El difícil camino de la Iglesia Católica cubana

Desde los acercamientos del régimen castrista con el Vaticano, tras la visita de Juan Pablo II a la isla, el peso de la iglesia comenzó a crecer. Su rol en las relaciones entre Cuba y los EEUU

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Aunque la diplomacia vaticana lleva dos décadas de influencia para que las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba se normalicen, de manera tal que termine el factor principal del aislamiento de la isla socialista, para la Iglesia Católica cubana el camino no ha sido sencillo.

En primer lugar, una historia de fricciones estalló bruscamente debido a la falsificación de un documento que algunos opositores a la revolución, vinculados al catolicismo, atribuyeron al gobierno en agosto de 1961: en respuesta, las autoridades cubanas expulsaron a 131 sacerdotes, a la cabeza de la lista los extranjeros que se habían destacado por sus acciones conspirativas. Numerosos curas, monjas, seminaristas y colaboradores laicos se solidarizaron con ellos. Un total de 300 religiosos partieron hacia España el 17 de septiembre de 1961 en el buque Covadonga.

La asociación entre religión y contrarrevolución persistió un tiempo; se cerraron las instituciones educativas confesionales y la educación marxista eliminó el catolicismo y el sincretismo afro-cubano del plano formal. Sin embargo, con el tiempo la religión perdió esa connotación que podía llevar a la cárcel, y la Iglesia Cubana cumple un papel de importancia en la sociedad. Si bien para las cifras oficiales sólo 1 de cada 10 cubanos es católico, el Arzobispado San Cristóbal de La Habana estima que lo son 6 de cada 10.

Suturas de las heridas

Desde que en 1996 Fidel Castro visitó a Juan Pablo II y extendió la invitación que el Sumo Pontífice aceptó, y realizó en 1998, el peso de la iglesia ha crecido; también el del judaísmo, en cuyas celebraciones participó Raúl Castro. El sincretismo afro-cubano es extendido, popular y materia de estudio académico, pero carece de instituciones.

En 2010 la Iglesia jugó un papel clave en la liberación de los presos detenidos durante la Primavera Negra de 2003. Y su autoridad máxima en Cuba, el cardenal Jaime Ortega, volvió a intervenir de modo significativo en las negociaciones por la liberación de Alan Gross.

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Para Andrés Beltramo Álvarez, experto en El Vaticano que escribe para la agencia mexicana Notimex y el influyente Vatican Insider (medio del diario italiano La Stampa), el cardenal Ortega debe ser considerado como un personaje fundamental.

"Es el que ha mantenido la estabilidad de la Iglesia en su fragilidad, porque la Iglesia está atravesada por las contradicciones de lo que ha pasado en Cuba en los últimos cincuenta años. El cardenal Ortega ha sido parte de la Iglesia que ha tratado de sobrevivir en convivencia con la realidad de un sistema y al mismo tiempo tratando de avanzar pasito por pasito. Esto seguramente le ha generado alguna ingratitud", explicó.

Lo confirmó desde la isla el periodista José Jasán Nieves Cárdenas, firma de los medios digitales El Toque (La Habana) y de Progreso Semanal (Miami, Estados Unidos): "Ortega ha sido muy acusado por sectores internos de la Iglesia en Cuba y en Miami por demasiado 'colaboracionista' con el gobierno cubano".

Y agregó: "Es una pieza fundamental del engranaje, pero en este caso específico hay que notar que la iniciativa vino desde la cúpula misma del Vaticano, no hubo intermediarios, ni creo que el Vaticano lo necesitara. Ortega ya no es el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, por tanto no es ni siquiera el principal jerarca institucional en el país, pero es una autoridad moral reconocida por todas las partes por su obra sostenida durante años".

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El teólogo Miguel Díaz, ex embajador de los Estados Unidos en El Vaticano enviado por el presidente Barack Obama, reconoció el papel de Ortega en la mediación de la liberación de Gross, y en otros casos.

