El universo PRO, por dentro

En "Mundo PRO", los periodistas Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Belloti revelan todos los secretos del espacio político liderado por Mauricio Macri. Infobae publica un adelanto

Télam 162

La fila, de al menos trescientos metros, avanza despacio. A esa hora en que la luz languidece y la oscuridad se demora, Costa Salguero recibe algo de la calma del Río de la Plata. Distintos grupos de jóvenes vestidos casi de noche esperan para entrar a la fiesta y comentan extasiados cómo vivieron el día de elecciones. Un chico de unos veinte años dice que le tocó fiscalizar en Flores. "No conocía el barrio, me costó llegar. Pero estuvo bueno", explica a una chica de jean blanco ajustado que lo escucha con atención. Otros cinco muchachos y muchachas prestan oídos al relato que se entrelaza con emoción fecunda: "Quedé recansado", continúa. Aunque también contento: las listas de Propuesta Republicana (PRO) salieron primeras en la mesa que fiscalizó. "¡No sabés cómo me puse!".

El fiscal de Flores envía un WhatsApp a un contacto para saber si los pueden hacer pasar sin hacer toda la fila. La espera se hace larga. Una chica no está en la lista de invitados. Le preocupa saber si podrá entrar de todos modos. "Le explicamos que venís conmigo", repone con firmeza el fiscal. Anticipa la probable inquisición del portero. Como sus amigos, parece acostumbrado a buscar el mejor modo de abrirse paso para ingresar a salas VIP sin obstáculos, recursos que en el mundo de las discos diferencia a quienes tienen conexiones de quienes no las tienen.

En la extensa fila no hay sólo jóvenes: también se advierte gente de mediana edad que espera para ingresar al salón de Costa Salguero. Ellos se inclinan por un elegante sport bastante riguroso, alejado de la estética que podría esperarse en los actos partidarios, pero ajustado al tipo de público que aguarda para formar parte de la fiesta electoral. Fiesta cuidada, organizada y distinguida. Como un casamiento de la farándula, o una fiesta de quince de esas en las que se tira la casa por la ventana.

No es para menos. Todos parecen confiados en que los candidatos de PRO ganaron las elecciones legislativas de octubre de 2013 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Van a esperar los resultados oficiales, pero nada parecido a la incertidumbre los distrae. Sólo quienes se ocupan de pensar el futuro de PRO muestran rasgos de preocupación: por primera vez, el principal adversario electoral en la CABA no fue el Frente para la Victoria (FPV), sino una alianza entre partidos no peronistas que hegemonizaron Elisa Carrió y el radicalismo porteño. Acaso podrían volver a conquistar algo del voto radical de los años ochenta y noventa que la fuerza política de Mauricio Macri necesitó para ganar la jefatura de Gobierno porteña en 2007, y que volvió a atraer en 2011, cuando el líder de PRO fue reelecto.

Se escuchan murmullos y aplausos. Siguen los WhatsApp en cadena para conseguir el favor tan ansiado de quienes ya están adentro del predio. A lo lejos se escuchan las primeras estrofas de "Ciudad mágica" de Tan Biónica, un componente esencial en el repertorio de las fiestas macristas.

Del mismo modo pensó la dupla de candidatos a senadores en las legislativas de 2013: a Michetti la secundó el alegre Diego Santilli, dirigente peronista de la zona norte de la ciudad y heredero de cierto capital político en la zona de influjo riverplatense. Su padre, Hugo Santilli, fue presidente del club de Núñez en los años ochenta, hasta que Carlos Menem, su amigo y compañero de ruta y de ideas, lo nombró presidente del Banco Nación en 1989. A diferencia de su par de la zona sur, Cristian Ritondo, quien conserva su estirpe peronista territorial y no parece dispuesto a reconvertirse en lo que la facción peronista del partido llama los PRO puros (dirigentes modernos, post-ideológicos, tecnocráticos), Santilli parece haber asimilado mucho mejor la nueva e incipiente tradición política de fiesta y de gestión.

Al fin ingresamos, bajo la mirada atenta de los porteros, a un pasillo hecho de postes separadores, como en los bancos o en los aeropuertos. Conduce a un vestíbulo donde se han abierto seis ventanillas para registrarse. Nos ponen en la muñeca una pulsera amarilla, de esas que se usan en los hoteles all inclusive o en los festivales de rock. Avanzamos hacia un espacio amplio, a cielo abierto y vallado, que encauza al gran salón donde la fiesta ya ha comenzado.

