Aterrador testimonio de periodista secuestrado por ISIS: 'El filo del sable me rozaba la yugular'

"Está frío, ¿verdad? ¿Imaginas el dolor que te produciría si te lo clavara? Un dolor inimaginable. Con el primer golpe te cortaría las venas. La sangre se mezclaría con la saliva", le dijo el yihadista John a Javier Espinosa

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Javier Espinosa es corresponsal del diario español El Mundo. Estuvo 194 días secuestrado en manos del Estado Islámico y, a un año de su liberación, narró la tortura física y psicológica que vivió en cautiverio junto a otros occidentales en Siria, muchos de los cuales nunca regresaron a sus casas. Los decapitados James Foley y Peter Kassig están entre aquellos que jamás volvieron a ver a sus familias y con los que Espinosa compartió experiencias.

"El filo del sable me rozaba la yugular. A Los Beatles -ese era el apodo con el que nos referíamos a los tres milicianos- siempre les gustó la puesta en escena. Me habían sentado en el suelo. Descalzo. Con la cabeza rapada. Una profusa barba y vestido sólo con el uniforme naranja que hizo tristemente célebre a la cárcel estadounidense de Guantánamo. John (el yihadista inglés) intentó acentuar el dramatismo. Me acariciaba el cuello con el acero sin dejar de hablar", comienza el artículo en el que el reportero describe su secuestro por primera vez desde que fue liberado.

Con saña, el terrorista le decía: "¿Lo notas? Está frío, ¿verdad? ¿Imaginas el dolor que te produciría si te lo clavara? Un dolor inimaginable. Con el primer golpe te cortaría las venas. La sangre se mezclaría con la saliva".

Y continuaba: "La segunda acometida te abriría el cuello. Ya no estarías respirando por la nariz sino directamente por el esófago. Hacéis unos divertidos gritos guturales. Lo he visto antes. Os retorcéis como animales, como cerdos. El tercer golpe te arrancaría la cabeza. Te la colocaría sobre la espalda".

John buscaba que Espinosa entendiera el estremecedor mensaje. La idea era que apareciera aterrado en el video. El extremista tomó su pistola y la cargó. Se la colocó en la cabeza y apretó tres veces el gatillo. Se llama falsa ejecución: se dispara con el arma bloqueada por el seguro. "Aunque eso no lo sabe la víctima. Sólo lo descubre cuando no escucha la detonación y comprende que sigue vivo", explica el periodista en El Mundo.

Espinosa hace pública de este modo su experiencia desde que fue secuestrado el 16 de septiembre de 2013 por el Estado Islámico en la localidad de Tel Abyad, ubicada en la provincia siria de Raqqa, la "capital" de la organización terrorista, mientras se dirigía a la frontera con Turquía para abandonar el país. Junto a él fue capturado el fotógrafo freelance Ricardo García Vilanova.

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"Con la noche llegaban las torturas. Desde nuestro pequeño habitáculo podíamos escuchar las terribles golpizas que sufrían los otros reos. Gritos desgarrados acompañados del ruido que hacían las porras y cables de plástico que usaban para lacerar a sus víctimas. Sin embargo, durante los tres primeros meses nosotros nunca tuvimos que padecer exacciones físicas", contó.

En una oportunidad logró refregarle a un yihadista que nunca le daban la oportunidad de entrevistarlos. El islamista del ISIS respondió: "Tenemos que tener mucho cuidado porque estamos rodeados de enemigos. No sólo nos combaten los gobiernos occidentales. También nos atacan los gobiernos árabes y hasta muchos musulmanes".

El mismo "chaval" agregó: "No somos como Hamas, que espera el permiso de Occidente para declarar su estado. ¿Qué necesitas para proclamar un estado? Territorio y el apoyo del pueblo. Eso ya lo tenemos y por eso hemos proclamado el Estado Islámico en Irak y Levante. Es un estado débil, lo reconozco, pero se irá afianzando con el tiempo".

"No somos como Hamas, que espera el permiso de Occidente para declarar su estado", le dijo un yihadista

La experiencia en cautiverio fue empeorando con el tiempo. Una vez llegado como prisionero a Raqqa, parecía haber perdido su condición de humanidad. "Nos habían reducido a ser simples animales. Nos sacaban de la jaula para ir al baño dos o tres veces al día y nos servían la comida en una escudilla que hacían entrar en la celda empujándola por el suelo con el pie. Un día nos dieron arroz. Encima habían dejado los huesos roídos del pollo que se debió comer algún carcelero".

Durante los 194 días de prisionero, su familia fue la clave mental que le permitió seguir adelante. "Éramos reos de la intolerancia más enajenada pero mi esposa y mis hijos tenían que ser el referente que me permitiría resistir".

También se vio obligado a revelar sus claves de acceso a la computadoras y a sus cuentas de Facebook, Twitter y mail. Buscaban saber si era un espía.

¿Cómo saber si eres un espía?, le preguntaron. "Respondí dándoles decenas de nombres de militantes y jefes de grupos de la oposición con los que habíamos convivido en Siria. Esfuerzo inútil. Nunca intentaron hablar con ninguno de ellos. El interrogatorio era un simple ejercicio de apariencias. Nuestro destino ya estaba fijado. Formábamos parte del proyecto Guantánamo".

La organización británica Action on Armed Violence lo ha reconocido como uno de los 100 periodistas que cubren zonas de conflicto más influyentes del planeta.

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