"¡Ay! Parece que el bronceado se me fue, ¿no?", dice Florencia Cocucci mientras revisa su tono de piel en un sillón del subsuelo del hotel Savoy. Sabe cómo inquietar. Es su momento ante las cámaras. En cierta forma, lo está disfrutando.
El miércoles por la noche, tres días después de declarar ante la fiscal Viviana Fein en el marco de la causa que investiga la extraña muerte del fiscal Alberto Nisman, Cocucci decidió hablar ante los medios. Marplatense, de 25 años, de novia con un empresario textil, dice ser estudiante de diseño de indumentaria, aunque no quiere confirmar a qué facultad va.
Modelo de profesión, su manager es el empresario Leandro Santos: en 2012, la Justicia uruguaya pidió su captura internacional para determinar un supuesto vínculo con una red de prostitución VIP que operaba en Punta del Este, una investigación que quedó en nada.
En Alberto Nisman, Cocucci -que admite estar en pareja- encontró un amigo al menos atípico. Lo conoció a fines del 2013 en el sector VIP de la exclusiva disco Rosebar. Nisman la frecuentaba los jueves; Cocucci también iba los jueves. Los relacionistas públicos que la invitaban no le hacían pagar entrada y le regalaban tickets para consumiciones. Nisman estaba ahí, con sus custodios aguardando en la puerta. El abogado de la modelo, Jorge González Novillo, afirma que ella no es una testigo relevante, que la amistad con el fiscal era circunstancial.
Siempre fue muy respetuoso, tuvo mucha distancia. Era muy buena onda, pero tenía una distancia bastante importante, no sé si porque era abogado o porque era fiscal.
Por supuesto.
Jamás en la vida. Siempre supo mi postura y que estoy en una relación.
No.
La verdad que no me planteé eso. Lo conocí en un ámbito donde va gente grande, en un boliche donde no va gente joven. Me parece normal. Me puedo llevar con una persona más grande, con una más chica. No me parece raro.
La verdad que me sentí muy cómoda. Tenía un miedo terrible. Espero sea la última vez que tenga que pasar por esa situación. Me imagino que sabían que mucho para aportar a la causa no puedo tener.
Siempre a los boliches que voy es porque no pago nada.
Nah, te acostumbrás así.
Algún relacionista público te hace pasar. No pagás entrada, te dan consumiciones. Lo conocí a Alberto ahí, como cualquier persona. Él me habló primero.
Sé que lo conocía, sí.
La verdad que no.
Yo no voy a hablar de terceros.
La incomodidad en Cocucci cuando escucha esta versión es automática. Hubo otra modelo en el viaje, probablemente, también muy cercana a Nisman. Una fuente que conoce por dentro la causa indica que el nombre sería "Constanza".
Cocucci lo escucha y se sorprende, abre los ojos asustada. Es evidente que la conoce. "Constanza", por el momento, continúa siendo un enigma.
Florencia afirma una y otra vez que el viaje a Cancún que compartió con Nisman a fines del año pasado fue poco más que una casualidad, que ella tenía que hacer unas fotos como modelo y el fiscal justo tenía unos días de feria. También admitió, entre risas, que Nisman "investigó" al cliente que la había contratado. Hay una foto que se filtró de ambos en el viaje: el fiscal está sentado en una butaca negra. Fue un viaje que compartieron en un colectivo interurbano, admite ella. Pero no quiere contar mucho más.
Asegura que "otra amiga", que también conocía a Nisman, fue la que le dijo que el fiscal había muerto. "No voy a dar detalles", dice, sobre esta amiga. Los interrogantes se repiten. "Alberto nunca me invitó nada. No me invitó el pasaje a Cancún. Nunca me hizo un regalo. Nada", asevera.
Pero Cocucci, en el complejo esquema que fue la vida de Nisman, tiene un lugar único: testigo de sus lujos y de su elusiva vida nocturna. La relación del fiscal con sus custodios, que dependen del Ministerio de Seguridad, fue históricamente tensa. El fiscal solía esquivarlos de noche, trataba de que no dejen constatados sus movimientos en actas. Los usaba con cierta discreción. El Ministerio lo reprendió una vez por mandar a sus hijas al colegio con ellos sin un mayor que los acompañe, lo cual no está permitido.
Nisman reaccionó severamente contra uno de ellos en una ocasión, porque usó ante una emergencia un teléfono de la UFI-AMIA, algo que no consentía. Y el fiscal vivía rodeado de una opulencia a la que pocos funcionarios judiciales están acostumbrados. Manejaba un Audi Q5 inteligente. Tenía un nutricionista, y su personal trainer era Daniel Tangona, preparador físico de empresarios como Cristiano Ratazzi.
Quizás ese estilo de vida se lo permitía su sueldo: varios de sus colegas lo estiman en una posible cifra de 70 mil pesos. Pero Alberto Nisman tenía un acceso totalmente discrecional al presupuesto de la UFI-AMIA, la mayor unidad fiscal del país, que llegó a tener 60 empleados. Altas fuentes judiciales vinculadas al Gobierno estiman una partida anual de 3.5 millones de pesos, más gastos ordinarios a cargo de la Procuración. Nunca hubo una auditoría que le hiciera rendir cuentas. Nisman lo controlaba. El fiscal designó como secretaria en la UFI a Yamila de Pietre, que también sería modelo. Hoy, es una testigo en la causa.
Por su parte, Florencia Cocucci no deja de pensar en lo que significó Alberto Nisman como figura institucional. Pero el tema, claramente, le pesa.
Se la jugó. Le puso todo para eso. No cualquiera haría lo que hizo él.
Llegué a pensar las dos cosas. A esta altura, no sé.
Sí, no confío en nadie. A esta altura, tenés que confiar en tu familia, en tus amigos, en la gente que querés y en nadie más. A nadie le importa tu bienestar. No confío en la gente de afuera.
No.
Es que no sé nada más. Más de lo que dije no puedo decir.
No. Estaría dispuesta a hablar con ella. Pero no creo que le interese. No tengo mucho para decir.
¿Para mí?
Creo que ya está. Se supo todo, más de la declaración no puedo hacer. Espero que se termine pronto y que no sigan hablando mal de mí. Y espero que puedan esclarecer el crimen. Que se haga justicia.