A Julián Andrés Domínguez no es sencillo sacarlo del libreto: medita todas y cada una de sus respuestas y no duda en tomarse unos segundos para elaborar una frase cuando olfatea que la pregunta puede forzar una definición rimbombante.
Su discurso es la contracara de la pirotecnia verbal que caracteriza a Aníbal Fernández, su rival en la interna que determinará quién será el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires en representación del kirchnerismo. Pero parece sentirse cómodo en el papel de contrafigura de un dirigente tan verborrágico como el jefe de gabinete.
"Aníbal tiene la lengua más afilada de todas, una creatividad... Yo soy un payuca del Interior", se diferencia con humildad el presidente de la Cámara de Diputados, que profundiza el concepto con una analogía automovilística: "Tenemos otro tranco, él para responder es un Fórmula Uno y yo soy un Ford Falcon; pero el Falcon va por tierra, en ruta y no te deja nunca, lo arreglás con alambre y sale... Yo soy eso".
La prueba de que su vehículo va más lento pero no se detiene es que acaba de pisar fuerte en el territorio de Aníbal Fernandez: el intendente de Quilmes, Omar "Barba" Gutiérrez, apoyó su precandidatura a gobernador. Un guiño interesante en lo político y fuerte desde lo simbólico.
Acodado en la cabecera de la mesa de un bar de Palermo donde comparte una ronda de café con cuatro de periodistas de Infobae, Domínguez da muestras de que conoce en detalle la problemática bonaerense y sorprende con un repaso catártico de su historia familiar: "Papá era alcohólico y mi madre trabajaba como portera en la Escuela 4 de Chacabuco; como no teníamos donde estar, vivíamos en el colegio".
El deseo de tener su primer reloj lo impulsó a "vender helados, levantar palos de bowling y lavar copas en la confitería del pueblo", pero las carencias no lo afligieron: "Tuve mucho cariño, no me di cuenta que fue una infancia dolorosa". Quizá por eso no le teme a lo que viene y asegura: "Si entiendo que debo ser útil barriendo la unidad básica, lo haré con mucha alegría".
Sin embargo, se incomoda cuando se le pregunta si se sintió aludido por el "baño de humildad" que pidió Cristina Kirchner para reducir la oferta electoral del FpV. "Con la Presidente tenemos la confianza suficiente como para que me diga las cosas directamente", responde mientras mira fijo a los ojos de su interlocutor.
Orgulloso de ser uno de los referentes nacionales de su Chacabuco natal –la localidad donde nació hace 51 años-, Domínguez se siente a gusto cuando la charla se enfoca en su sueño de convertirse en Gobernador del distrito electoral más importante de la Argentina.
"Mi contribución al proyecto es donde se va a librar la batalla más importante, porque no puede haber victoria nacional si no hay un triunfo en Buenos Aires", sentencia el dirigente que define al kirchnerismo como "la interpretación contemporánea del peronismo".
Para que el éxito sea posible, Domínguez considera imprescindible la participación electoral de la Presidente. "Cualquier lista que lleve a Cristina Kirchner se convertirá en la más competitiva", evalúa con una alta cuota de admiración por una jefa de Estado a la que compara con Lula porque, al igual que el brasileño, "cuidó al pueblo" y eso le permitirá "mantener poder más allá del cargo que tenga", tras dejar la Casa Rosada.
En la misma línea ubica al hijo de la jefa de Estado. "Sería un desperdicio que un cuadro político como Máximo no asuma un protagonismo institucional", señala a modo de recomendación.
La interna nacional del Frente para la Victoria también lo ocupa: asegura que ya tiene definido su favorito entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo, pero prefiere esperar a que el rumbo a seguir esté más claro. "¿Si voy a viajar en tren o en lancha? Me gusta andar en auto o caminar", elude con una sonrisa.
Las respuestas son mucho más concretas cuando se analiza la polémica que generaron algunas expresiones del ministro del Interior en su visita a Carta Abierta y la participación de los principales candidatos presidenciales en el programa de Marcelo Tinelli; para sorpresa de sus asesores, que siguen atentamente la charla a un costado de la mesa, Domínguez le hace un guiño al conductor y deja abierta la puerta para participar en el show televisivo si lo convocan.
-¿Qué siente cuando los dos candidatos presidenciales o uno de ellos critica tanto al otro?
-La política es debate de ideas, debe ser descarnadamente despersonalizada. Yo no creo que exista una conducta pública y otra privada. Es más, lo público es el resultado de la vida privada de cada uno. Creo que es tiempo de debatir ideas, la gente espera que aportemos visión de futuro.
-Y cuando Scioli va a ShowMatch y hace la corbata, ¿debate ideas o tampoco le gusta eso?
-A mí me gusta (Marcelo) Tinelli, me divierte. Yo provengo de la política y paso mi vida militando, pero no podemos desconocer que la mediación a través de la comunicación forma opinión en la Argentina. A mí Tinelli me divierte y cuando tengo un ratito, lo miro.
-¿Usted iría si lo invitaran?
-Yo sé bailar chacarera y cumbia, porque es lo que se baila en nuestro pueblo (sonríe). Si tengo la posibilidad de expresar lo que pienso, no tengo problema de ir a ningún lugar. Lo que está en discusión es si uno renuncia a sus convicciones por un medio de comunicación o es capaz de decir lo que la oportunidad le manda. El desafío es ser uno mismo y expresar lo que siente.
Ferviente creyente, el dirigente que desde su lanzamiento fue sindicado como "el candidato del Papa" se rehúsa de manera tajante a sacar provecho de su vínculo con el Sumo Pontíifice. "Por la coyuntura política, de la relación con Francisco no quiero hablar, lo hacemos después de las elecciones", argumenta. Apenas se limita a aclarar que no se anima a identificar al líder religioso con una fuerza política: "Decir que es peronista sería degradarlo, yo no me animo a decirlo, pregúntenselo a él. Es un Papa argentino con una fuerte visión latinoamericana y social".
Más allá de su decisión de no hablar de la máxima autoridad católica, Domínguez nunca perdió la fe. Ni siquiera cuando -recién llegado a Buenos Aires- debió dormir en la boca del subte D y en los bosques de Palermo porque no le quedaba dinero para pagar la pensión de Callao y Viamonte.
"Vine de Chacabuco como mamerto llegó del campo, con dos bolsitas. Y alguna noche dormí en la calle. Lo que tenía claro era que lo que no podía dejar era la facultad", rememora antes de tomar un nuevo sorbo de café. El círculo se cerró en 2013, cuando a los 48 años decidió saldar una cuenta pendiente y se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
El reloj marca las 17.45 y el dirigente peronista no dejará que se agote la entrevista sin dar otra muestra de fe: cree que recibió una señal de que algo cambiaba en la Argentina "el día que la Presidente convocó al hijo de una portera" y lo convirtió en "el primer ministro de Agricultura de la Democracia". Ahora quiere aprobar otra materia en las PASO para sumarle otro título a su carrera, con el impulso que volvió a darle la jefa de Estado: "El día que hablamos de mi precandidatura me dio la charla de quien conduce y me dijo: 'ahora ganate (en las urnas) la legitimidad de lo que aspiras'".