En "Los Abrojos" no hay trofeos deportivos ni retratos de la política. Si alguna vez la enorme quinta de Mauricio Macri funcionó como una de las mecas del empresariado allá entre los '80 y los '90, el refugio de Los Polvorines, en la localidad bonaerense de Malvinas Argentinas, se transformó en los últimos tiempos en eso, un espacio íntimo y familiar en el que el jefe de Gobierno porteño pasa gran parte de sus días.
"Mauricio no hace política de noche, y ahora un poco más porque estamos en campaña pero si no, en el PRO los fines de semana cada uno hace la suya", confía un estrecho asesor de Macri que comió abundante asado cortado en pequeñas tiras -en la jerga, "banderita"- cocinado por Claudio, el histórico casero y parrillero de ocasión.
"Los Abrojos" es un predio gigantesco ubicado a metros de Campo de Mayo y de la ruta 8, y lindero a San Miguel, compuesto por tres casonas, una cancha de tenis, otra de paddle, dos de fútbol y mucho verde. Es el lugar escogido desde hace años por el líder del PRO y su mujer, la empresaria Juliana Awada, para los fines de semana. La casa del jefe de Gobierno porteño, la última en construirse, de una planta y bastante recatada en comparación con su abultado patrimonio, fue de hecho decorada casi en su totalidad por Awada, que ubicó unos livings blancos en el jardín. Muy cerca de la angosta y decorativa piscina, y en los que suele deleitar a los invitados con una degustación de choripanes que ella misma sirve, si es que el menú contempla carnes asadas a la parrilla.
Entre esas paredes, despojadas de fotografías alusivas a su profesión, hay un dormitorio para cada una de las hijas del jefe porteño. Quienes la frecuentaron en el último tiempo se sorprendieron con la mesa de ping pong desplegada en el medio del living, desprolija, entre los sillones y el televisor de pantalla plana.
La casa de Macri, la última en construirse, de una planta y bastante recatada en comparación con su abultado patrimonio, fue decorada casi en su totalidad por Awada
La casa de Macri, ubicada a un extremo del predio, está a metros de la principal, que originariamente ocupaba Franco Macri, quien hace rato no visita el lugar. Es de ladrillo a la vista, indefectiblemente ochentosa, una construcción similar a la de los departamentos de Manantiales, en Punta del Este, Uruguay, pertenecientes al jefe familiar. La tercera de las construcciones pertenecía a Sandra Macri, la hermana del jefe de Gobierno que falleció en junio del año pasado después de batallar contra una larga enfermedad. Todavía es una incógnita el destino de esa casona, entre los trámites sucesorios y la disputa familiar con Néstor Daniel Leonardo, el parapsicólogo esposo de la mujer que denunció a Macri en la causa por las escuchas ilegales que todavía acorrala al líder del PRO. Leonardo afronta una compleja diabetes que se adueñó de una de sus piernas.
Según se jactan él y los que lo pisaron, el césped de la cancha de fútbol adornada con un par de gradas, donde Macri solía organizar afamados y selectos campeonatos hace años, es uno de los mejores del país. Cuentan que fue el mismo especialista que en su momento le dio vida al pasto del estadio de River Plate.
El humorista Martín Bossi, principal imitador del jefe de Gobierno, es uno de los últimos que pisó esa cancha de dimensiones profesionales y que se vistió de pantalones cortos en la quinta familiar de Los Polvorines en más de una oportunidad. Con su amigo Martín Seefeld, actor de profesión, Macri en cambio prefiere jugar al tenis en la cancha de cemento pegada a la de paddle, en la que no hace mucho ordenó remodelar el piso, un poco más flexible al movimiento de las rodillas, ya bastante desgastadas. Es que el fútbol dejó de ser prioridad desde hace tiempo para Macri.
Además de Nicolás Caputo, su mejor amigo y principal consejero, otro de los habitués de la casa quinta familiar bonaerense del líder del PRO es Gastón Gitard, otro viejo amigo de la infancia que cobijó como uno de sus protegidos. Golfista amateur, como Macri, el único nexo palpable de Gitard con el PRO hasta el momento es un aporte personal de 30.000 pesos a la campaña legislativa del 2007, según la rendición de cuentas de aquella elección, que no alcanzó para llevar al Senado al economista Carlos Melconián. Suficiente, sin embargo, para lograr la reelección en la Cámara baja de Federico Pinedo, integrante del staff fijo del PRO en el Congreso.
