Los ocho condenados a muerte por narcotráfico fusilados el miércoles en Indonesia fallecieron con "fuerza y dignidad", mirando a sus verdugos y entonando cantos religiosos, entre ellos, iAmazing Grace/i, explicó una testigo de la ejecución.
Los condenados -dos australianos, un brasileño, cuatro africanos y un indonesio- hicieron una largo viaje desde su prisión, situada en la isla de Nusakambangan, hacia un claro en medio de la jungla donde a medianoche del martes los esperaba el pelotón de ejecución.
Pero en vez de bajar la cabeza en signo de derrota y resignación, todos rechazaron ponerse una venda en los ojos y entonaron cantos religiosos, entre ellos Amazing Grace, hasta que el pelotón empezó a disparar.
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Christie Buckingham, la pastora que acompañó a uno de los australianos en sus últimos momentos, explicó a su marido que los condenados se comportaron "con fuerza y dignidad hasta el final".
"Me dijo que los ocho salieron al campo de ejecución entonando cantos de alabanza", explicó Rob Buckingham a la radio australiana 3AW.
En la ciudad portuaria de Cilacap, desde donde se accede a la isla de Nusakambangan, un pequeño grupo de personas se había reunido con velas poco antes de la ejecución, cantando también Amazing Grace y cubriendo los llantos de los que pensaban en lo que estaba a punto de pasar en la jungla.
"No tienen miedo, no tienen nada que temer", dijo Owen Pomana, un ex presidiario y amigo de los condenados australianos Andrew Chan y Myuran Sukumaran, intentando levantar los ánimos de los presentes.
Poco después, en la isla, los ocho condenados a muerte fueron atados a un poste y ejecutados por un pelotón formado por 12 hombres. Al amanecer sus cuerpos fueron devueltos a Cilacap dentro de ataúdes, algunos cubiertos con bordados.
Los familiares seguían llorando mientras sus amigos y las personas que se acercaron hasta la ciudad portuaria para darles apoyo los ayudaban a empezar el largo viaje de regreso a casa junto con sus seres queridos.
Angelita Muxfeldt, la prima del brasileño Rodrigo Gularte, lloraba desconsolada mientras un cura, Charlie Burrows, le abría paso entre la multitud.
La familia y los amigos de la filipina Mary Jane Veloso, en cambio, lloraron de alegría después de que su ejecución fuera aplazada.
Harold Toledano, un cura filipino que acompañaba a la familia de Veloso, explicó que estaban rezando cuando les anunciaron la buena noticia. "¡Esto un milagro!", gritó mientras los abogados celebraran la buena nueva. "Es como una resurrección, está viva", aseguró.
Para los familiares de los dos australianos no hubo consuelo y perdieron a sus hijos y sus hermanos tras haberlo intentado todo para evitar la ejecución. "Pedimos clemencia pero no nos la dieron. Estamos inmensamente agradecidos por todo el apoyo que hemos recibido", dijeron las familias en un comunicado tras las ejecuciones.
Poco después llegaba al puerto de Cilacap el cuerpo del indonesio Zainal Abidin, que fue enterrado en un cementerio cercano.
El perfil del brasileño Rodrigo Gularte
Había sido condenado a muerte en 2005 por tráfico de drogas y, desde entonces, su familia luchó para revertir su condena. Sin embargo, el brasileño confiaba en que su pena no sería cumplida y que se salvaría de la muerte.
En 2014, Rodrigo Gularte fue diagnosticado con esquizofrenia paranoica, pero su madre afirmó a la BBC que desde muy joven mostró tendencias a la depresión. Clarisse señaló que su infancia fue "feliz y normal". "Tenía un comportamiento razonable, pero con el paso del tiempo fue cambiando de actitud y no nos dimos cuenta", explicó.
Gularte nació en el seno de una familia adinerada en la ciudad de Foz de Iguazú. En sus años de adolescencia, comenzó su adicción a las drogas. La BBC publica que su primer tratamiento contra la dependencia de drogas fue a los 16 años, cuando los parientes dicen que percibieron por primera vez indicios de bipolaridad.
La prima del condenado, Angelita Muxfeldt, explicó que Rodrigo fue empeorando debido al efecto conjunto de la depresión y el consumo de narcóticos. Su madre Clarisse trató de ayudarlo, le compró un restaurante y se lo dio a administrar. Pero su consumo de drogas continuó.
Tuvo un hijo, autista, que hoy tiene 21 años, y con quien tuvo poco contacto.
Clarisse lo vio por última vez en febrero y lo encontró perturbado. "Me sangra el corazón. Está totalmente deprimido y sólo habla cosas inconexas", le dijo al medio británico.
El australiano Andrew Chan se casó un día antes de morir
El condenado australiano Andrew Chan, de 31 años, se casó el lunes con su compañera indonesia durante una ceremonia con familiares y amigos en el complejo penitenciario. Éste era su último deseo.
Una captura de un video de la ceremonia muestra a Chan sonriendo mientras le coloca el anillo de bodas a su esposa.
Michael Chan, hermano de Andrew, anunció la boda el mismo lunes, diciendo que la ceremonia había sido presenciada por un pequeño grupo de familiares y amigos cercanos.