Día Internacional de la Mujer: ¿Falta mucho para llegar a la igualdad?

La brecha entre las leyes y la vida real. Lejos de alcanzar la prosperidad deseada, las mujeres mantienen una lucha por hacer valer sus derechos

Reuters 162

Hace veinte años la Conferencia Mundial sobre la Mujer, que reunió a 4000 organizaciones de 189 países en Beijing, trazó una ruta hacia la igualdad que, con el compromiso de autoridades y legislaciones, se esperaba lograr en 2005. Han pasado otros diez años y aunque existen nuevas normas y campañas sobre las mujeres como sujeto de derecho igual que el varón, y sin embargo, 3 de cada 10 mujeres han sufrido violencia doméstica, por el mismo trabajo cobran un 18,8% menos que un varón, ocupan el 21,4% de los escaños parlamentarios y son 6 de cada 10 de las personas que sufren hambre crónica en el mundo.

El Día Internacional de la Mujer se celebra en un mundo aún patriarcal, donde hay países en los que las mujeres no votan o no pueden salir a la calle sino cubiertas y en compañía de un varón o se mutilan sus genitales para hacerlas socialmente aceptables o no pueden estudiar; donde se las viola en las guerras o se las trafica como mercancía para explotar sus cuerpos; donde no llegan en igual proporción que los varones a los espacios de poder; donde se las discrimina en el mercado laboral por la posibilidad del embarazo y realizan trabajo no remunerado ni reconocido en la casa; donde se las estereotipa desde la escuela, en los medios de comunicación y hasta en el discurso público de las mujeres con poder.

Phumzile Mlambo-Ngcuka, la Directora Ejecutiva de la Organización de las Naciones Unidas para las Mujeres (ONU Mujeres), anticipó el informe que el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, va presentar mañana: "Las y los líderes a los cuales se había encomendado el poder de hacer realidad las promesas expresadas en Beijing a href="http://www.infobae.com/2015/03/08/1714290-violencia-genero-que-pasa-hoy-la-ley-que-no-protege-las-mujeres" rel="noopener noreferrer" han fallado a las mujeres y las niñas"/a, dijo. Y propuso una nueva meta: "Instamos a los países a 'dar el paso' por la igualdad de género con un progreso sustancial de aquí a 2020. Nuestro objetivo es alcanzar un Planeta 50-50 antes de 2030".

EFE 162

Avances y retrocesos

"¿Hemos avanzado?", se preguntó la antropóloga Mónica Tarducci, una referente del feminismo en la Argentina, docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad de San Martín (UNSAM). "En líneas generales, todo movimiento emancipador resulta en un avance, con retrocesos: como decía [el historiador británico] Eric Hobsbawm, ahora luchamos por los derechos que los obreros consiguieron en los años '50", ironizó. "Así y todo, ahora hay conciencia de que se violan los derechos. No porque se dejen de violar, pero existe una consciencia de que las mujeres son seres humanos y sujeto de derecho. Hay más posibilidades de elegir para las mujeres."

La doctora Susana Santos, titular de la cátedra Problemas de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA, recordó que "en términos generales, la historia es lenta: la lucha por derechos de las mujeres también." Agregó: "Por cierto, ganan menos que los varones, son discriminadas, sufren violencia de género. A la vez que, en la mayoría de los casos, la 'conquista' del espacio laboral público no les asegura un salario que las 'alivie' de las tareas domésticas. Ni los espacios laborales y de estudios cuentan, en general, con ámbitos donde se cuide a los hijos menores".

La lucha por la equidad, como en el caso de la lucha de las mujeres implica un plano íntimo (aunque no por eso menos político), requiere un cambio cultural, observó Tarducci. "Por ejemplo: hay una ley contra la violencia obstétrica, pero médicos y médicas siguen maltratando a las mujeres, y más a las de sectores populares, cuando van a parir. No sólo hay diferencia salarial en el mundo del afuera: luego, cuando vuelven a la casa, tienen que organizar o hacer la vida doméstica, la doble jornada. El 'amor' es un gran esclavizador de las mujeres: es el trabajo afectivo, que no se considera explotación. Pero ¿qué concepción del amor tenemos si hacemos cosas que un varón no se siente obligado a hacer cuando vive en pareja o en un núcleo familiar?", cuestionó la integrante de la Colectiva de Antropólogas Feministas.

También Santos destaca el plano en el que operan las normas: "A pesar de estas observaciones, en el caso de la Argentina, en términos jurídicos, las leyes dictadas han favorecido a las mujeres. En la letra, al menos." En los hechos, al contrario, han prevalecido "la morosidad e indiferencia –en muchos casos– para ejecutar las disposiciones que protegerían a las que denuncian la violencia de género o la existencia de la trata de mujeres que, a pesar de los reclamos –que últimamente han tenido casos resonantes– no ha sido castigada."

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Más lucha que prosperidad

Una encuesta de Gallup, con resultados de hace dos años, muestra que casi 3 de cada 4 mujeres en 136 países del mundo consideran que están "luchando" (61%) o "sufriendo" (13%), mientras que solo el resto se describe "prosperando" (26%). Tarducci dijo que es difícil sacar conclusiones de encuestas impersonales, con un margen de elección estrecho: "¿Qué significa prosperar, estar luchando o sufriendo?" Además, distinguió, "las mujeres tenemos etapas: las jóvenes van a decir que no tienen muchos problemas respecto del género, porque cuando una es joven suele luchar más contra los problemas que tiene contra los adultos que contra los varones."

Agregó: "¿En qué momento somos conscientes de que sufrimos? Porque, por ejemplo, nuestras abuelas consideraban que el maltrato masculino era algo normal."