Gerardo Viercovich 162

De inmediato, vemos un largo panel amarillo cruzado con banderines de colores: la estética habitual de PRO desde 2009, cuando al amarillo elegido en 2005 se oscureció y se complementó con una paleta más amplia, a fin de diferenciar los colores partidarios de los colores de la gestión en la ciudad. Algunos dirigentes opositores habían presentado un recurso judicial y un juez con tino republicano había dictaminado que correspondía aplicarse más en marcar la diferencia entre el partido y el Estado. El panel repite la leyenda "PRO. Juntos se puede". Varios invitados al evento se toman fotos con ese fondo.

PRO exuda alegría y la contagia entre sus militantes. Esa alegría se sustenta, en parte, en el casi constante éxito electoral en la CABA desde las elecciones municipales de 2003. El partido tuvo tiempo y espacio para perfeccionarse en las bellas artes del festejo. En esas lides, los Jóvenes PRO siempre han sido vanguardia: cotillón, merchandising y música pop se combinan de modo tan efectivo que, a pesar de no ser exclusivos del macrismo, le han impreso su identidad.

En el relato partidario, el festejo contrasta con la crispación del kirchnerismo. PRO, nacido en 2002, es casi hermano del movimiento que gobernó la Argentina desde 2003: surgió para distinguirse de él, para movilizar electores, ideas, recursos de grupos sociales y políticos que ven en el peronismo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner su peor enemigo. La fiesta, que no se diferencia demasiado de las propiciadas

La fiesta, que no se diferencia demasiado de las propiciadas por las empresas a fin de año, se insinuó en 2005. Dos años más tarde, el triunfo en las elecciones para la jefatura de Gobierno desató la celebración, y Macri se permitió bailar en el escenario con su compañera de fórmula, que lo acompañó en la silla de ruedas. La imagen se hizo carne en propios y ajenos (aunque con valoraciones opuestas), y desde entonces el festín celebratorio se ha vuelto tradición para coronar las victorias electorales.

El orden, la decoración, la higiene y el servicio del lugar, muy cuidados, dan cuenta de lo que se quiere ofrecer a los invitados. Frente al panel amarillo, un amplio espacio separado por un biombo con el mismo lema, "Juntos se puede", cobija una veintena de baños químicos para hombres y para mujeres. Baños limpios y perfumados, antípodas de los habituales espacios sucios de evento masivo. A la izquierda del panel, una larga mesa ofrece sándwiches y bebidas sin alcohol. La gente se acerca con tranquilidad, en lugar de abalanzarse sobre la comida como sucede a veces en los cócteles. Detrás se encuentra la zona de trabajo de las camareras y los camareros del servicio de catering y el personal de limpieza.

La entrada al sitio que domina el escenario se ubica a la derecha del panel amarillo. Pequeños livings y conjuntos de mesas y sillas altas delimitan un lounge para que departan fiscales, militantes y autoridades intermedias del partido. Casi nadie los ocupa ya: se acerca el gran momento, la salida de los candidatos que esperan en el backstage.

En los televisores colgantes se ve el logo de PRO. A la izquierda, el escenario en altura, decorado con los colores de PRO y partido por una pasarela con forma de flecha, se revela demasiado grande para las proporciones del salón: fue pensado para las cámaras, que se hallan enfrente, en tribunas especialmente dispuestas para los medios. Un artefacto con brazo telescópico, que se mueve sin parar, enfoca a los asistentes desde las alturas. La imagen se reproduce a todo color en las pantallas gigantes. Para que sea completa, la fiesta debe ser televisada.

El lema de la noche se repite en banderines colgantes que cruzan el salón. La pantalla gigante que descansa al fondo del escenario proyecta un video: "Juntos se puede", en letras espectaculares, y luego se suceden imágenes de zonas emblemáticas de la ciudad, como el Puente de la Mujer, el Ministerio de Agricultura, el Obelisco, la plaza San Martín, incluso aparece la flor gigante de Recoleta que dejó de funcionar en 2011. Algunas pantallas más pequeñas proyectan en vivo los tweets de los integrantes del PRO con el hashtag #juntossepuede: hablan de los resultados de la elección, de la performance de los fiscales de mesa, de cómo se vive el momento de conocer los resultados. Otras transmiten noticieros en vivo o las entrevistas de los referentes de PRO en un área vallada para atender a la prensa.

Una misma secuencia se repetirá toda la noche, sólo interrumpida para transmitir en vivo las entrevistas a los líderes partidarios: "Ciudad mágica", "Casi nunca lo ves", "Rezo por vos", "Ella tiene swing", "Será de vos"y "Fuego".