Los Servicios Antidrogas de Italia identificaron cinco rutas internacionales para el tráfico de drogas desde latinoamericana, una de las cuales utiliza los puertos de Argentina y Brasil para despachar cocaína hacia Europa, señala el ensayo iTodo sobre narcotráfico/i de la mexicana Cecilia González.
La ruta latinoamericana, precisaron los servicios italianos, nace en Colombia, Perú y Bolivia y utilizan la vía de salida los puertos argentinos y brasileños para "exportar" hacia el mercado europeo.
La ruta del "Sahel", otra variante latinoamericana, implica escalas de la cocaína sudamericana en Cabo Verde, Mauritania, Malí, Níger, Argelia, Túnez y Libia, hasta llegar a Europa, explica González.
"De los delitos trasnacionales, el tráfico de drogas sigue siendo el más atractivo, con ganancias anuales que superan los 300 mil millones de dólares", asegura el ensayo, editado por Paidós para América Latina.
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González ubica en segundo lugar la trata de personas para explotación laboral y sexual que para las organizaciones criminales representa una recaudación de alrededor de 30 mil millones de dólares al año.
A su vez, el tráfico ilícito de tres millones migrantes que atravesaron Centroamérica y México para llegar a Estados Unidos en 2009, permitió que los grupos criminales obtuvieran 6.600 millones de dólares, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
"En el camino, las víctimas fueron robadas, violadas, secuestradas, extorsionadas y en el peor de los casos, asesinadas", subraya González en su ensayo. Ese mismo año, los traficantes ganaron 150 millones de dólares con el traslado ilegal de cincuenta y cinco mil migrantes de Africa y Europa, agrega la autora.
En Argentina, el papa Francisco abrió la polémica cuando hace pocos días afirmó que "no tengo certezas, pero creo que se fabrica droga en la Argentina". La "certeza" del Papa Francisco fue ratificada de inmediato por denuncias sobre la existencia de un "narco-ejército" de 300 hombres dotados con armas de guerra, que en un barrio pobre del sur de la ciudad protege los laboratorios de cocaína montados por un traficante peruano que reside en un barrio privado de la zona norte de Buenos Aires.
González recuerda en su ensayo que la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica argentina ya en noviembre de 2013 difundió un documento titulado "el drama de la droga y el narcotráfico".
"Los obispos lo advirtieron en un momento en que el discurso católico tenía cada vez más peso por la influencia y popularidad de Francisco", destaca González.
Sin embargo, la autora cuestiona que "con más alarmismo que análisis, la prensa se volcó a la cobertura sobre el narcotráfico, pero pocos recordaron entonces que el problema no era nuevo y que a principios de los noventa el país ya había sufrido su primer gran escándalo por la relación entre el poder político y el crimen organizado".
González se remonta a 1991 cuando Amira Yoma, cuñada del presidente Carlos Menem y a cargo de su agenda presidencial, apareció involucrada en el millonario lavado de dinero para una red de narcotraficantes que operaba con cabecera en Galicia, España.
El esposo de Amira, Ibrahim Al Ibrahim, un ciudadano sirio que apenas si balbuceaba español, fue designado por entonces como "asesor" de la Aduana argentina.
González también recuerda que José Granero, ex secretario del organismo encargado de luchar contra el narcotráfico (Sedronar) durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, fue procesado el 2014 por haber permitido la importación y desvío de efedrina hacia cárteles mexicanos instalados en el país.
González desde 2002 reside en Buenos Aires como corresponsal de la agencia mexicana Notimex y entre otros ensayos escribió "Narcosur: la sombra del narcotráfico mexicano en Argentina".