¿A quién no ilusiona volver a ver a Pablo Aimar con la 10 en la espalda y acariciando la pelota en los campos de juego de todo el país? El "Payaso" es una de las apariciones más destacadas de nuestro fértil suelo futbolero y la decisión de retornar a River no generaba expectativas solamente en los hinchas de aquel club. Aquellos amantes del fútbol de alto vuelto esperaban que el volante creativo se mejore por completo de la lesión que lo tiene a maltraer y pueda desplazarse sin dificultades.
Todos esos conceptos de esperanza se venían cumpliendo a la perfección mientras Aimar realizaba la pretemporada con el resto del plantel que conduce Marcel Gallardo. Una lesión en el tendón y el tobillo derecho lo obligó a ser intervenido qirúrgicamente durante el año pasado y lo mantuvo inactivo desde abril del 2014. Luego de varios idas y vueltas con la dirigencia de la entidad de Núñez, este 2015 lo inició con el equipo para avanzar en su recuperación.
Si bien él mismo había destacado algunos dolores lógicos en el proceso de puesta a punto, todo marchaba en los carriles normales y el sueño de verlo con la 10 de River parecía cada vez más cerca de cumplirse. Pero un inesperado cachetazo de realidad generó preocupación y encendió la luz de alerta, luego de que unos estudios causen desazón.
En las últimas horas concurrió a la clínica Rossi para realizarse unos estudios de rutina en el sobrehueso que profundiza el dolor y tuvo una noticia poco alentadora: un edema en esa zona lo puso nuevamente entre la espada y la pared. Un mes atrás, este mismo análisis no había arrojado problemas. Hoy los dudas aparecieron y ponen un enorme signo de interrogación sobre su futuro. Habrá que aguardar la evolución diaria del cordobés para conocer lo que sucederá con su presencia en River, pero lo cierto es que esto es un enorme paso atrás.