A principios de 1960 seguíamos desarrollando la tecnología de semiconductores y haciéndola cada vez más práctica. Era una tecnología difícil de implementar con las herramientas que inicialmente teníamos disponibles. Me torné el director de I + D en Fairchild Semiconductor, gestionando el laboratorio y buscando qué podríamos hacer a medida que mejorábamos la tecnología.
Entonces, la Electronics Magazine me pidió que enviara un artículo para su 35ª edición anual prediciendo lo que iba a suceder en la industria de componentes de semiconductores en los próximos 10 años.
Así que tomé la oportunidad de analizar lo que había ocurrido hasta ese momento. Esto habrá sido en 1964, supongo. Miré los pocos chips que habíamos hecho y me di cuenta que pasamos de un único transistor en un chip a un chip con cerca de ocho elementos –transistores y resistencias.
Los nuevos chips que llegaban tenían cerca del doble de la cantidad de elementos; aproximadamente, 16. Y en el laboratorio, estábamos creando chips con cerca de 30 elementos, buscando la posibilidad de fabricar dispositivos con el doble de esa cantidad: alrededor de 60 elementos en un chip. He trazado esto en un pedazo de papel semilogarítmico, empezando por el transistor plano en 1959, y me di cuenta de que, en esencia, duplicábamos a cada año.
Así que tomé una extrapolación impresionante y dije que íbamos a continuar duplicando cada año y pasar, de unos 60 elementos en el momento, a 60.000 en 10 años.
Yo sólo estaba tratando de dar a conocer mi punto: de que esta era la dirección que los semiconductores iban a seguir. Y que esto iba a ofrecer una gigantesca ventaja de costos, lo que no ocurría hasta aquel momento. Los primeros circuitos integrados costaban un poco más que las piezas de ensamblar, a partir de componentes individuales.
Pero uno podía ver que aquella tendencia iba camino de ser esta la forma más barata con el tiempo. Ese era mi objetivo real –comunicar que tenemos una tecnología que va a hacer que la electrónica sea accesible para casi todos. Pero no esperaba este orden binario de aumento de magnitud, el aumento de mil veces en la complejidad, para ser muy preciso.
Sólo pensé que íbamos a tener una tendencia general. Pero, de hecho, era mucho más preciso de lo que podría haber esperado. Y al final de los 10 años, si no teníamos 10 duplicaciones de la cantidad de elementos en un chip, al menos teníamos nueve. Así que uno de mis colegas –creo que fue Carver Mead, profesor de Cal Tech– la bautizó como "Ley de Moore", un nombre que se ha adherido mucho más allá de mis cálculos.
Ciertamente, el impacto que ha tenido la denominada Ley de Moore ha cambiado con el tiempo. A principio era sólo una forma de la crónica del progreso. La gente hacía chips más complejos. Se podía trazar, y decir, sí, todavía estamos aumentando la complejidad. Pero, poco a poco, se convirtió en algo que los diversos participantes de la industria reconocieron como algo que había permanecido o quedado atrás tecnológicamente.
Con el fin de mantenerse a la vanguardia, donde la mayoría de las ventajas de la tecnología de semiconductores se explotan, tenían que moverse tan rápido como la ley había previsto.
Tuvieron que ir a las dimensiones más pequeñas y a los chips más grandes en el orden en que lo sugerido era necesario. Así se pasó de una forma de medir lo que había pasado a algo que era una especie de guía para la industria. Tenías que ser igual de veloz, o te estabas quedando atrás.
-En 1965, y cuando actualicé mi observación en 1975, no predije cuándo esta tendencia iba a terminar. Es algo bueno, porque estoy seguro de que me hubiera sorprendido. La industria ha sido fenomenalmente creativa para continuar incrementando la complejidad de los chips.
Es difícil de creer –al menos es difícil para mí creerlo– que ahora hablamos en términos de miles de millones de transistores en un chip en lugar de 10, cientos o miles.
Es una tecnología que ha sido mucho más abierta de lo que hubiera pensado en 1965 o 1975. Y aún no está nada claro cuándo alcanzará su techo.
El impacto de la Ley de Moore ha cambiado con el tiempo. A principio era sólo una forma de la crónica del progreso. La gente hacía chips más complejos. Se podría trazar, y decir, sí, todavía estamos aumentando la complejidad.
Pero, poco a poco, se convirtió en algo que los diversos participantes de la industria reconocieron como el ritmo de la innovación en el que tuvieron que permanecer para no quedarse atrás tecnológicamente. Con el fin de mantenerse a la vanguardia, donde la mayoría de las ventajas de la tecnología de semiconductores se explotan, tenían que moverse tan rápido como la Ley de Moore lo había previsto.
Así que esta ley pasó de una forma de medición de los acontecimientos pasados a convertirse en una especie de guía para la industria.
En el artículo de 1965 de la Electronics Magazine predije una variedad de cosas, desde relojes o computadoras personales hasta radares de disposición en fase.
Al volver a leer ese artículo, estoy sorprendido de cuán precisas han resultado ser mis predicciones de aplicaciones. En términos de una innovación que no había previsto, supongo que lo que realmente me tomó por sorpresa es la importancia de internet. Sabíamos que las computadoras habían hecho cosas útiles. Sabíamos que mejorarían en algún aspecto una vez que todo se inició. Pero nunca me di cuenta de lo importantes que iban a ser como medio de comunicación, impulsada principalmente por internet.
No puedo pensar en otra innovación que sea comparable.
Creo que el flujo continuo de los ingenieros y científicos bien formados es el alma de una empresa como Intel. Y esto sólo sucede si tenemos a las universidades formando a la gente con las habilidades que necesitamos. Las buenas ideas a menudo provienen de los jóvenes ingenieros y eso va a seguir siendo así, inexorablemente. Ellos son los que suelen mostrarse dispuestos a realizar los saltos reales, que resultan en productos y procesos cualitativamente diferentes.
Aquellos de nosotros que hemos permanecido por mucho tiempo creemos haberlo visto todo. Y es como que perdimos nuestra creatividad. Así que creo que las universidades son una parte muy importante del éxito a largo plazo de la tecnología. Del mismo modo, empresas como Intel son una parte muy importante del éxito continuo de las universidades.
Extracto de una entrevista con Chemical Heritage Foundation, 2013:
Es difícil elegir una única cosa de la cual estoy más orgulloso. Quizás, la fundación de Intel fue mi mayor éxito.
Es increíble cómo a menudo me encuentro con una referencia a la Ley de Moore. De hecho, busqué en Google "Ley de Moore" y también "Ley de Murphy". Lo paradójico es que "Moore" le gana a "Murphy", por lo menos de dos a uno.