"Podemos pintar la ciudad de amarillo, pero algo por algo se escriben tantas novelas negras"

El celebrado escritor Alejandro Parisi habló con Infobae sobre su más reciente policial "Con la sangre en el ojo", protagonizado por un detectivo uruguayo. "Vivimos en una sociedad corrupta", sentenció

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Balestra es un ex policía del que sabemos poco pero lo suficiente para poder ingresar en su nueva vida de detective privado en Buenos Aires: proviene de una familia adinerada, como su padre integró la Policía en Uruguay, país del que se fue huyendo de un mandato familiar. Carga sobre su espalda un pasado oscuro y la lejanía de su hija veinteañera que vive en Barcelona. Vive en un departamento en la zona de Congreso que también es su oficina y su soledad se termina cuándo se encuentra con su amante o su informante linyera, El Rengo. Balestra es el protagonista de Con la sangre en el ojo (Grijalbo), la nueva novela de Alejandro Parisi –autor de Un caballero en el purgatorio (2012) y La niña y su doble (2014), entre otros libros.

Parisi estuvo en la redacción de Infobae para hablar de su último libro, del desafío que implica encarar un policial en Argentina y de su decisión de que esta sea la primera entrega de una saga con Balestra como protagonista.

Tomé el atajo de que el detective sea uruguayo. Podría ser argentino pero lo preferí de esta manera para que viera Buenos Aires desde afuera. Escribí la novela cuando volví de vivir en Barcelona durante cuatro años. Vine con la idea del detective porque me llamaba la atención que en Barcelona había carteles de detectives privados en el 2004 y eso me parecía recontra demodé. Cuando llegué a Buenos Aires tuve cierta distancia con la ciudad, me costaba entrar, después me volví a acostumbrar porque toda mi vida viví acá. Veía algo que en las novela está, la cuestión del espacio público: los controles de la General Paz, las manifestaciones constantes por cualquier tema y de hecho en las primeras páginas hay una manifestación de bomberos.

Quería que Balestra fuera un policía. Nosotros con las fuerzas de seguridad tenemos una distancia insalvable que se ganaron las propias fuerzas por la represión, por la Dictadura, pero pensaba lo que pasa con un tipo que se arrepintió y por eso aposté a eso sabiendo que es complicado porque implica mucho dolor en la sociedad. Nací en el 76 y es un tema muy recurrente pero al mismo tiempo pensé: no todos fueron unos hijos de puta, alguno tuvo que haberse arrepentido y Balestra está en eso. Tiene su pasado del cual él prefiere callarse porque hizo cosas que le remuerden la conciencia y que en la novela no se dicen tanto porque la idea es que en sus próximas apariciones se vaya contando su propia historia. El detective tiene que tener un pasado oscuro, no me interesaba el detective inglés sentado en un escritorio y tomando whisky y que es pulcro y con una vida intachable y que todo su trabajo se basa en su genialidad. No creo en eso, me gusta más el policial americano, los tipos corruptos que, por otra parte, es lo que más se acerca a nuestra sociedad.

Totalmente, tiene convicciones pero su vida es gris: metió la pata, ha extorsionado gente y demás.

En un momento la hija le dice "podés volver a Uruguay" y él le responde: llega un punto en que ya no podés volver a ningún lado. Esa condición de migrante de ir a comer un choripán a la Costanera y mirar el río tratando de divisar Colonia. Por eso el único lugar en el que se siente bien es en el Tigre, que vendría a ser como aguas neutras. Quería eso: el tipo que se tiene que escapar, no sólo de posible acusaciones sino también de un mandato familiar que es lo que realmente le pesa.

Tiene mucho de mi experiencia. En el caso de la hija de Balestra no se sabe pero ella se fue a los catorce años por la madre que se quiso ir en esa separación que en algún momento se contará, o no. Sí, hay distancia. Ese nomadismo aparece en la distancia, en la distancia de él con su hija, con su familia, con su lugar de origen y con la propia sociedad en la que está viviendo.

Es esa zona que es tierra de nadie, en el sentido que es una parte administrativa de la ciudad en la que parecería que no viviera nadie. Lo de la oscuridad de Buenos Aires lo veo en todas las ciudades, podemos pintar todo de amarillo, de naranja o de lo que queramos pero por algo se están escribiendo tantas novelas negras. No es que es un invento, vivimos en una sociedad corrupta desde el que cruza un semáforo en rojo y después se queja, desde el pibe que corre picadas y mata a uno y zafa de ir preso, de ahí hasta los altos mandos políticos o empresariales. Ahora se dice mucho a partir de lo de Nisman: la sociedad argentina no se merece esto y sí, la sociedad argentina merece esto. Vivimos en un país que se construyó matando a toda la gente que vivía acá y la historia argentina, también la de otros países pero a mí me interesa Argentina porque nací acá y quiero escribir sobre Argentina, hay hechos de violencia constantes. ¿La sociedad argentina no se merece esto? ¿Qué hizo la sociedad argentina para que todos seamos felices y legales?

Eso es algo tremendo, los dejaron en una salina para que cuando vinieran los otros equipos a jugar a Tucumán no los vieran. Eso lo cuenta un personaje que para mí es el más complicado de la historia, porque está totalmente vinculado con la Dictadura, pero lo cuenta sin orgullo, lo cuenta con pesar y con sorpresa. "Los locos y los linyeras caminaban por las salinas y se morían", dice.

El linyera es, entre comillas, un nihilista: vive solo en la calle. Los cartoneros son trabajadores desplazados. Son dos cosas distintas y hay como una rivalidad pero los trabajadores naturalmente tienen lazos solidarios. Hay como una rivalidad: el rengo cuenta que les roban los cartones con los que se tapan. También la imagen de los cartoneros bajando de camiones me impactó cuando volví en 2006. Ellos son tipos que están laburando, organizados y que van a laburar con sus hijos. Eso está ahí en la calle y si salís a las ocho de la noche lo ves.

Es que ¿a quién le importan los pobres? Lo importante de los pobres es que no jodan. Es todo una marquesina.

Un Rengo que es un falso rengo. No estaba pensando en Arlt, quería que Balestra tuviera un contacto con la calle y me gustó que fuera un tipo que podría haber llegado lejos con el fútbol y que se dedicó a la bebida.

Sí, porque me gusta leer sagas y me gusta Balestra. Lo pensé en 2004, lo terminé de armar en 2007 y recién escribí la novela en el 2010. Tenía claro que quería tener un personaje que me permitiera jugar. Es como un cuarto de juego: como autor, sé que con ese tipo la paso bien. Tenía la idea de la novela y en un momento estaba escribiendo al mismo tiempo La niña y su doble y Un caballero en el Purgatorio, que son dos historias muy densas, historias de vida tremendas y tenía cien páginas de cada novela y me bloqueé y me deprimí. Ahí me acordé de Balestra y escribí la novela y la pasé bien. Cuando escribo necesito experimentar emociones que no necesariamente son las que va a experimentar el lector pero es como cualquier laburo, si la pasás mal es complicado y Balestra me permitió descomprimir y poder arrancar y terminar las otras dos novelas.

Esperemos que sí porque me encanta leer sagas y las sagas tienen eso: te sorprenden pero al mismo tiempo sabés lo que vas a encontrar en el protagonista. No en los demás, pero en el protagonista sí.