Cada vez son más las vinotecas que se abren en los distintos barrios, ya sea en las grandes ciudades del país, como en los pueblos de las diferentes provincias argentinas. Esto produce un aumento de la oferta vitivinícola en bares, bodegones, rotiserías y restaurantes. Si bien el consumo per cápita siga descendiendo, el nivel de conocimiento sobre la bebida genera un público más exigente, que se toma un tiempo para elegir que va a descorchar.
Pero el mérito no es sólo del que lo disfruta, sino también del que lo hace. Porque las bodegas son las principales responsables del auge del vino en nuestro país. Tecnificándose primero en los '90 para poder concebir productos más competitivos a nivel global. Y potenciando las inversiones extranjeras y las exportaciones en el nuevo milenio, usufructuando la excelente relación calidad-precio de los vinos nacionales a partir de la salida de la convertibilidad.
Más allá de que en los últimos tiempos la inflación interna ha perjudicado un poco las ventas al exterior, el auge vínico no se detiene, porque las cosechas mejoran cada temporada. Esto es posible por todos los avances de la industria, no sólo tecnológicos, sino también conceptuales. Hoy, el terruño es lo más importante para lograr vinos de alta gama. Pero lograr vinos con sentido de pertenencia es un largo camino. Algo que en la Borgoña, Francia; por ejemplo; ha llevado muchas generaciones de bodegueros.
Mientras tanto hay que seguir apostando por la fama de los varietales, y sacarle el jugo a la diversidad que ofrecen los viñedos argentinos.
El juego de los varietales
Los grandes vinos del mundo se conocen por su origen, desde siempre. Por eso, los americanos "inventaron" los varietales en la década del sesenta. Ya que no tenían ni historia para contar, ni lugares prestigiosos a los cuales hacer referencia. Así, palabras tan simples y directas como Cabernet Sauvignon, Merlot o Chardonnay, captaron la atención de los nuevos consumidores, y las ventas se potenciaron en tiempo récord.
El varietalismo llegó a la Argentina con fuerza a fines de los noventa y fue clave en el posicionamiento del nuevo vino argentino. Porque luego de una etapa más dedicada al volumen que a la calidad; en la que algunos de los pocos vinos que se destacaban llevaban nombres de terruños franceses, italianos o españoles; las mejores vínicas llegaron a todos los segmentos. Y la mejor manera de comunicarlo en la etiqueta era a través de la variedad de uva con la que estaba elaborado el vino. Así, los varietales rápidamente se ubicaron al tope del ranking de preferencias.
Abriendo rápido el juego a los bi-varietales, a los tri-varietales, etc. La comunicación demostró ser más contundente que la ley, ya que permite a un vino con el 85% de una variedad, adoptar el nombre de la uva, más allá que el 15% restante fuese de otra o de otras. Por eso, comenzaron a aparecer los varietales puros, ciento por ciento.
La efectividad de cada varietal tuvo mucho que ver con la propuesta de las bodegas; aunque una vez más queda demostrado que el poder lo tiene el consumidor. Porque es cierto que el Malbec abunda, pero se vende tanto porque gusta; y gusta porque se logra bien. Por el contrario, cepas de origen más noble que nuestra tinta estrella como el Merlot, pierden lugar en las góndolas. Porque no se venden, o porque no salen tan bien.
El auge de los varietales se ha desacelerado y así como hay cepas que están camino al olvido, hay otras que surgen con fuerza: El Cabernet Franc.
Cabernet Franc, el fetiche de los enólogos
Es difícil vender un vino que no se hace, como también un vino que no se hace bien. Ya que la primer botellas es fácil de vender, la segunda más difícil, y la tercera imposible, si la calidad no acompaña. Muchas veces son los enólogos los que proponen vinos, otras los bodegueros, y algunas otras el departamento de marketing de turno. Pero esa no es la razón por la que desfilan infinidad de etiquetas en las góndolas y cartas de vino, sino la aceptación del consumidor.
Con el Malbec, consagrado y en otro nivel de concepción, surge la necesidad de lograr "otro gran vino argentino". El Bonarda, con sus muchas hectáreas plantadas va por muy buen camino. También el eterno Cabernet Sauvignon, rey de los vinos tintos en el mundo, pero a un paso más lento. Con el Pinot Noir jugando muy localmente, principalmente en la Patagonia, y el casi olvido del Merlot, el Syrah y el Tempranillo, los enólogos encontraron en el Cabernet Franc, su fetiche del momento.
