La recuperación de Mosul, capital de la provincia de Nínive, se presenta como el objetivo prioritario en la contraofensiva antiyihadista que se desarrolla actualmente en Irak. Pero los habitantes de esa gran ciudad del norte del país temen que ese momento no llegue jamás.
"Nos quedamos estupefactos al saber que el Estado Islámico había conquistado Ramadi", cuenta un hombre llamado Abu Yaser, que prefirió no decir su nombre completo.
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La caída de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar (ubicada en el oeste del país), acabó con las esperanzas creadas a partir de la reconquista de Tikrit a finales de marzo. En aquel momento, el Gobierno prometió una operación para liberar Al Anbar, aunque han sido los yihadistas quienes se han visto reforzados en esa región próxima a Siria.
"Pensábamos que eso sería imposible, ya que se suponía que el Gobierno y las tribus de Ramadi iban a trabajar juntos", explica Yaser, comerciante de 44 años, que duda que exista una "verdadera voluntad política" de liberar Mosul.
Ofensiva aplazada
La ofensiva sobre Mosul se ha anunciado varias veces desde la caída de la ciudad, el 10 de junio pasado. En principio, iba a iniciarse a finales de 2014, luego, entre abril y mayo y, al final, fue pospuesta para finales de 2015.
La ofensiva "será aplazada indefinidamente", considera Ayham Kamel, director para Medio Oriente y el Norte de África en el gabinete de análisis de riesgo Eurasia Group. "Mosul es una ciudad demasiado grande para garantizar un éxito a corto plazo", agregó.
La batalla de Tikrit, cuya superficie no representa más que el 10% de la de Mosul, estuvo facilitada en gran parte porque sus 200.000 habitantes habían abandonado la localidad.
Sin embargo, en Mosul, casi la mitad de los dos millones de personas que vivían allí durante la ofensiva del Estado Islámico (ISIS) se quedó, según algunas estimaciones. Los habitantes no pueden abandonar la ciudad sin comprometerse a volver en los plazos dictados, a riesgo que su casa o su vehículo sean incautados.
Por otro lado, para la población de Mosul, en su mayoría sunita, la llegada del grupo ultrarradical sunita supuso un respiro apreciable, ya que obligó a los policías chiítas a huir del lugar.
Con todo, en este tiempo, los habitantes han conocido de cerca los métodos del ISIS y han asistido a decapitaciones públicas, lapidaciones y crucifixiones, y muchos temen por su vida.
"En mi calle, quizá haya 50 casas. Pero sólo una familia apoya a Daesh", acrónimo en árabe del Estado Islámico, asegura un habitante que pidió el anonimato. "Tenemos miedo a hablar, incluso con los amigos. (...) Sólo cuando estamos en casa, en familia, podemos decir lo que queremos", añade.
"Situación mejor"
Mientras tanto, el contexto nacional continúa siendo problemático. Las fuerzas kurdas no parecen tener mucho interés en participar en una batalla que no ven como la suya, las tropas iraquíes no están suficientemente formadas y el recurso a las milicias chiítas para liberar Mosul sería controvertido.
Los habitantes "tienen miedo de Daesh, pero también de los que vendrán a liberar Mosul de Daesh", destaca Salim al Yuburui, presidente del parlamento y dignatario sunita.
"Deben convencerse de que las fuerzas que vengan a liberarlos les ofrecerán una situación mejor a la que viven actualmente", señaló al Yuburui.
Retomada hace dos meses por las fuerzas gubernamentales apoyadas por las milicias chiítas, Tikrit es una ciudad fantasma. Algunos de sus vecinos tienen miedo a volver, y a otros se les ha prohibido hacerlo.
En Mosul, que vive en el aislamiento, el tiempo pasa lentamente y los recursos escasean.
"He utilizado todo mi dinero, tomado prestado a quien he podido y vendido el oro de mi esposa. Estoy hundido en deudas", explica un habitante que también pidió el anonimato. "Muchos se las han arreglado para sobrevivir este año, la esperanza les ha dado paciencia. ¿Pero otro año más? No sé", concluyó el hombre.