Si Macri despolitizó su refugio de Los Polvorines fue en gran parte por un pedido de su esposa, sostén fundamental del ex presidente de Boca Juniors. Awada aseguró en privado, más de una vez, que si su esposo es presidente no dejará de ir hacia ese lugar los fines de semana, aunque en ese caso deberá repartirse el tiempo con la residencia de Olivos. La irrupción de la bella mujer es parte de la reconversión del jefe de Gobierno, para quien la rosca política no es justamente uno de sus principales vicios. "Mauricio no hace política de noche", razona un avezado asesor en relación a la rutina del líder del PRO. Eso explica que el jefe porteño acomode su agenda semanal para llegar temprano a su departamento de la avenida Libertador. Aunque el calendario está bastante más apretado que de costumbre por estos días por el fragor de la campaña electoral.
Para las tertulias políticas, Macri prefiere desde hace rato la casa de su padre del selecto barrio porteño de Barrio Parque. Allí juntó, por ejemplo, a su mesa chica en la segunda quincena de mayo para discutir y oficializar la negativa a sellar una alianza con Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, en una cumbre clave que había sido adelante por Infobae unos días antes. A ese salón poblado por una gran mesa y un par de sillones se ingresa por el garaje de la casona.
Una de las muestras más explícitas de que el precandidato presidencial prefiere abstraerse de la política en "Los Abrojos" es que varios de los ministros y funcionarios que ahora lo acompañan en la ciudad de Buenos Aires frecuentaban la quinta con más asiduidad tiempo atrás, en la época de la gestión privada en las empresas del clan familiar. Hubo, sin embargo, dos allegados al jefe de Gobierno que aceptaron su ofrecimiento para incorporarse al PRO en ese enorme predio, entre tiras de asado: el humorista Miguel del Sel, fallido candidato a gobernador de Santa Fe, y Miguel de Godoy, actual secretario de Comunicación porteño.
Si "Los Abrojos" es ahora un refugio casi inmunizado por completo a la política, "La Ñata", el paraíso de Tigre de Daniel Scioli -el otro precandidato presidencial con más chances de suceder a Cristina Kirchner-, es todo lo contrario. Una kermés repartida entre el quincho montado por el gobernador y el estadio de fútbol de salón que construyó hace tiempo, por el que desfilan los personajes más extravagantes.
Lo de Scioli es un tanto más sofisticado, en especial si se tiene en cuenta que todavía es un misterio cuánto invirtió para montar "La Ñata" porque hasta ahora prefiere mantener en reserva su declaración jurada de bienes. El gobernador bonaerense construyó un helipuerto que va y viene incesante, a diario, y que también suele oficiar de taxi aéreo para buscar visitas porque el acceso a la casona del Tigre es un tanto complejo. Más de un empresario reconoce en privado las bondades logísticas del candidato del Frente para la Victoria. Scioli reparte sus reuniones políticas entre su casona, el piso 19 de la sede porteña del Banco Provincia y una pequeña e improvisada oficina con la que se suele entrevistar fugaz con diversos interlocutores en el helipuerto de Salguero, frente al Aeroparque metropolitano.
El quincho de "La Ñata" del ex motonauta, como una réplica de aquel del Abasto, está atiborrado de fotografías, gigantografías, una porción del casco de la lancha con la que corría, camisetas de fútbol, trofeos, y recuerdos de los más diversos. Hay una mesa más grande en la que suele comer con las visitas, una especie de living, un piano de cola que algunas veces maltrata el doctor Alfredo Cahe, vestuarios –los más osados juran haber visto imágenes con la cara del gobernador arriba de los mingitorios- y un par de proyectores que se repliegan. Y una enorme cava, repleta de vinos, que el gobernador suele ofrecer a los asistentes de acuerdo al nivel de la reunión. Scioli, sin embargo, siempre toma uno especial, solo para él.
Es solo una de las diferencias con Macri, que es abstemio y que ni siquiera se moja los labios para brindar.