Para la doctora Santos, "las estadísticas, si bien son útiles, no excluyen sino que más bien subrayan los casos individuales". Comparó: "De manera general, las mujeres que se ven a sí mismas como 'luchadoras' o actores 'luchando' se consideran en situación de prosperidad a diferencia de las que sólo 'sufren'. También la idea de prosperidad trae de suyo cierta ambigüedad: depende qué paradigmas sociales e individuales rigen para su propia determinación".

Es curioso que la evaluación general que las mujeres hacen de sí mismas en la encuesta de Gallup, sobre lo negativo en casi las tres cuartas partes, se contradiga con otras experiencias que describieron: dijeron que se sentían tratadas con respeto (84%), que sonreían o se reían mucho (75%) y que disfrutaban mucho (74%).

"Creo que habría que determinar por quienes se sienten respetadas", argumentó Santos. "¿Por sus pares? Es decir, ¿otras mujeres en situaciones parecidas? ¿Por sus hijos? No parece que fuera por los varones o por otras mujeres en situación de poder. Sonreír o reír, por otra parte, no es signo de 'alegría': también puede ser mecanismo de defensa. Lo mismo se puede decir sobre 'disfrutar'. ¿De qué? ¿De su condición de 'sufridas', o de 'luchadoras'? Creo que habría que precisarlo. Desde mi perspectiva personal creo que se trata de una manera de optimizar la propia situación: no de minimizarla sino de equilibrarla para tener recursos y no darse por vencidas".

Un grupo de mujeres marcha por las calles del centro de Ciudad de Guatemala <br> EFE 162

Las remesas más grandes

Según Western Union, las mujeres (que son el 48% de los migrantes internacionales) envían el 50% de las remesas. Lo cual significa –dado que ocupan un porcentaje menor que los varones en el mercado laboral y ganan menos por la misma tarea, además de realizar tareas de baja remuneración– que envían una porción mayor de sus salarios. Este movimiento económico se explica porque ya las mujeres no se consideran migrantes de "segunda ola" –las que viajaban como parte de una familia– sino que salen de sus países para trabajar en otros.

"La globalización ha hecho hasta que los miembros de una familia se desarticulen en función del lugar donde van a trabajar", explicó Tarducci. "Las mujeres, por la demanda del trabajo doméstico o la enfermería (y también debemos mencionar la prostitución) tienen una inserción más rápida. Esta trayectoria migratoria propia no se podía imaginar antes, cuando venía nuestro abuelo de Italia, de España o de Rusia, se instalaba, y después venía la abuela con los chicos. La mujer que va a trabajar sola ahorra mucho, no gasta en nada (y a veces, por el trabajo doméstico tiene casa), y pueden mandar sumas grandes para que sus hijos, que por lo general se quedan con la abuela en su país de origen, vayan a la escuela."

Santos conoce el caso de la migración boliviana en Buenos Aires, que en su gran mayoría se realiza en grupos familiares. "Sin embargo, también recientemente constaté que migrantes mujeres peruanas y paraguayas no sólo mandan una porción mayor de salario a la familia sino que especialmente esto incluye a los varones", agregó. "Muy rápido, se podría establecer que aseguran así la situación patriarcal. En estos casos, pareciera que no les importa la derogación económica sino la obtención de mayor libertad de 'movimiento' y acceso en la ciudad, esto en caso de encontrar un trabajo que no sea 'esclavo'."

Marca por la Eliminación de la Violencia contra la mujer en Tucumán<br> Télam 162

El papel de los varones

En los días previos al Día Internacional de la Mujer un grupo de veinte hombres de Afganistán se puso unas burqas azules y manifestó en las calles de Kabul a favor de los derechos de las mujeres. Pertenecían al grupo Voluntarios Afganos por la Paz y llevaban carteles que decían "Igualdad" y "No les digan alas mujeres qué deben usar, cúbranse ustedes los ojos". Los miraron como a locos. Pero ellos creen que, como varones, tienen un lugar en la lucha por la equidad.

"Si no ganan, no pierden", evaluó la profesora de FFyL (UBA). "Por otra parte, se trata de asumir conductas públicas 'políticamente correctas'. Y no excluye que los varones, al adherir a la lucha por la igualdad de género, y sin desconocer a quines lo hacen 'sinceramente', proyecten un mecanismo de incorporar o el peligro de neutralizar aquello que denuncia la inequidad y desiguldad que ellos –al menos en su gran mayoría– han impuesto", cerró Santos.

A la antropóloga Tarducci le parece muy bien que los varones acompañen: "Es importante, como cuando John Stuart Mill apoyaba el voto femenino. ¿Quién puede ser feliz cuando su compañera, sus congéneres, su madre, sus hijas son esclavizadas? Es una visión muy a corto plazo. Ellos pierden en el sentido del poder, pero ganan en el de un mundo más justo, más igualitario".

La profesora de UBA-UNSAM amplió el espectro de la participación: "Las personas famosas, en vez de hacer chistes estúpidos y machistas por televisión, podrían buscar la manera de incorporar que la violencia está mal. O los sindicatos podrían ocuparse de hacer respetar las cuotas. También los docentes tienen mucha responsabilidad; ahora en la Argentina existe (muy combatido por la iglesia) el programa de educación sexual integral, con materiales que no son sexistas ni clasistas, que muestran que las parejas también pueden ser dos nenas o dos nenes. Y el derecho al aborto: ¿no les compete también a ellos, más allá de que el cuerpo lo ponemos nosotras? Podrían hacer un foro de varones por el derecho al aborto".