El lunes. Salí por una hora y media para ir al médico.
No la recuerdo. Tengo temor.
Rachel Román Nuñez trata de salir lo menos posible de la mansión con ascensor en el corazón de Barrio Parque que compartió en sus más de cinco años de matrimonio con el conde Federico Zichy-Thyssen. Entre obras de arte y muebles antiguos, hay una veintena de sus retratos en el living. Rachel, oriunda de República Dominicana, les enciende velas de vez en cuando. Todo lo que se ve en el living es totalmente señorial, las marcas estéticas de una auténtica aristocracia hecha con dinero y herencia, una rareza en la clase alta de este país. Las mucamas siguen ahí de pie, en uniforme, a disposición en un rincón. Rachel no sale demasiado. Dice compartir los mismos temores que su marido; que si pisa la calle quizás le hagan algo. Le teme a los hijos de su marido, puntualmente.
En agosto del año pasado, Zichy-Thyssen falleció a los 76 años a causa de una insuficiencia renal en el sanatorio Otamendi, tras varios días en terapia intensiva. Moría el mayor aristócrata de la historia de este país, por otra parte: conde por título hereditario y uno de los herederos del gran imperio metalúrgico Thyssen, uno de los nombres máximos de la industria mundial, era considerado uno de los cinco mayores criadores de caballos árabes del planeta. Pero su muerte fue solo un nuevo punto de giro para un conflicto de más de una década entre él y varios de sus hijos. Dos años antes de morir, el conde había asentado ante escribano su testamento. En el documento, Zichy-Thyssen relató una historia insólita: de cómo sus hijos lo internaron en contra de su voluntad y de cómo se vio forzado a ceder en vida una parte significativa de su patrimonio. El conde habló de entregas de 1.5 millones de dólares a cada uno, de entregas de campos y acciones en sociedades, de rentas mensuales de veinte mil dólares y de hasta un acuerdo en 2010 donde cedió como adelanto de herencia más de 91 millones de dólares. Con todo esto ya entregado, después de muerto el conde no les daría nada más. A su viuda, le dejaba la mansión en Barrio Parque, otra casa de campo en República Dominicana y unos diez millones de dólares. Hoy, Rachel no puede tocar ni un centavo de todo lo que el conde le dejó.
Ayer, Infobae reveló la pelea judicial detrás de la herencia de Federico Zichy-Thyssen. Dos de sus hijos cuestionaron el testamento, que está inmovilizado: un juez debe evaluar si es válido o no. No es el único movimiento en Tribunales: Franchesca Guiraldez, hija de Rachel de un matrimonio anterior, denunció por extorsión en un juzgado de instrucción porteño a cuatro de los hijos del conde, patrocinada por el estudio de abogados de Maximiliano Rusconi, hoy abogado de Diego Lagomarsino en el caso Nisman. Los hijos del conde planean responder, afirmaron allegados directos. Hoy, Rachel rompe el silencio.
"Murió con este problema, que nunca pudo resolver. Y murió con una lucidez impresionante. Le decía: 'Papá, pero tú eres como una computadora; nada se te olvida'. Vivía con un miedo terrible. En casi seis años de casados Federico y yo nunca nos separamos. Tenía un miedo... Oía el timbre y yo le decía: 'Papá, tranquilo...'", dice Rachel. Según la viuda, el conde era visitado por un fantasma permanente, el de su internación en 2002, supuestamente por el abuso de ciertos medicamentos. En el proceso, sus abogados hasta presentaron un habeas corpus a su favor. La cesión de bienes a sus hijos llegó después.
Rachel cuenta lo que su marido le repitió: "Él bajaba de ver a un oftalmólogo. Estaban ahí sus hijos, no sé cuántos de ellos. Lo agarran y lo entran a un automóvil. Entonces, lo internaron en el Sagrado Corazón, una clínica psiquiátrica. Después, lo pasaron al Hospital Británico y lo dejaron unos cuatro, cinco meses. Estaba totalmente en contra de su voluntad. Le ponían drogas. Estaba todo combinado con un psiquiatra y un abogado. Llegó a pesar 45 kilos, no podía ni caminar, parecía como encorvado, muriéndose. Y hemos vivido un tiempo muy triste. Estábamos encerrados. Yo misma tengo miedo". ¿Qué motivó todo esto? El dinero.
