Una sociedad que no quiere problemas y mira desde la tribuna

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Mientras Viki Xipolitakis daba que hablar en los medios por su publicitada incursión en la cabina de un avión en vuelo y el episodio ardía en las redes sociales y se llevaba minutos y minutos de TV más todas las conversaciones familiares y de oficina, el presbítero José María Di Paola le pedía a la sociedad mayor "compromiso y decisión" para que "acepte" de una buena vez que tiene graves dificultades, una forma de decir que, para no afrontarlos, barre sus problemas debajo de la alfombra.


El solidario y trabajador padre Pepe, un cura villero que conoce bien desde adentro la degradación personal y familiar que produce el creciente consumo de drogas y el narcotráfico, llamaba dramáticamente a tomar conciencia sobre este flagelo desintegrador, que muchos miran desde afuera como si sucediese en otro país y no en la esquina de sus propias casas, como tantas otras cosas. Pocos deben haberlo escuchado.

Como contracara, el clamor del sacerdote hay que ponerlo en línea necesariamente con el episodio del avión y con las exuberancias de la vedette. De las preferencias de la sociedad surge con claridad la combinación nefasta que gobierna el ansia pasatista de los argentinos por banalizar todo: ir por los atajos, no involucrarse en los temas de fondo, ser cortoplacistas de la primera hora y mirar el partido desde la tribuna, siempre y cuando no les toque.


Mientras algunos podrán decir que se trata de un reflejo tardío del individualismo que pudieron traer los años 90, hay otros que piensan que son muchos quienes hoy se cuidan de no hacer olas para preservar el estatus de ser un protegido del Estado, tal la jugada del populismo. En el fondo, hacer de los dichos de Pepe un motivo de conversación de todos los días significaría para una buena parte de la sociedad un doble baldón: no sólo debería reconocer que existen otros graves problemas, sino también que, para hacerlo, tendría que salir del egoísmo que se ha inoculado, anestesia que, de modo irremediable, lo ha llevado cuesta abajo.


Tal como describía Ortega y Gasset a los argentinos hace tres cuartos de siglo, tener determinación en este aspecto sería dejar de "vivir a la defensiva" y comenzar a pensar que ningún suceso de todo aquello que se viene encadenando resulta ser inocuo para la vida en común.


En este sentido, la avidez popular por seguir el episodio Xipolitakis ha encubierto otros temas bien profundos y casi todos relacionados entre sí, sucedidos durante la semana que pasó, temas que no tienen tanto rating para el gran público, pero que deberían al menos ser considerados, ya que a la corta o a la larga muchas de estas cuestiones sociales, políticas, institucionales o educativas, a las que se les presta poco y nada atención, irán a engrosar la factura de todos desde el ángulo del bolsillo, poderosa "víscera", diría Juan Perón.


Así, hay que mirar con atención lo ocurrido con la manipulación de jueces en el Consejo de la Magistratura, el discurso voluntarista de las autoridades económicas ante el empinamiento del dólar, la primera alocución de campaña de Carlos Zannini, las quejas opositoras por las sucesivas cadenas nacionales, la misteriosa salida del Gobierno del general César Milani y los cruces surgidos de las chicanas en el debate entre los candidatos porteños. Ni que hablar de la falta de gas que llevó a los cortes de luz en el Área Metropolitana.


Como se observa, todos estos sucesos que ponen al oficialismo casi en soledad en el ojo de la tormenta tienen dos aristas bastante evidentes, en las que la hipocresía manda bastante.


En primer término, es el kirchnerismo puro y duro el que no abandona su vocación protagónica y, en este sentido, es ejemplar la fuerza de la presidenta Cristina Fernández por no ser pato rengo y gobernar hasta el último de sus días y más allá, manipulando lo que haya que manipular, desde las listas de la interna hasta resortes institucionales que resguarden su futuro y el de su modelo. Y luego, está la oposición, que como todavía no calibra del todo la forma de hacerle frente, por ahora se calla la boca para que el Gobierno se desgaste solo, pero también para no perder votos.


Quizás el tema al que más habría que prestarle atención es al avance arrollador que ejerce el oficialismo sobre la Justicia, con la idea de colonizar todos sus estamentos en dos líneas: la primera, para cubrir los daños judiciales que pudieren llegar a sufrir las figuras más altas del poder; pero también, y gracias a la ideología de quienes se sumen, tratando de evitar futuras declaraciones de inconstitucionalidad en temas que se consideran logros fundamentales del proyecto kirchnerista. El fin de la carrera parece ser lograr en cuatro años un cambio de la Constitución, que incluya la reelección indefinida y, por supuesto, contar con una Corte más dócil.


La maniobra que encaró el Consejo de la Magistratura la semana que pasó, con la remoción de algunos jueces de la Cámara de Casación Penal sospechados de no ser propia tropa, resultó ser un hito fundamental de ese avance. El caso más relevante fue el del juez Luis María Cabral, quien iba a declarar la inconstitucionalidad del memorándum por el caso AMIA, algo intolerable para el poder político, aunque aún el acuerdo no está operativo porque Irán no lo aprobó. Es casi seguro que sobre el caso se expedirá la Corte Suprema.


