Acusaciones, incidentes y el acuerdo que no fue: crónica de una jornada agitada

Con un acalorado debate, y en medio de acusaciones mutuas, la Convención Nacional del radicalismo decidió ir hacia una alianza con el PRO. "Coti" Nosiglia fue atacado a la salida del teatro y Ernesto Sanz debió irse por una puerta lateral

DyN 162

Tras una jornada de largos e intensos debates, con negociaciones políticas que comenzaron el viernes y se extendieron durante todo el sábado, el presidente del Comité Nacional de la UCR Ernesto Sanz logró imponer su postura de un acuerdo con el PRO y la Coalición Cívica.

La postura de Sanz logró el apoyo de 186 convencionales, 56 más que el sector del diputado Julio Cobos y el senador Gerardo Morales, quienes impulsaban un acuerdo amplio, que incluyera también el Frente Renovador de Sergio Massa, además de los ex socios del Frente Amplio UNEN.

Los principales dirigentes del partido comenzaron a llegar a Gualeguaychú el viernes, y ese mismo día empezaron las negociaciones entre los equipos de Cobos, instalado en el hotel Embajador, y Sanz, en el hotel Aguay. Ya para el sábado, el centro de la ciudad estaba copado por militantes y dirigentes que acompañaron a los convencionales.

Antes de la convención, Cobos se mantuvo en el hotel junto a Morales y Rafael Pascual, entre otros, mientras que Sanz estuvo apostado en el Club Náutico. Pero las negociaciones proliferaban por todas partes: bares, restaurantes y parrillas de la costanera. En todas partes se "poroteaba". En la parrilla La Cascada, "Coti" Nosiglia repartía abrazos y saludos, del mismo modo que Facundo Suárez Lastra, Emiliano Yacobitti, Agustín Campero, Mario Cimadevilla y Oscar Castillo, entre otros. Hacia el mediodía, Gualeguychú era un hervidero, y mientras el sanzismo se mostraba confiado, los cobistas decían estar cabeza a cabeza.

Los convencionales bonaerenses fueron clave. Hacia mediodía, el cobismo sostenía que estaban empatados, pero finalmente 37 votaron a favor contra 28, con 7 ausentes de los cuales 4 respondían al intendente de San Isidro Gustavo Posse.

Por la tarde, hubo negociaciones para que se cerrara la alianza con el PRO y Cobos fuese el candidato presidencial de la UCR

Por la tarde, el "poroteo" también arrojaba otro dato, que abrió una negociación para un acuerdo que finalmente no llegó a buen puerto. Mientras que Sanz conseguía un claro apoyo al acuerdo con el PRO, en la pregunta sobre a qué candidato presidencial apoyaba, Cobos aumentaba las adhesiones de convencionales. Así fue que se intentó negociar que la convención decidiera sobre el acuerdo con el PRO y sobre el candidato presidencial en votaciones separadas, de modo de impulsar la candidatura de Cobos. La propuesta chocó con la resistencia del ex vicepresidente. "No quiere cargar con una estrategia con la que se opone", explicaban desde su entorno.

Sin embargo, la propuesta quedó en la nada y la convención sólo votó la política de alianzas. En su discurso Sanz reafirmó su intención de ir por la presidencia, pero por la ley electoral, la convención no podía decidir un postulante. El titular del partido será candidato ante la negativa de Julio Cobos, pero no porque la moción haya sido votada.

La prueba de fuego para medir fuerzas fue a media tarde, cuando se dio la votación sobre una impugnación de una convencional correntina. La moción sirvió de "boca de urna": el bando de Sanz apoyaba la impugnación, mientras que el de Cobos se oponía. Con votación nominal, los convencionales fijaron posición uno a uno, a viva voz. Y los números fueron contundentes: 188 a 114. Las cartas estaban echadas.

El debate fue intenso y, por momentos, de una gran calidad, aunque en las más de 12 horas de discusión también hubo lugar para chicanas, ampulosidad y banalidades. Lilia Puig de Stubrin tuvo el temple para presidir una más que tensa convención, pero hacia el final le costaba cada vez más encauzar el debate. Entre los homenajes previos -demasiados, demasiado extensos- se destacó el que hiciera el titular de la Auditoria General de la Nación Leandro Despuy al recientemente fallecido fiscal Julio César Strassera.

