La reacción fue inmediata y el discurso prácticamente idéntico, uniforme. En medio de la conmoción por la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman, diversos dirigentes del oficialismo se apresuraron en salir a decir que el hecho policial que conmovía al país era consecuencia de un "suicidio".
Algunos dijeron la palabra de manera directa, sin vueltas. Otros utilizaron un eufemismo que de todos modos no dejó lugar a dobles lecturas: hablaron una y otra vez de "la decisión que tomó el fiscal".
La mayoría de los dirigentes kirchneristas ya se había expresado (o lo hizo después) en línea con la jefa de Estado. Llamativamente todos hablaron de un complot mediático y repitieron las mismas preguntas: "¿Por qué Nisman volvió antes al país? ¿Quién lo llamó para que vuelva tan presuroso?".
Encabezados por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y la titular del bloque del Frente para la Victoria, Juliana Di Tullio, los legisladores kirchneristas brindaron una conferencia de prensa en la que afirmaron que detrás del deceso del fiscal hubo "un sector mafioso". Y pese a que la investigación recién comenzaba, profundizaron la teoría del suicidio que el mismo lunes había sido lanzada por el secretario de Seguridad, Sergio Berni.
La hipótesis del suicidio no sólo fue avalada por los dirigentes kirchneristas. El propio juez de la causa AMIA, Rodolfo Canicoba Corral, dijo que había "una investigación por el suicidio del fiscal".
El escenario se modificó de manera abrupta esta mañana, cuando Cristina Kirchner modificó su postura y señaló que ahora está "convencida" de que la muerte de Nisman "no fue un suicidio". Todos quedaron fuera de juego.