Su origen es tan noble como el del Malbec, ya que comparten la cuna de Burdeos. Allí hay referencias de gran prestigio como Chaussone o Cheval Blanc, en Saint Emilion. Que si bien no son varietales puros, es donde se ha demostrado; al menos hasta el momento; que es donde mejor se expresa el Cabernet Franc. Aunque también en la comarca de Chinon, en el Valle del Loire, da vinos excelentes, más frescos y mordientes, ideales para la buena mesa.
Aquí llegó hace muchos años, y formaba parte del grupo de la "francesa", como se denominaba en general a las uvas tintas. Incluso, hasta que el ampelógrafo Ing. Alcalde ponía un manto de claridad al tema, se la confundió con Carmenere y Merlot.
Hoy, existen apenas unas 700 hectáreas plantadas, pero enólogos referentes han visto en el Cabernet Franc un tinto diferente. Con mucho potencial, y con capacidad de concebir grandes vinos argentinos. No es tan fácil de lograr ya que tiene alto contenido de piracinas, y si no se conduce bien el viñedo y se elige bien el punto de cosecha puede quedar un vino muy vegetal, con aromas y sabores a pimiento rojo y verde. Tiene taninos más amables que los de su hijo Cabernet Sauvignon (cruza natural del Franc con el Sauvignon Blanc), y por ende menos estructura. En los altos niveles, suele ser un vino más vertical que un Malbec, sin su carnosidad y volumen.
Es cierto que el cabernet Franc aporta novedad, y que evidentemente se da muy bien. Lo que está por verse es cuan lejos puede llegar. El Malbec ya lo demostró con creces. Al Cabernet Sauvignon le sobran condiciones pero al parecer no es tan original, por haber sido protagonista de los primeros grandes vinos argentinos.
También es cierto que se lleva muy bien con el Malbec, tanto en blends como en co-fermentaciones. Pero su auge es muy localista. Ya que si bien hay un par en Patagonia, brilla por su ausencia en el norte, y San Juan tiene solo algunos exponentes de media gama. Todo se centra en pocos distritos de pocas zonas mendocinas como Luján de Cuyo y Valle de Uco; y depende de pocos enólogos. Al degustarlo y escucharlos se comprende por qué es la variedad del momento para ellos. Porque son pocos los que la pueden hacer, porque los vinos que logran son muy buenos y expresivos, porque supuestamente gozan de una longevidad interesante en botella.
Ellos vieron en el Cabernet Franc un aliado para seguir creando vinos, más allá del Malbec. Y se motivaron más con los puntajes de algunos periodistas internacionales, que siempre valoran lo nuevo a su paso por el país. La suerte del varietal está echada, ahora le toca hablar al consumidor, que al parecer lo ha recibido con los brazos abiertos.
Diez Cabernet Franc recomendados
uGran Enemigo Cabernet Franc Gualtallary 2010 - Bodega Aleanna, Valle de Uco /u
Es el más famosos de los exponentes varietales, el que calificó más allá de los mejores Malbec. De aromas delicados, de paladar franco y fresco, con buen músculo y fluidez. Taninos finos e incipientes, carácter frutal y toque de hierba en sintonía. Una expresión austera y tensa que se asocia más con el terruño que con la fruta. De buen cuerpo, algo contundente pero muy armónico por su juventud. Muy bien lograda su frescura y textura, con final amable y mucho potencial.
Precio: $900
Pulenta XI Gran Cabernet Franc 2011 - Pulenta Estate, Mendoza $350
Es uno de los primeros grandes exponentes del varietal que salió al mercado. Un tinto importante, de buen cuerpo y voluptuoso. Con sus taninos domados por el tiempo y una crianza muy cuidada durante 18 meses en barricas nuevas de roble francés. Su tipicidad fresca y herbal es delicada, pero muy nítida. De final largo y amable, está en un gran momento más allá de su capacidad de guarda.
Precio: $350
uPasionado Cabernet Franc 2012 - Andeluna, Gualtallary, Mendoza /u
Manuel González, quien firma la botella, es reconocido como uno de los más apasionados por este varietal. Ese sentimiento nació casi por casualidad en Chile y por sus ganas de hacer algo diferente. Hoy, este vino es su máxima interpretación de la uva que más lo atrapa. De aromas bien típicos de carácter herbal, delicado y con cierta madurez de frutas rojas. Todo muy integrado, con taninos finos, incipientes y paso muy equilibrado. Entra fresco y se pasea con muy buena fluidez, y se nota que es un vino con personalidad propia.