Mientras la discusión política levantaba temperatura, una sorda disputa se daba en los palcos y el pullman: la guerra por los enchufes. No se ha inventado aún el celular con una batería que soporte una jornada completa de convención radical

El discurso de Sanz fue sin lugar a dudas el momento de clímax de la jornada, con una argumentación ordenada, enfática pero sin sobreactuación, respondiendo a las críticas de las que fue objeto en los días previos. Tal vez no haya sido el más aplaudido -algo difícil de medir- pero sí fue quien mayor atención captó del público, que lo escuchaba en silencio. En rigor, repitió los mismos argumentos que expuso en las entrevistas que dio durante la última semana: dijo que el acuerdo era para reunir al republicanismo democrático contra el populismo autoritario, acusó al gobierno de querer influir en la convención, justificó la urgencia de la decisión argumentando que, de no acordar, el lunes mismo el radicalismo perdería relevancia. Apeló a cierto consenso social sobre la necesidad de un pacto opositor, y dijo que el del PRO y la Coalición Cívica es el "acuerdo posible" para luego ir a buscar uno mayor. Además, dijo que contemplará las situaciones locales, permitiendo excepciones para que en ciertas provincias -no más de tres o cuatro- candidatos radicales puedan ir también pegados a otra boleta presidencial. Atribuyó el fracaso de UNEN a que el radicalismo era el único partido nacional y federal dentro del acuerdo, acusando mezquindades de sus ex socios.

Por último, prometió que nadie llevará al partido "de las narices" hacia la derecha, y que los dirigentes de la UCR van a administrar "la birome" en el armado de listas.

Tras el discurso de Sanz, llegó la respuesta de Morales, un discurso más desordenado que el del mendocino, por momentos deslucido, pero también con aciertos y mucho entusiasmo en el auditorio. Acusó al PRO de querer sustituir a la UCR, abogó por un acuerdo con el peronismo contra el kirchnerismo, y en lo que tal vez haya sido su peor desacierto, en una convención nacional, se enfocó en demasiadas oportunidades en la situación de su provincia, donde necesita de un acuerdo con el Frente Renovador para hacer frente al gobernador Fellner.

Julio Cobos quedó opacado por sus antecesores. En vez de enfocarse en la necesidad de un acuerdo amplio, como sostenía, dedicó buena parte de su discurso a señalar los desafíos que enfrentará el próximo gobierno. Parecía, por momentos, un discurso de campaña, más adecuado para otro tipo de auditorio.

A Cobos lo siguieron Federico Storani, Ricardo Alfonsín y luego comenzó un desfile de dirigentes y convencionales que tuvo algunos puntos altos pero que en conjunto sumió a la convención en su anticlímax. Hacia el final, antes de votar, desde los palcos se oían gritos pidiendo a los oradores que concluyeran.

El momento de la votación fue el más tenso. Hubo globos amarillos cayendo desde uno de los palcos, gritos y acusaciones cruzadas. El sector de Cobos y Sanz quería aplazar la votación y los convencionales que pedían la palabra afloraban hasta que Puig de Stubrin puso punto final y comenzó la votación.

Afuera, los ánimos comenzaban a caldearse y los organizadores decidieron bajar el enrejado de la puerta del teatro para evitar que quienes estaban cada vez más exaltados ingresaran. El Teatro Gualeguaychú es patrimonio histórico y fue recientemente reciclado, por lo que no querían problemas adentro. Hubo algunos intentos de ingresar, pero nada serio: se diluyeron después de que los grabaran las cámaras de TV.

Adentro, parado a un costado, Cobos seguía la votación -nominal- hablando de a ratos con "Coti" Nosiglia y con todo aquel que se le acercara a saludarlo. Sanz aguardaba sentado entre su gente.

Con Sanz ya ganador, afuera se desató la furia. Pero una furia modesta, que no pasó más allá de algunas botellas de agua vacías revoleadas contra los convencionales sanzistas y algunos gritos.

Quienes peor la pasaron fueron Nosiglia, que decidió salir solo, y fue arrinconado por militantes que, entre forcejeos, terminaron empujando al piso a una convencional, y Sanz, que salió por una puerta lateral y tuvo que soportar que le patearan la camioneta.

Comenzaba ya a amanecer y los revoltosos poco duraron frente al teatro. Muchos se disponían a volver en ese mismo momento a sus ciudades, mientras que otros prometían aprovechar los últimos calores del verano en la costa del río Uruguay. Un descanso merecido, después de una maratón de "rosqueo" que se extendió por casi un día entero.