Lo singular de la estrategia judicial kirchnerista fue que, en la misma movida, el Gobierno pasó a degüello a otros magistrados, después de haber aprobado la semana anterior, con su preponderancia actual en el Congreso, una nueva Ley de Subrogancias, cuyas designaciones por mayoría simple dejó a cargo de la Magistratura. Ahora, serán siete los jueces de esa Cámara que parecen estar más cerca del Gobierno, contra seis que juegan todavía con mayor independencia. Desde la oposición dicen que una Ley no puede estar por encima de la Constitución, que prevé un mecanismo diferente para el nombramiento de magistrados.


Los empresarios han sido los primeros en poner una luz de alarma sobre la maniobra, por motivos institucionales, pero también prácticos Primero fue IDEA, la entidad de educación empresaria que manifestó su "preocupación" por la que calificó como "destitución" de Cabral, al tiempo que invitó a la "reconsideración de la medida". Luego, la Asociación Empresaria Argentina (AEA) planteó que el caso "afecta seriamente la independencia de la Justicia" y que ese requisito, dijo, es "condición necesaria para el desarrollo económico y social de nuestro país".


El próximo jueves, los empresarios cristianos de ACDE harán una jornada para reflexionar sobre "el valor Justicia", sobre su significado y su contenido, ya que creen que "sin una Justicia independiente y eficaz, no hay buena calidad de vida posible". Tal como lo pide el padre Pepe con las drogas, el titular del Encuentro, el abogado Guillermo Lipera le dijo a DyN que lo que se busca es que "cada uno de los participantes se involucre en la discusión", ya que un sistema judicial endeble afecta los negocios, las inversiones y la generación de empleo.


La designación de Zannini como número dos de Daniel Scioli en la fórmula presidencial del Frente para la Victoria ya había sido una luz de alerta para quienes creían que con el cambio de Presidente iban a variar no sólo los estilos, sino que podría atenuarse la radicalización de la Argentina ante el resto del mundo. En los últimos días, el gobernador bonaerense poco hizo para cambiarles la impresión, sino que se mostró más bien sumiso a los designios de Olivos. Luego, el discurso de su vice en Córdoba también prendió luces de alarma, ya que habló más del pasado que del futuro y, desde lo ideológico, reivindicó "el cordobazo de Tosco y Salamanca".


Con todo esto en curso, no puede extrañar la caída de los precios de los activos argentinos y el respingo del dólar. A la endeble base macroeconómica que incluye un déficit fiscal galopante, emisión sin respaldo, inflación en zig zag, atraso cambiario, caída de las exportaciones, reservas con anabólicos y estancamiento productivo, temas que por sí solos podrían explicar la dolarización de portafolios, se le sumaron todas aquellas incertidumbres sobre el futuro político. Si había muchos en el exterior que apostaban algunas fichas a la Argentina para recoger sus frutos en 2016, se nota que han comenzado a abstenerse, porque ahora observan muchas chances de que el modelo perviva.


Ante la suba del dólar blue, con pocas operaciones y sin vendedores hasta el viernes pasado, el Gobierno sólo atinó a hacer lo que más sabe: aumentar los controles. En tanto, los funcionarios del área económica se comportaron como novatos de la comunicación y lanzaron lo que en otros tiempos de crisis eran manotazos de ahogados, como reafirmar que se iban a pagar los BODEN 2015, imponer alguna tímida medida dirigida a los importadores para mostrar el aflojamiento del cepo y realizar algunas declaraciones desubicadas.


En esta última línea, los tuits que despachó el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli resultaron ser políticamente desopilantes, porque no sólo se parecieron mucho a los bandos militares que anunciaban que "reina en la Argentina la más absoluta tranquilidad", sino que el funcionario se floreó con un "tomaremos todas las medidas necesarias para preservar la estabilidad sin sacrificar crecimiento". Sin estabilidad desde hace años y sin crecimiento por sacrificar, de acuerdo al propio INDEC, la pregunta que dejó planteada Vanoli es por qué no se tomaron hasta ahora esas medidas que él, como si pudiera hacerlo, ahora promete.


Con todas estas situaciones bien complicadas, que parecen importarle poco y nada al común de la gente, tal como si vivieran en otro lado, la respuesta que surge por analogía al desafío que planteó el padre Pepe es que si no se reconoce que todo lo descripto necesariamente tiene un efecto económico, social o institucional, será mucho más difícil luego prevenir lo que pueda ocurrir.


También la gente debería estar más atenta a todos estos temas que al caso de la vedette y los pilotos del avión de Austral para que, si alguno de ellos lo merece, anticiparse desde la presión social para que sean los dirigentes de todo pelaje y color, quienes le encuentren alguna solución efectiva y socialmente justa. En estas cuestiones tan áridas también parece faltar el compromiso y la decisión de todos, para aceptar con modestia las responsabilidades.

El autor es periodista. Director de la agencia DYN.

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