Precio: $775
uRiglos Gran Cabernet Franc 2013 - Riglos, Gualtallary /u
Es el vino más nuevo de la línea. Plantado en 2004, al principio formaba parte del Gran Corte, y como el Cabernet Sauvignon, dio el salto varietal en la cosecha 2010. Fiel exponente tinto de Gualtallary, fresco, impetuoso y frutal. Con taninos vivaces y la madera muy bien integrada, a pesar de haber estado más de un año y medio en barricas. De trago agradable y expresivo, largo final que sugiere un buen potencial de guarda.
Precio: $300
uGala 4 2012 - Luigi Bosca, Luján de Cuyo, Mendoza /u
Como su número lo indica es el último de las Gala en salir a escena. Un Cabernet Franc casi puro (con 10% de Malbec), elaborado con uvas de la primera zona. Es elegante como sus pares de línea, con aromas y sabores francos y equilibrados, un delicado carácter frutal con suaves dejos herbales, que identifican al varietal. La madera aporta textura sedosa y un final levemente ahumado. Tiene todo para desarrollar más complejidad con la guarda.
Precio: $420
uSelección de Viñedos Cabernet Franc 2012 - Bodega Lagarde, Perdriel, Mendoza /u
En esta bodega conocen muy bien al cepaje, hoy de moda en nuestro país. Ya que en 2003 salió al mercado en su versión Henry. Hoy, forma parte de esta flamante línea basada en la selección de parcelas específicas para elaborar cada vino. Un Cabernet Franc de aromas algo apretados y modernos, muy compacto. De buena frescura, con taninos finos, y un dejo herbal que no se despega y aportando frescura al final de boca. Un vino moderno y de ímpetu que busca el impacto, no como sus pares de variedades más clásicas.
Precio: $250
uZaha Cabernet Franc 2012 - Bodega Teho, Altamira /u
Alejandro Sejanovich conoce muy bien los suelos de Altamira y sabe que para lograr una óptima madurez de este cepaje, las plantas deben estar en suelos calcáreos. Así logra este exponente fiel a su lugar, de aromas herbales y directos, con taninos algo firmes y trago no muy profundo, El carácter frutal es maduro, propio de un año cálido. Igual se las arregla para ser fresco . De buen cuerpo y concentración.
Precio: $360
uBodega Cavas Rosell Boher - Vista Flores, Mendoza /u
A pesar de ser el más nuevo de la familia, es un varietal que esconde mucha experiencia. Porque Pepe Martínez Rosell (enólogo de la casa) elabora Cabernet Franc desde hace más de treinta años. Y esa mano se nota, porque ha logrado un tinto equilibrado y completa en su expresión. Con la frescura típica del cepaje y un cuerpo amable. Su carácter frutado es sutil, y su final de boca resulta muy agradable, pero lo más destacable es su agarre. Esto le augura una guarda segura de al menos dos años más.
Precio: $145
uDesierto Pampa Cabernet Franc 2012 - Bodega Del Desierto, La Pampa /u
Hay muy pocas hectáreas de este cepaje implantadas en la Argentina, pero en Alto Valle del Río Colorado hay algunas, ya que los propietarios de la bodega la eligieron entre las demás variedades para dar vida al primer emprendimiento vitivinícola de la provincia. Este Cabernet Franc reposa un año y medio en barricas de roble (francés y americano), y esto le ha aportado una textura más amable y ese final de boca levemente ahumado, que se percibe bien amalgamado con el carácter herbal típico. De trago amable y equilibrado.
Precio: $180
uAla Colorada Cabernet Franc 2012 - Viña Las Perdices, Agrelo/u
Elaborado a partir de viñedos propios de doce años y con una crianza de un año en barrica. Así, Juan Carlos Muñoz, enólogo-propietario, logra este tinto de etiqueta curiosa. De paladar fluido con cierta densidad, y su fruta bien madura, pero también con taninos vivaces y una frescura muy actual. La madera, por ahora, es co-protagonista con el Cabernet Franc, sobre todo en el final de boca.
Precio: $189
Por Fabricio Portelli (@FabriPortelli) para Infobae