Hay otro frente judicial abierto para Rachel. La casa que compartía con el conde en Asunción, la capital paraguaya. También patrocinada por el abogado Rusconi, presentó una denuncia en una fiscalía de Asunción en donde señala al abogado Diego López, uno de los albaceas designados en el testamento del conde por echar a sus empleados de la casa y cambiar la cerradura. Rusconi hasta pidió la captura internacional del abogado López. "La casa en Asunción me la cerraron. La compramos entre los dos con Federico, las disfrutamos entre los dos. Celebramos el último cumpleaños de Federico en esa casa. Y después, tengo cosas allá: están mis muebles, cuadros, mi ropa. Yo pensé que era al momento dueña de la casa. Le avisé a las mucamas: 'Voy para allá'. Fuimos con mi hija y amigos. Lo pasamos lindo. Cuando estoy llamando a la casa, no toman los teléfonos, no atendían. Siempre había dos empleadas permanentemente. Parecía raro que no atendiesen. Franchesca, mi hija, se entera que el abogado, el albacea, mandó a cerrar la casa. ¿Cómo va a hacerlo? Hay tantas cosas de valor...", dice Rachel.
Lo conocí a Federico en Dominicana. El ex esposo de mi hija tiene cotos de caza en Villa La Angostura. Fue Federico ahí con muchos otros cazadores. A la hora de la cena siempre se reunían a tomar un trago y conocerse. Ahí Federico conoce a mi hija, le cuenta de mí, que soy decoradora. Federico le dijo que le gustaría conocerme, que él tenía una villa en la zona de La Romana. Y me contacta para conocerse. Se enamoró, ¡pero se enamoró solo! Después de dos años, en los que nunca vine a Buenos Aires ni lo llamamos, él se divorció, volvió a Dominicana ya divorciado y me ofreció matrimonio. Yo ya estaba divorciada por mi parte, no tenía compromiso alguno. Nos casamos en una de sus fincas. Conmigo era muy especial, y yo era muy especial con él. Nos cuidábamos mutuamente. Era una relación muy afectuosa.
A los hijos los vi muy poco. Ellos no tenían ningún contacto. Inclusive, el año pasado, a principios de año, vinieron dos hijos, tocaron el timbre, insistían con entrar. Federico no los quiso recibir. No era una relación buena.
En absoluto. No quiero nada que Federico no me haya dejado. No me interesa para nada. Con esta denuncia, busco lo que Federico me dejó como esposa según consta en su testamento. Sus hijos me impiden acceder a ello. Estamos dando todos los pasos necesarios. No para hacer un acuerdo; yo no tengo que hacer acuerdos con nadie. El testamento es estricto. Quiero que me den lo que tocó, porque Federico me lo dejó, como su esposa. Y que me dejen vivir tranquila. No puedo disponer de nada de lo que Federico me dejó. Intenté, por supuesto. No me lo dieron. Tengo la fe de que va a salir bien.
Tras la muerte, ocurrió algo peculiar: los hijos del conde insistieron en velarlo en la casa de Barrio Parque. "Insistieron en velarlo aquí, que los amigos del padre no vendrían si no se lo velaba en esta casa. Yo me negué. Creían que me iban a sugestionar", dice Rachel. Allegados de varios de los hijos aseguraron que la viuda habría estado apresurada en velarlo y cremarlo lo más pronto posible. En pleno velatorio en la casa O'Higgins de Belgrano, la viuda fue sorprendida con una orden judicial motivada por una de las hijas de Zichy-Thyssen: al conde se lo esperaba en la morgue para una autopsia. Rachel reconstruye el momento: "Tras dejar el hospital y hacer la diligencia, lo puse en su ataúd elegante tal cual él era, le llevé todas sus cositas. No fue casi nadie a la sala velatoria. Fueron los hijos. Alejandro se quedó media hora, Federico quince minutos. Claudia, un momentito a la tarde. Y llega Marlene. "No te preocupes", decía. No sabía lo que venía detrás".
La autopsia. Marlene subió a verlo a Federico. A los cinco minutos, viene un joven y me dice que quiere hablar conmigo. Pensaba que era un hijo de los amigos de Federico, para darme el pésame. Me dije que venía a buscar el cuerpo del conde, que había que realizarle una autopsia. Marlene buscó un abogado que se prestó a hacer todo este papeleo. Me tomó muy por sorpresa. Los abogados de Federico son contactados, preguntan si tenían los papeles para este pedido. Y los pedían. Fue todo tan organizado... Habrán pensado que lo envenené. ¿Por qué lo pedirían? Pero a Federico le colapsaron los riñones.