Cómo se las ingenian en el mundo para organizar los debates presidenciales

Con miras a la primera transmisión de la historia argentina, un panel integrado por expertos de Estados Unidos, Brasil, Chile y Perú analizó las experiencias desarrolladas en sus países

Adrián Escandar 162
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El próximo 21 de octubre, la Argentina estrenará por primera vez en su historia un debate con todos los candidatos a Presidente de la Nación. Será después de las PASO, cuando los postulantes definitivos a la Casa Rosada estén confirmados por el voto popular. Lejos de ser una tarea simple, el encuentro supone desafíos en lo técnico, lo organizativo y lo político.

Con la misión de fomentar el intercambio de ideas, el grupo Argentina Debate, principal impulsor de la iniciativa, convocó ayer a un panel de especialistas de Estados Unidos, Brasil, Perú y Chile para compartir cómo son las coberturas y el rol de estos eventos de alto impacto político.

Con el Salón Azul de la Facultad de Derecho como telón de fondo, los expertos coincidieron en que la Argentina atraviesa una coyuntura clave para instalar los debates presidenciales y le endilgaron esa responsabilidad a la prensa. "Creo fuertemente en los debates como periodista. Los debates van a suceder si los periodistas quieren que ocurran", sostuvo Charles Gibson, moderador de los debates presidenciales de Estados Unidos de 2004 y 2008, cuando compitieron George W. Bush y John Kerry, y Hillary Clinton y Barack Obama, respectivamente. "Argentina está en un momento único, con una elección sin claro candidato ganador o resultado predecible. Los dirigentes y la economía se están cuestionando, por lo que los debates se convierten en críticos".

"Si dependiera de los políticos, no habría debates ni elecciones. La prensa es la que tiene el papel fundamental de crear expectativas en ellos", indicó Ricardo Boechat, director periodístico de la Red Bandeirantes y moderador de la pelea electoral entre los candidatos brasileños Dilma Rousseff y Aécio Neves.

Los experimentados organizadores expresaron su desconcierto al ver que el país nunca ha tenido este tipo de transmisiones. "Es sorprendente que una sociedad altamente politizada como la Argentina no tenga esto como una rutina de su vida política", agregó Boechat. En este sentido, Gibson observó que el país "no tiene una cultura de debate y llevará mucho tiempo para que crezca".

"En Estados Unidos el debate presidencial es el evento más importante del proceso electoral. Es una oportunidad singular para que los candidatos estén frente a frente, en el escenario, y hablen de las soluciones en el país", opinó. "Es como una entrevista laboral, solo que es la audiencia la que está contratando".

En Latinoamérica, los televidentes le adjudican distinto valor a este particular momento de la disputa mediática. "Los debates están consolidados en Brasil no como fenómeno de audiencia sino como prestigio político. El impacto en los días posteriores es gigantesco y su sobrevida la da la prensa", dijo Boechat. En los debates chilenos el encendido es más significativo: un sondeo expuso que la audiencia durante las transmisiones de 2013 fue de entre el 66 y 84 por ciento. El mismo relevamiento concluyó que, por la emisión, el 30% del público confirmó su voto, mientras que un 11% lo modificó.

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Idiosincracia y estilos diferentes

La organización de los debates presidenciales no es unívoca. En Chile, el encargado de llevar a cabo la tarea es la Asociación Nacional de Televisión (Anatel), la cámara que aglutina a las empresas periodísticas del rubro, en conjunto con la Federación de Medios de Comunicación Social chilena. Allí, existe un protocolo de hecho donde la transmisión es cubierta de manera simultánea, explicaron Marcelo Hilsenrad Grünpeter, gerente de operaciones de Canal 13, y Ernesto Corona Bozzo, presidente de Anatel.

"Partimos de la base de que necesitamos entender el proceso desde el punto de vista de la producción televisiva, y cómo puede ser aprovechado por todos los medios de comunicación", afirmó Grünpeter. "Se entrega la señal con mínimas condiciones como no editarla o interrumpirla con comerciales, o herir la gráfica y video de origen".

Un modelo similar al chileno es el de los Estados Unidos, aunque en esta nación la entidad es la Comisión de Debates Presidenciales (CDP). "Cada país tiene que hacerlo a su manera. Hacemos un pool que va rotando y compartimos la señal y los gastos de transmisión con las demás cadenas", precisaron Marty Slutsky y Janet Brown, productor y directora ejecutiva de la CDP. En Brasil, en cambio, los debates son financiados y producidos por cada empresa televisiva de manera independiente, no hay una puesta en común conjunta.

En lo que respecta a formato, cada país tiene su propia dinámica de la discusión y de la confección y formulación de las preguntas y temas. "Para la agenda temática tenemos que pensar temas relevantes, pertinentes y transversales. No son negociables con los candidatos. Nuestro público no son los candidatos sino el ciudadano", indicó Grünpeter, quien señaló que en el caso de la elección de Michelle Bachelet han hecho encuestas de opinión pública para identificar cuáles eran los tres temas que más preocupaban a la ciudadanía. Asimismo, afirmó que el espacio de negociación para modificar el formato es mínimo, y que las preguntas, elaboradas por periodistas, nunca se dan a conocer.

Mientras algunos apuestan a un mayor control de la discusión, en otras latitudes se produce de manera más libre. Por ejemplo, Boechat se manifestó contrario a "encorbatar" los intercambios e imponerles demasiadas reglas. "En Brasil tenemos un grado de improvisación que es característica, aunque a veces se discuten cosas tan detallistas y absurdas como por dónde entran y salen los candidatos, o no poder llevar papeles, documentos, e imágenes que puedan ser expuestos".

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Los norteamericanos, por su lado, enfatizaron sobre el rol del moderador. "El que controle el show y haga las preguntas debe ser alguien que tenga muchas horas de aire. No puede ser un improvisado. Las repreguntas son cruciales", dijo Slutsky. "A veces tenés que mandar a callar a los candidatos cuando se pasan de los tiempos. Hay que aprovechar los intercambios libres para que se salgan del guión. La forma en que se hacen las preguntas es fundamental", consideró Gibson, de extensa trayectoria en la materia.

Uno de los problemas comunes es definir la cantidad de participantes. Slutsky es tajante en achicar el número de los asistentes, ya que se reduce el tiempo de discusión y limita las posibilidades de aprovechar la transmisión para lograr una diferencia. "Es complicado tener un debate con muchos candidatos", afirmó.

En Chile recomendaron convocar a todos los competidores cuando haya múltiples propuestas, ya que las exclusiones "dan pie a que el resto de los candidatos se bajen". Así lo hicieron en los últimos comicios trasandinos, cuando Anatel resolvió armar dos días consecutivos de debates para garantizar la presencia de los nueve candidatos aspirantes. "No invitar a todos hubiese sido un escándalo", admitió Grünpeter.

Las distintas fórmulas ensayadas alrededor del mundo ponen de manifiesto que no hay metodologías mágicas y definitivas. Lo fundamental, afirman los especialistas, es que este año haya una primera experiencia argentina y que se respete la cultura política del pueblo. "La multiplicidad de experiencias nos enriquece a todos. Para que esto funcione debe haber ecumenismo, y debe tomarse esto como una contribución de los medios a la política nacional. No pretendan batir récords y no intenten imitar modelos de otra parte", planteó el chileno Corona Bozzo.

El seminario, que estuvo dirigido hacia los medios de comunicación, contó también con la participación de Javier Portocarrero Maisch, director ejecutivo del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES-Perú) y Roberto Gondo Macedo, presidente de la Sociedad Brasileña de Investigadores y Profesionales de Comunicación y Marketing Político (Politicom).

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