La historia de Kate y David es milagrosa. Es de esas que despiertan el poder del amor y la vida, que superan cualquier lógica de razonamiento humano o explicación científica. Kate y David son una pareja australiana que llevaban años buscando hijos. Nunca se dieron por vencidos e hicieron todo aquello que los expertos les indicaban. Después de tres años de intentos, ella quedó embarazada de mellizos.
Todo iba genial, excepto la noticia de que debían nacer prematuros, con apenas siete meses de gestación. Kate enfrentó la situación y tras dar a luz, le notificaron que Jamie, el varoncito, no había logrado sobrevivir. Sumergida en un profundo dolor y tristeza, pidió que se lo dieran. Le quitó la ropita y lo acostó en su pecho para darle calor. Sorprendentemente, después de un rato, el bebé comenzó a respirar y a mover sus manitos.
David no podia creer lo que estaba sucediendo porque el bebé estaba sin vida. En un momento él le dio el dedo y Jamie lo sujetó con su diminuta manito. El estaba peleando y la vida no quiso que dejara a su hermana Emily sola. Los padres lloraban de la emoción e, inmediatamente, llamaron a los médicos y enfermeras que no caían del asombro. Había ocurrido un verdadero milagro.
"Nos los dejamos de tocar desde el momento que llegaron a casa, porque sabíamos lo valioso que era el contacto de piel a piel: fue lo que salvó su vida", cuenta Kate en el video. "Tras la noticia, David colapsó a mi lado. Tomé el bebé del doctor, lo desenvolví, le ordené a David que se sacara toda la ropa y que se subiera a la cama conmigo porque quería todo el calor corporal sobre él. Estaba frío y quería que estuviera tibio y vivo. Pusimos su piel contra mi piel y luego simplemente lo sostuve. Puse su cabeza sobre mi corazón para que escuchara mis latidos. Lloramos y lloramos. Le dijimos que tenía una hermana y que se llamaba Emily. Que ella estaba bien y que él tenía que cuidarla. Le dijimos que teníamos grandes planes para él y le hablamos de toda su familia. Y él se empezó a mover", relata con lágrimas de emoción.
"Nunca lo soltamos y lo seguimos abrazando. Y luego abrió sus ojos. Y tomó el dedo de David. Puso su cabecita en mi pecho y miró a su padre", contó Kate. Hoy, Jamie y Emily tienen cinco años.