La escasez de tampones tiene una única causa: el modelo económico. En la Argentina el modelo se caracteriza principalmente en pensar que un grupo de personas centralizado en una Secretaría de Comercio puede responder a la demanda de los consumidores con mayor eficiencia que el mercado, donde las decisiones se toman descentralizadamente y con conocimiento de los problemas y necesidades de tiempo y lugar.
En una economía abierta y normal no hace falta ser experto en el tema para imaginar la cadena que provee el servicio: cuando un consumidor asiste a una farmacia para comprar un tampón, el farmacéutico vende sus existencias; a medida que observa que las cajas se van agotando, genera una orden de compra al distribuidor, quien también responde con sus existencias; al ver el distribuidor que estas se van reduciendo lo comunica al importador, quien continúa el proceso comprando el producto en un comercio del país que corresponda, en este caso, mayoritariamente en Brasil.
Para que haya un desabastecimiento del producto es necesario que todos los farmacéuticos, los distribuidores o los importadores demoren sus pedidos, lo cual nunca ocurre. En un mercado competitivo, si la farmacia no tiene un producto, seguramente lo habrá en otra. Si un distribuidor se quedó sin existencias, seguramente lo tendrá otro. Y si un importador no consiguió traer a tiempo el producto, seguramente otro sí encontró alternativas.
En una economía abierta y normal tampoco necesita el gobierno preocuparse por las divisas requeridas para la importación. El importador obtiene las divisas en el mercado, comprándolas en casas de cambio o en el sistema bancario al tipo de cambio oficial, que en general es uno solo. El importador es quien asume el riesgo de evaluar correctamente lo que está importando. Si luego de traer el producto a la Argentina, no logra que los consumidores lo demanden, habrá perdido las divisas invertidas en este proceso.
Argentina tiene un modelo económico cerrado, con escasez de divisas, donde cada importación debe pasar por un supervisor o secretario de Comercio que examine cuidadosamente si el producto que se desea importar el país "realmente lo necesita".
El proceso se hace complejo una vez que el importador, antes de informar al comerciante de Brasil que necesita más tampones, requiere del consentimiento del gobierno para obtener las divisas requeridas. Si el consentimiento se demora, la escasez del producto tomará más tiempo, lo que sólo puede explicarse por la excesiva burocracia que caracteriza al modelo argentino. Pero si la escasez continúa un tiempo desproporcionado, entonces las dudas se traspasan a la existencia de divisas que permiten hacer la operación.
En el caso del tampón, el tiempo en que ha permanecido ausente en las farmacias ha generado sustitutos, pero además ha surgido una venta del "tampón blue", como ocurre con cada producto que es escaso en economías hiper-reguladas. Véase como caso de estudio a la Venezuela de Chávez-Maduro.
La prensa en los últimos días no apunta únicamente al factor burocrático, sino especialmente a que las divisas no serían suficientes para continuar importando la misma cantidad bienes y servicios que el año anterior.
No hay duda que el gobierno encontrará una solución inmediata para cubrir la demanda de tampones, pues sólo se necesita agilizar un poco el proceso, y además no se requieren muchas divisas. Pero seguramente no será el último producto que faltará durante este 2015, especialmente entre los importados. Es posible también que el gobierno haya decidido complejizar un poco más la importación demorando el acceso a las divisas, pues en 2014 ha caído la exportación y con ello se ha reducido el superávit de la balanza comercial.
Que el secretario de Comercio, Augusto Costa, identifique como causa de la mencionada escasez a una "corrida contra el tampón" resulta insólito. Pero más insólito es que la economía argentina tenga un secretario de Comercio regulando las operaciones de intercambio.