"A lo largo de los años ha habido una intervención de la Iglesia en diferentes momentos para conseguir la libertad de presos políticos; la Iglesia de a poco ha dado pasos, tal vez no enormes, para abrir espacios en los cuales ejercer su ministerio y su enseñanza en la sociedad cubana. Claro que se va a necesitar mucho más trabajo para que regresen las instituciones eclesiales que cesaron después de la revolución, como las educativas, y eso va a tomar tiempo", apuntó.

El embajador Díaz, de ancestros cubanos, ha bromeado con los jesuitas de la Universidad Loyola de Chicago, donde hoy es profesor: "¡Me ofrezco de voluntario para ser presidente de la primera Universidad Loyola en La Habana!".

Entre el realismo y el pragmatismo, la misericordia

Beltramo Álvarez da importancia a la amistad, buena y antigua, del cardenal Ortega y Francisco, y la política de realismo del cubano, que permitió la supervivencia de la Iglesia a pesar de las dificultades.

"Creo que él ha sido como el perno en esta estrategia que no es unívoca, sino un conjunto que refleja el deseo de la Iglesia de recuperar a Cuba, que siempre ha sido un país católico", comparó Beltramo Álvarez.

Sería crucial que la Iglesia en la isla pudiera mantener cierta neutralidad, analizó el embajador Díaz. "La institución está compuesta por hombres y mujeres que tienen sus fallos, son pecadores, y también hacen grandes obras; si la Iglesia puede hacer grandes obras para defender la dignidad de cada persona humana en Cuba pero también mediar como una creadora de puentes que tanto se necesitan en este momento entre la sociedad cubana, entre Cuba y el resto de América Latina, entre Cuba y los Estados Unidos, creo que esa sería una labor excelente para los hombres y mujeres de fe".

"Podrían extender una nueva manera de concebir las relaciones humanas no sólo al interior de Cuba y no sólo entre los Estados Unidos y Cuba. Se necesita una dimensión de reconciliación para reestablecer relaciones que han sido frágiles", adhirió.

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La tía del teólogo vive en Cuba, la tierra de sus antepasados; él nunca la vio. Su esposa y sus cuatro hijos no conocen la isla. "Regresar o ir por primera vez al lugar donde están parte de las raíces de mucha gente, crear espacios para que las personas se puedan sentir bien recibidas para comenzar la labor de reconstrucción, es una tarea que la Iglesia puede hacer", reflexionó.

"Obviamente defendiendo los derechos humanos, la dignidad de la persona y anhelando una sociedad donde cada ser humano pueda tener una participación democrática mucho más decisiva de lo que ha tenido hasta el momento. En eso la Iglesia puede ayudar, mostrando que no está para un sistema o para otro".

El periodista Nieves analizó el diálogo entre Cuba y los Estados Unidos, tal como está y en sus perspectivas: "Será largo y complejo, pero sostenido... al menos hasta que Barack Obama concluya su presidencia. A partir de ahí no me atrevo a pronosticar nada. Por lo pronto ambos gobiernos han dado muestras de pragmatismo y voluntad de avanzar, pero es lógico que las conversaciones tomen tiempo y existan muchos desacuerdos. No se borran 55 años de un plumazo".

Sin ignorar que más de medio siglo de conflicto y silencio es difícil de remontar, el embajador Díaz mencionó algo en lo que él cree con fuerza: "Está el enfoque de la misericordia. Creo que la Iglesia y la sociedad cubana en el exilio y en Cuba necesitan el mensaje de misericordia, de reconciliación y compasión".

"Creo que este mensaje —y obviamente la acción preferencial para el que sufre— es una receta clave. Si empezamos por la compasión y tratamos de reconocer al otro ser humano como creación de Dios, como imagen de Dios, podemos dar unos pasitos hacia delante para avanzar hacia el bien común", concluyó.