Al igual que muchos de sus compañeros de Carta Abierta, Eduardo Jozami es de los escasos militantes oficialistas que, cuando resulta oportuno, expresa públicamente sus diferencias con decisiones que toma el gobierno nacional. Sabe que su condición de intelectual y adherente a un proyecto político lo pone en una tensión permanente por momentos difícil de resolver, hasta le ha generado cruces con dirigentes de La Cámpora por plantear su disconformidad con Daniel Scioli como candidato presidencial del Frente para la Victoria. Pese a ello, acepta las reglas de juego. "La idea de hacer política y decir todo lo que nos ocurre sin restricción es irreal", admite.
A tono con la incertidumbre que se avecina en los próximos cuatro años, cuando se concrete el recambio presidencial, Jozami publicó recientemente el libro El futuro del kirchnerismo (Sudamericana), en el que destaca los avances del proceso iniciado en 2003 y se pregunta por su continuidad. "Parto de un balance positivo sobre lo hecho en estos doce años en expansión de derechos, en integración latinoamericana, o las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. Lo logrado es importante, pero asegurar los logros supone seguir avanzando en lo económico. Hay problemas estructurales que están esperando solución", contó en una entrevista con Infobae, realizada en su tradicional casa del barrio de Caballito.
"La oposición ve desde una perspectiva economicista un fin de ciclo inexorable, en el que el kirchnerismo agotó su capacidad de políticas expansivas por las restricciones externas y la situación fiscal. Quedó demostrado que la Argentina podía enfrentar la crisis internacional desde una perspectiva distinta al ajuste. Yo prefiero pensar no que hay un fin de ciclo sino el inicio de un nuevo período".
El modelo nunca fue postulado como algo acabado, surgió con políticas que llegaron más lejos de lo que se esperaba. Lo central es la idea de crecimiento con base en el mercado interno, la expansión de derechos y la distribución del ingreso. Eso encontró un límite en la crisis internacional, pero valoro que en estos dos años se ha mantenido la promoción del consumo y las políticas sociales. En el mediano plazo las restricciones de la economía pesan, por eso el desafío es lograr una superación gradual de aspectos como la propensión importadora de la industria argentina, que obliga a avanzar en el proceso sustitutivo y a una mayor incorporación de valor agregado de las exportaciones. No sé si reformular es la palabra, prefiero hablar de profundización del mismo camino.
Scioli expresa un sector moderado del kirchnerismo, no era el candidato que yo hubiera elegido. Que el Gobierno llegue con un prestigio tan alto a la elección, algo que era difícil de pensar hace un año o dos, hará que el que gane esté muy comprometido para continuar políticas. Se viene un período no fácil de prever con los roles de Cristina, que será fundamental, y los de Carlos Zannini y las Cámaras. Habrá discusiones que mostrarán la heterogeneidad del kirchnerismo y del movimiento peronista.
Creo que estamos en una nueva coyuntura donde el riesgo fundamental es una victoria del macrismo. Ahí ya no habría dudas de que habría una vuelta hacia las políticas de los años 90.
Lo de Menem fue una traición porque ganó las elecciones hablando de las mejoras de los salarios y de revolución productiva, y terminó con el neoliberalismo más escandaloso. Kirchner estuvo obligado a no explicitar lo que pensaba por el modo en el que llegó al gobierno. Está claro que Scioli en estos años tuvo diferencias y no se ubicó exactamente en el mismo lugar que la Presidenta y el sector más duro del kirchnerismo. No es momento para las especulaciones sino de esperar y comprometernos en apoyar el camino de la profundización.
Me refiero a dos manifestaciones, muy contradictorias entre sí, que están unidas en el rechazo a la vieja política. Unos rechazaban el orden del neoliberalismo y a los partidos políticos degradados y reclamaban mayor participación, con visiones hasta utópicas sobre la organización de la sociedad, como las asambleas barriales. El otro sector reaccionó a la crisis de la política cuestionando la idea del Estado, de lo público, levantando una concepción más privatizante e individualista. Estas elecciones hacen pensar que hay un enfrentamiento entre estas dos almas, que se expresan en Cristina Kirchner y Mauricio Macri. El 2001 sigue muy presente en la política argentina.
