La mayoría lo conoció gracias al genial film protagonizado por Russell Crowe Una mente brillante. Sin embargo, el mundo de la matemática y las ciencias exactas ya conocía su obra y sus teorías. Su muerte en un accidente de tránsito, a los 86 años, impactó por igual a cinéfilos y académicos.
John Forbes Nash, quien a los 30 años había sido diagnosticado de esquizofrenia paranóica, recorrió una larga vida llena de luces y sombras. Pero sólo él sabía cómo fue su tormentosa vida interior. Y también su inseparable y fiel esposa Alicia, quien murió junto a su amor eterno en la mañana del domingo.
Nash fue un brillante joven estudiante de matemáticas en su amanecer como "genio". A los 21 años elaboró una genial tesis doctoral que asombró a toda la Universidad de Princeton. El jovencito se había animado a mejorar una teoría realizada por Von Neumann y Morgenstein conocida como Teoría de los juegos. Sin embargo, lentamente, su luz se iría apagando. Y con ella, su genio.
La Teoría revolucionó las ciencias económicas. Según Nash no había por qué perder en una negociación. Pasó a conocerse como el "equilibrio de Nash" y buscaba la ganancia de todos los participantes, por medio de un punto de estabilidad en la que ninguna de las partes obtiene un beneficio si mueve sus posiciones. De mantenerse en la misma situación, ambos obtienen moderadas ganancias. La teoría fue calificada como perfecta y fue aplicada a la ciencia, la economía y la política.
En la película protagonizada por Crowe, la teoría es aplicada en una escena práctica para que el público la entienda a la perfección. Es el momento en que se encuentra en un bar junto a amigos y ven un grupo de señoritas. Entre ellas se destaca una rubia a la que todos quieren abordar. Pero Nash los interrumpe y les refuta la idea de que todos debían competir por la misma mujer. Si todos van por la misma se bloquearían entre sí y es probable que nadie pudiera conquistarla. Es por eso que el matemático propone a su grupo ir por las demás.
"Si todos vamos por la rubia, nos obstaculizamos y ninguno de nosotros se la lleva, después vamos por las amigas y nos ignoran porque no querrían ser el segundo plato. ¿Y si nadie va por la rubia? De esta manera no nos obstaculizaremos y no ofendemos a las otras chicas... ¡victoria asegurada!". Esa fue la forma que el director Ron Howard encontró para explicar el "equilibrio de Nash".
Sin embargo, a medida que elaboraba teorías brillantes, su mente lo traicionaba. Fueron años de mucha oscuridad. Sólo la perseverancia de Alicia lo mantenía en pie, aunque precariamente. Tenía una realidad paralela y en ella vivían teorías conspirativas de todo tipo, personajes imaginarios y un sinfín de tormentos que sólo su mente contenía.
Fueron dos largas décadas en las que Nash se "prendía" momentáneamente a la realidad y se apagaba de forma más prolongada. Algunos pocos amigos consiguieron que Princeton mantuviera un precario contrato. Alicia fue fundamental también en estas idas y vueltas. En la biógrafa de su vida, Sylvia Nasar escribió en 1998: "El genio de Nash era tal... que le permitió elegir una mujer tan esencial para su supervivencia", señaló en referencia a su amada esposa.
Nash nació en 1928 en Bluefield, Virginia. Era hijo de un ingeniero y una profesora de latín. Ya en la escuela primaria dio signos de su talento para las matemáticas. Fue uno de los 10 ganadores del premio George Westinghouse Award, que le permitió estudiar en el Instituto de Tecnología de Carnegie. Allí se ganó la etiqueta de "genio". La carta de presentación que uno de sus profesores escribió a Princeton fue sencilla, de tan sólo una línea: "Este hombre es un genio". La prestigiosa universidad no tuvo más opción que tomarlo.
Fue en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) donde conoció a Alicia Larde, quien sería su mujer años después. La biblioteca sería el lugar donde ambos comenzarían a conocerse en profundidad. Y a enamorarse. Luego se casaron, vendrían años de felicidad y luego el tormento. Éste comenzó cuando Alicia estaba embarazada. Eran los primeros síntomas de la enfermedad y corría el año 1959. Nash renunció a su puesto en el MIT. Sus días transcurrían en el Hospital McLean, entre chequeos e idas y vueltas a su casa.
Nash nunca se curó de su esquizofrenia. Su genialidad le permitió en parte dejarla de lado. Reconocer que las teorías disparatadas que le pasaban por su cabeza reñian con el sentido común. Una de ellas tuvo que ver con los personajes imaginarios que veía por todos lados. Uno de ellos era una pequeña. En un momento de lucidez, Nash se preguntó: "¿Cómo puede ser que pasen los años y esta pequeña no crezca?". Era el principio de una luz en su camino de oscuridad.
En 1994 Nash recibió el Premio Nobel de Economía. Pero no fue el único. También fue galardonado con el Premio a la Teoría John von Neumann en 1978 y por la Sociedad Americana de Matemática, en 1999, por su contribución a la investigación. La semana pasada estuvo en Noruega para recibir el Premio Abel 2015 por su aporte a la matemática.