En un asesinato con todos los condimentos de un ajuste de cuentas mafioso, el hombre murió de siete disparos en la cabeza y en el torso. Su cuerpo quedó clavado en el asiento del conductor de su vehículo, detenido en medio de una calle bastante concurrida en el estado de Paraíba, al noroeste de Brasil.
No fue un robo, ya que todas sus pertenencias estaban intactas. Lejos de horrorizarse ante la escena, los vecinos del barrio vieron una oportunidad.
En un video registrado por uno de ellos con su celular, se puede ver a un hombre de remera azul introducirse por la ventana trasera del automóvil. Sin ninguna contemplación, tira de la cadena de oro que Joaquim Santos llevaba en el cuello, y se la arranca, lastimándolo aún más.
Para completar el grotesco, otro toma su brazo y le saca el reloj que tenía puesto.
Ambos se escaparon con su botín. Nadie les dijo nada, ni se preocupó por llamar a una ambulancia o a la policía.