Eso no se ve tan claramente. El libro se ubica en una interna en la que Scioli era candidato y hoy estamos en una coyuntura con una fórmula de todo el kirchnerismo. Hay que ser prudente. Sí se puede decir que Macri se ha transformado en el líder de la oposición y ha acentuado sus rasgos negativos.
La conclusión de estos doce años es el regreso de la centralidad de la política y el surgimiento de una militancia muy importante, que no existía al comienzo. A mi juicio, el kirchnerismo está inacabado y tiene que pasar por un mayor desarrollo y organicidad. Hay mucho por hacer en la ampliación de los espacios de participación y debate.
En la pregunta subyace una posición crítica sobre la CTA de Yasky que no comparto. No hay ningún concepto que se pueda absolutizar, pero nos pasa a todos. Estoy en Carta Abierta y estamos bajo la misma tensión permanentemente que plantea la lucha política y que se puede resolver mal o bien. Por un lado tenemos nuestra mirada y visión, y por el otro queremos contribuir a un proyecto político que nos parece valioso.
Las clases medias en Argentina tienen una fuerte tradición antiperonista, que no tiene que ver con los intereses materiales afectados, si no por una desconfianza a las políticas de ascenso de los sectores populares. Hay planteos absurdos de que los embarazos ocurren solo para cobrar la Asignación Universal por Hijo o el rechazo a las universidades del conurbano por su calidad educativa. Por la polarización política, hay una sensibilidad exacerbada por los medios de comunicación que se manifiestan en un rechazo fuerte a todo lo que haga el Gobierno, pero se trata de minorías. Tampoco hay que olvidar que parte importante de las clases medias apoyan a este Gobierno. No se debe caer en el enfrentamiento y una especie de Jauretche mal citado.
Hubo cosas que pasaron en la Capital Federal que afortunadamente no se repitieron, no se comprendía las características de este distrito. La Presidenta lo vio cuando reivindicó a figuras como Alfredo Palacios y Raúl Alfonsín. Tal vez haya que concentrar los esfuerzos en los espacios críticos que no manifiestan un pensamiento contradictorio con el proyecto popular. Creo que hay espacio para tener una política más amplia y convocante.
A partir de la designación de Kicillof hay una mayor transparencia de la cuestión estadística. En los casos de corrupción hubo avances, como los de transporte, en los que se dictaron procesamientos. Pero la idea de que la característica principal del Gobierno es la corrupción es totalmente falsa. Nadie puede negar que hay cierta corrupción estructural en el Estado, que se manifestó también en los gobiernos anteriores. Es importante seguir avanzando para limitarla y desterrarla, pero no creo que se diga que es comparable la corrupción del menemismo a lo que está pasando hoy.
La influencia es lo de menos, cualquier gobierno que venga podrá mantener o no a los funcionarios de nuestro espacio. Lo importante para Carta Abierta es que se sostengan las posiciones de estos doce años, y seremos críticos de cualquier política que no vaya en ese sentido. Todo va a depender del camino que se siga.
No. Carta Abierta tiene derecho a tener protagonismo y a aspirar a lugares y participación, pero eso no es lo que define nuestra relación con el Gobierno. Tenemos una identidad que es ser parte del proyecto.
Como en este caso era yo el intelectual que hubiese integrado la lista, me resulta más difícil valorar esa importancia (risas). Lo importante es pensar un futuro donde el proceso de selección de candidaturas sea más abierto y participativo.
No soy de los que hacen críticas descalificatorias de ningún compañero. Hay cosas que pasaron y me dolieron sobre las que no tengo ganas de seguir hablando.
Todos los días digo un montón de cosas y me guardo otras en mi trabajo, en mi partido político, y en mi familia. La idea de decir todo lo que se nos ocurre sin restricción es irreal. Hacer política supone tratar de aportar al conjunto en el que participa y no expresar lo que uno siente en todo momento.
En 678 tuve una comodidad que me gustaría tener en otros programas donde uno se siente agredido desde que entra. He dicho en todos lados lo que pienso, lo que no quiere decir que esté todo el día jugando al juego de la verdad. La situación del intelectual militante siempre implica una tensión.