto vio hecha añicos cuando su padre murió tempranamente y debió convertirse en el sostén de la familia. Para "parar la olla" debió trabajar de minero, obrero en la construcción y como peón cosechando en el campo.

Sin perder nunca su horizonte, Lugosi, comenzó a estudiar en sus tiempos libres música e interpretación en la Academia de Arte de Budapest. Su porte, era un hombre muy alto y esbelto, su tono de voz grave y su carácter, le valieron pronto la posibilidad de conseguir papeles secundarios en puestas teatrales locales. Con el correr de los meses, los papeles se volvieron más importantes y la actuación se transformó en su fuente de ingresos

A los 19 años se convirtió en toda una estrella del teatro en su país, participando de puestas Shakesperianas, comedias y hasta encarnando a Jesucristo en una versión de La Pasión.

Sin embargo su estatus teatral, no impidió que el gobierno de su país lo alistara para ir al frente en plena Primera Guerra Mundial. En el campo de batalla recibió una herida en la pierna de la que nunca logro sanarse por completo.

De baja, decidió probar suerte en el incipiente mundo del cine, por aquel entonces mudo. Primero en Europa como galán y finalmente convocado por una naciente "Meca del cine Americana" que vio en el excéntrico hombre de Europa del Este, el actor ideal para encarnar villanos cinematográficos.

Sin hablar una palabra de inglés, Lugosi se mudó a California, Estados Unidos y rápidamente se incorporó al "show Bussiness" vernáculo. Su poco dominio del idioma no era un problema en una industria en donde los actores actuaban a base de mímicas y los argumentos y diálogos se explicaban mediante intertitulos.

Su acento húngaro le permitió interpretar el que sería sin dudas el papel de su vida, la creación de Bram Stoker: Drácula. Primero en una puesta teatral que recorrió todo el país convirtiéndose en un suceso de taquilla. Y luego, en la pantalla grande, a principios de la dada del treinta y ya dentro del cine sonoro.

Drácula del director Tod Browning, fue un inmenso éxito que convirtió a Lugosi en un icono del cine de horror y dio inicio a un ciclo de películas de monstruos producidas por el estudio Universal.

"El taquillazo" de Drácula, genero un nuevo proyecto: una adaptación fílmica de la novela de Mary Shelley: Frankenstein. Para encarnar al monstruo, Universal Pictures pensó rápidamente en Lugosi, era sin dudas la mejor opción después de su "gardeliana" pero efectiva interpretación del conde transilvano. Además, como la criatura casi no tenía diálogos y sus líneas se limitaban a meros gruñidos, el acento de Lugosi, no sería problema para ponerse en la piel del "hombre hecho de trozos de cadáveres". Sin embargo y para sorpresa de todos los involucrados en el proyecto, Lugosi rechazo el papel, los motivos para esta decisión eran justamente la escases de diálogos y sobre todo la enorme capa de maquillaje que impediría que su rostro de galán se luciera en la pantalla de plata. Este rechazo fue el peor error en la vida profesional de Lugosi. El papel del monstruo fue encarnado por un desconocido Boris Karloff, quien tras aperecer en la cinta se transformó en la figura indiscutida del terror fílmico. Tras la irrupción de Karloff, Lugosi nunca más pudo lograr el protagónico de una superproducción. Su labor en Hollywood se limitaba a papeles secundarios en cintas importantes (un gitano en El Hombre Lobo, un jorobado en una secuela de Frankenstein) o roles principales en filmes de bajo presupuesto o de estudios independientes.

Pese a trabajar mucho, los sueldos que recibía por estas producciones eran magros y apenas si le alcanzaban para sobrevivir. Para colmo, aquella herida en la pierna, recibida durante la guerra, se fue convirtiendo en un mal crónico, que le causaba un intenso dolor, solo calmable con grandes dosis de morfina. Sin querer, el actor se convirtió en dependiente.

Tras muchos fracasos amoroso, adicto a la morfina, y sin trabajo estable, en los cincuenta la vida de Lugosi era penosa. Al borde de la locura, solía dormir en un ataúd, vestía la capa de su más famoso personaje y se paraba frente al espejo de su casa para repetir infinitamente los parlamentos del noble vampiro.

Y entonces, un joven cineasta, Edward D. Wood, Jr. llamó a su puerta. Ed Wood, conocido hoy como "el peor director de la historia del cine" era fanático de Lugosi, y lo convenció para que participe de algunas de sus películas, bizarras historias que fusionaban: terror, extraterrestres y travestismo. Este canto de cisne de Lugosi, lo termino de transformar con los años, en un actor de culto, venerado por los amantes del cine "freak" y "trash". Lamentablemente él no llego a ver como su figura mutaba en objeto de veneración. En 1956, en la pobreza absoluta y en medio de delirios y alucinaciones en la que se veía como "Vlad el empalador" Lugosi murió. A su entierro fueron pocas personas, apenas sus compañeros de sus últimas incursiones cinematográficas con Ed Wood. En el sarcófago que contenía su cuerpo, los presentes pudieron notar que la última voluntad de Lugosi se había cumplido: su cuerpo estaba ataviado con el vestuario de Drácula. Una mortaja justa para una vida de película.